La plantilla del Almería, en el punto de mira
La cuarta derrota en siete partidos y la entrada en zona de descenso han puesto al Almería en la crítica situación de tener que reaccionar sin liderazgo en el vestuario, con un grupo muy viciado por el curso pasado y una falta de compromiso inexplicable.
Está siendo durísimo para la afición ver a la UD Almería arrastrarse por el terreno de juego partido tras partido. Cada semana la situación va empeorando y el conjunto rojiblanco no está al nivel competitivo mínimo para jugar a este deporte. No es una cuestión de categoría, es un tema de compromiso y esfuerzo.
Se intentan hacer análisis y balances de lo que está pasando, pero el punto de vista está distorsionado. Llegados al punto actual, donde la UD Almería sólo ha sido capaz de sumar una victoria en siete partidos y dos puntos de los últimos quince puestos en disputa, la cuestión no es si hay que retocar el sistema, ajustar los marcajes, mejorar la eficacia o ser más contundentes en fase defensiva. El problema es correr o no correr, esa es la cuestión. Un tema muy simplista y recurrente, pero nada de lo anteriormente mencionado tendrá éxito si no se corrige la actitud mostrada hasta la fecha.
El diagnóstico del problema es conocido y tiene distintas causas que han derivado en la imagen ante Castellón, Eibar y Levante. La primera llega con la continuidad de una plantilla que no estuvo a la altura en Primera División y tampoco lo está en Segunda. En verano de 2023 se hizo una inversión millonaria buscando un salto de calidad del equipo, pero los 52 millones gastados, los contratos de larga duración firmados y el prorrateo de incorporaciones anteriores han supuesto un considerable lastre para hacer verdaderos retoques de cara a este curso. La publicación de los topes salariales por parte de LaLiga dejaba clara esta dificultad, estableciendo un margen máximo de 3,5 millones de euros para nuevas incorporaciones (y Nico Melamed estaba incluido en esa cantidad).
Vinculado al inmovilismo en el mercado de fichajes estaba el mercado de salidas y los contratos de patrocinio. Estas dos eran las vías principales para mejorar el área financiera y todas han ido a remolque. La venta frustrada de Pubill al Atalanta impidió la entrada de 20 millones que hubieran sido claves, pero hubo que esperar hasta el 22 de agosto para la salida de Ramazani y al ¡12 de septiembre! para la de César Montes. Entre los dos aseguraban 13′7 millones para las arcas, pero sólo pudieron revertir en la inscripción de Nico Melamed que estaba sin registrar. Eso, sumado a la falta de un patrocinador principal, que debe ser anunciado en las próximas horas, y un patrocinador para el estadio, ha reducido los recursos dificultando esa remodelación. Pero había alternativas.
Y la tercera causa dirige la mirada directamente a la plantilla. Un grupo individualmente bien valorado y colectivamente de lo más destacado del mercado, pero que en cuanto a rendimiento no ha funcionado en ningún momento. Sacar resultados ocasionales no da continuidad y de esos barros llegan estos lodos. Con una incapacidad destructiva palpable y con una fiabilidad ofensiva relativa, la cohesión del grupo debía ser clave para la fortaleza colectiva, pero ahí también se ha flojeado. Hace unos días el propio técnico reconoció que no esperaba ver a la plantilla tan fría (dijo “ultradividida”) y que tenía como misión cambiar eso. Pero el domingo en el Ciutat de Valencia se vieron reproches en el campo, tanto fue así que hasta Rubi manifestó en sala de prensa su disconformidad y preocupación. Sin un líder en el vestuario que polarice la atención de los compañeros e imponga respeto para afrontar los malos momentos, todo queda para los impulsos básicos de cada futbolista.
Y es ahí donde se llega al punto clave: las emociones y comportamientos primarios. Futbolísticamente hay carencias, pero la actitud no es un valor futbolístico, el carácter no es una virtud balompédica, el hambre y la ilusión no se entrenan entre conos, picas y balones. Todo eso se tiene o no se tiene: actitud, carácter, hambre e ilusión. Cuando el equipo recuerde que el fútbol es un deporte, se habrá avanzado. Cuando sepan que, si no corres para estorbar al contrario, da igual lo que refleje el GPS con los datos biométricos, también se habrá avanzado.
Ahora la papeleta la tiene Rubi. Tras el choque ante el Levante apuntó, pero el sábado ante el Burgos tiene que terminar de disparar: “Si hay que cambiar algo más de lo que queríamos, lo haremos”. A día de hoy se antoja recomendable poner a todos los jugadores del filial que reglamentariamente sea posible; eso daría un aire fresco y quizás el sonrojo de la primera plantilla les haría reaccionar.
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