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LAS PALMAS

Diferente frasco, distinto perfume

Las Palmas salió desfigurada por segunda jornada consecutiva. Los canarios no consiguieron ejecutar su idea de juego.

Marc Cardona lamenta una ocasión fallada.

El perfume cambió. No se sabe por cuánto tiempo pero se puede marcar esta como la semana en la que el aroma se extravió. Aquel dejaba en el ambiente una esencia reconocible y que recordaba arena mojada y empeines enrojecidos. Un olor invariable al que no afectaba bloques altos, medios o bajos. Ni propuestas de idas y vueltas o embaucadores armisticios. Esa inalterable persistencia y ejecución de la idea de controlar la pelota.

Fue en Oviedo donde el cepo estaba preparado. El trailer de la película contaba que Álvaro Cervera esperaría agazapado. “Intentar quitarle el balón a Las Palmas es una terrible equivocación”, decía el técnico carbayón en la previa. Sin embargo, se trataba de un cebo. Herida en cansancio y con una lista de convocados menguante, a Las Palmas le cogió a contrapié el papel de fugitivo en el Carlos Tartiere.

Los de García Pimienta consiguieron un punto para liderar en solitario, alargar una reciente y tierna imbatibilidad y ser competitivos con unos zapatos que no eran los suyos. Sin embargo, cinco días después, frente al Albacete, dio la sensación que los amarillos no se cambiaron de calzado y pronto se pudo ver en el Gran Canaria con un equipo incómodo como si tuviera piedras en vez de plantillas.

El plan de Rubén Albés recordaba al que llevó a cabo con el Lugo hace unos meses. Cuando un larguero evitó un tempranero 0-2 en los momentos oscuros del proyecto que estaba echando a andar con García Pimienta. El entrenador albaceteño dejaba las vendas en la enfermería antes de viajar, “poder jugar allí es un lujazo”, huyendo de excusas habituales, pronosticaba que “vamos a jugar dos partidos en uno. Tendremos que alternar un plan a y un plan b”.  Algo que se puede ejemplificar con el contraste de la voracidad con la que azotaban la defensa amarilla saltando líneas de presión con rapidez frente a la parsimonia procrastinadora cuando le tocaba reiniciar el juego. Centella y descanso.

Y sin embargo, a pesar de la desnormalización del juego a causa de la fragilidad defensiva que desencadenó una inusual sensación de amenaza permanente de los albaceteños a la contra, Las Palmas pudo vencer en un partido con aires al de La Rosaleda, pese a salir sin su perfume de los domingos. Aunque quedara patente que lo que se rompió en Oviedo no se arregló ante el Albacete.