Escribá en el punto de mira
Los desastres en Málaga y frente al Eibar, los cambios de sistemas y la tormenta que azota Granada podría llevar al club a destituir a tres partidos para el final de la temporada.

Faltan tres partidos para que el Granada ponga punto y final a una desastrosa temporada en su retorno a Segunda. El objetivo, subir, a día de hoy parece una utopía, aunque matemáticamente no es imposible. Porque aún queda vida, el club se plantea dar otro volantazo para salvar un curso que parece abocado al fracaso.
En la enésima oportunidad para entrar en playoff, el Granada volvió a naufragar. Un paupérrimo partido ante el Eibar que deja a Fran Escribá en el punto de mira, a la afición con un más que comprensible enfado con la plana mayor y a muchos jugadores más fuera que dentro del club. Un proyecto que se descompone, pero que venía ya a la deriva desde el inicio de la temporada.
Se apostó por una línea continuista en un equipo que había perdido prácticamente todo en Primera. Descendido como colista, con un equipo perdedor y sin fichajes de relumbrón, salvo la sorpresa de Trigueros y Reinier. Los Boyé, Villar, Hongla, Jozwiak, Sergio Ruiz, Miguel Rubio o Ignasi Miquel parecían como líderes de un equipo que tenía que resurgir de sus cenizas, pero una categoría por debajo.
Para liderar el proyecto se eligió a un entrenador sin experiencia en España, mucho menos en la categoría, que había desarrollado casi toda su carrera lejos su país. Guille Abascal aterrizó como un técnico joven, con ideas nuevas y un fútbol moderno. A los seis partidos, con unas sensaciones malísimas, sólo una victoria en su haber y la tormenta desatada en Los Cármenes se cesó.

Empezaba, otra vez, otra etapa. Fran Escribá cogía las rindas del equipo con un discurso pacificador y dialogante y una idea fija de juego que pronto dio muy buenos resultados. La grada se calmó con el cambio y la plana mayor respiró con un inicio esperanzador: 13 puntos sumados de los primeros 15. Entonces se empezó a torcer.
Altibajos, cayendo ante rivales directos como Levante o Almería y dejando muchas dudas en su juego, Escribá repetía como un mantra que llegarían al objetivo, entraría en playoff y el equipo estaría en la pelea por el ascenso.
Entonces llegó la Navidad. Se llegó en el octavo puesto, ceca pero lejos de los playoffs. Y con las vacaciones más problemas. Myrto Uzuni reclamó una subida, presuntamente, prometida por la entidad que se negó a hacer y el albanés se declaró en rebeldía y dejó de jugar. Tampoco ayudó la situación de Hongla, misteriosamente fuera durante varios partidos, ni la salida de uno de los pocos líderes del vestuario, un Ignasi Miquel que se fue al Levante para convertirse en imprescindible.

Otra vez la tormenta se desató, entre los que creían a Uzuni, a día de hoy aún máximo goleador del equipo, y los que criticaban su forma de actuar. El Granada trató de recuperar la ilusión con Stoichkov, Abde Rebbach y Borja Bastón. Pero el mal ya estaba hecho.
Irregularidad, tanto en los resultados, donde costaba enlazar varias victorias seguidas, como en las sensaciones. Partidos horrendos como el de Córdoba, Tenerife o ante el Zaragoza en casa, donde dejó escapar dos puntos en un descuento para olvidar, minaban la moral del vestuario y de la afición.
Se vio la luz cuando en la jornada 36 el Granada ganaba al Cartagena y, por fin, se colocaba en puestos de playoff. Pero, cuando ya estaba en su mano y a falta de seis jornadas, todo se ha ido al traste. Un empate ante el Elche en un buen partido sembraba las dudas, los cataclismos en Málaga y ante el Eibar el lunes confirmaron lo que se sabía: el Granada está a la deriva.
Quedan tres partidos, tres finales, en las que el Granada aún tiene serias opciones de meterse en playoff. Ganando todo, le valdría un solo tropiezo de un Almería que tampoco parece ser muy fiable. Por eso la duda planea en Los Cármenes: destituir a Escribá o mantenerlo y esperar la reacción.
A tres partidos es complicado traer un nuevo técnico que imprima sus ideas en tan poco tiempo y de resultados, pero sí que podría ser una reacción en el plano anímico y un paraguas para la zona noble. Ahora Escribá es el señalado, pero en Los Cármenes no sólo se apuntó al valenciano. El palco se llevó su dosis de pitos y cánticos por parte de una afición harta.
Son dos años a la deriva, dos temporadas con más disgustos que alegrías y la sensación de un proyecto caduco. El Granada necesita un cambio, volver a encontrar su esencia y empezar de cero de pies a cabeza. Pero, antes de eso, Escribá podría ser otra cabeza de turco, como ya lo fue Tognozzi, Nico Rodríguez, Guille Abascal, Paco López o Alexander Medina. Una forma de que la afición vea sangre nueva. El técnico está en entredicho y podría caer más temprano que tarde.
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