Baptista, despedido: crónica de una ruptura
El brasileño abandona el Real Valladolid después de cuatro temporadas y media por mor de una controversia que comenzó tras la llegada de Pezzolano.
El Real Valladolid anunció este miércoles la destitución de Julio Baptista como entrenador del Promesas después de prácticamente dos años y medio al frente del filial y de dos campañas más en la estructura blanquivioleta. El fulminante despido llega en un momento en el que el equipo está en puestos de descenso, si bien a nadie se le escapa que la razón principal para su adiós son las contundentes declaraciones que realizó el pasado domingo, poniendo en el disparadero al club por su gestión para con los jugadores de la cantera. Con todo, no fueron sus palabras fruto de un calentón, sino de un malestar que se viene fraguando desde hace meses, desde antes incluso de que se anunciara su renovación. Exactamente, desde la implementación de un nuevo modelo de trabajo de la mano de Paulo Pezzolano.
El cambio drástico de la temporada pasada
La llegada del técnico uruguayo se produjo con la temporada ya avanzada y con una mecánica rodada diferente a la suya, puesto que, desde el primer día, el entrenador del primer plantel decidió integrar en sus sesiones a los futbolistas del filial... para lo bueno y para lo malo, puesto que, mientras por un lado trabajar en consonancia acerca los dos equipos, por otro lo cierto es que desde un primer momento el conjunto de Baptista pasó a ‘hacer sombras’; a complementar el trabajo del otro convertiéndose en su sujeto pasivo, de tal modo que, por ejemplo, una dinámica defensa-ataque se detenía si los futbolistas del Promesas neutralizaban la acción ofensiva de su ‘rival’. Esto, que puede no resultar tan novedoso, lo fue por la periodicidad amplia con la que sucedía, prácticamente a diario hasta hace escasas semanas, y alteraba el desarrollo del trabajo enfocado a su competición del propio filial a nivel de cargas o de la preparación táctica de sus partidos.
Una pretemporada atípica para todos
Que el club entendió que los objetivos que se le habían marcado a Baptista se habían cumplido es un hecho que constata su renovación. Al mismo tiempo que su ampliación, la entidad anunció una reestructuración del organigrama por la cual el filial pasaba a depender otra vez de la estructura de cantera, y no de la dirección deportiva, como venía siendo habitual hasta entonces. A esto hubo que añadirle la demora en la planificación de la primera plantilla, motivada por la necesidad de vender activos y el deseo de regenerar el vestuario, y la posterior salida de la dirección deportiva anterior, sin que hubiera en ese trasiego movimientos avanzados para la preparación del filial, del cual Pezzolano citó a 12 jugadores, cosa normal, y más ante las circunstancias que lo rodeaban, pero, a la vez, otro condicionante más que el brasileño citó en más de una comparecencia pública ante los medios de comunicación. “El primer equipo tiene sus demandas y eso va por delante de todo”, aseveraba con el curso recién comenzado, en una de las varias ocasiones que se encargó de recordar que su equipo también está “en una competición profesional”.
De la descapitalización a los malos resultados
Autodefinido como “hombre de club” en varias ocasiones, la última, este mismo domingo, cuando invitó a hacer “una reflexión como club”, Julio Baptista asumió en verano una plantilla prácticamente nueva, en la que, en la práctica, solo están cinco de los 16 jugadores con más de mil minutos la pasada campaña: Manu Pozo, Chuki, Koke, Iker Pérez y el lesionado Adrián Gómez. A cambio, en los últimos días se decidió ceder otros clubes a activos de interés para la entidad como Aceves, Maroto y Rofino, sin que se hiciera una inversión consecuente con sus salidas en posiciones fundamentales como la de central (donde en verano se probó a jugadores de perfil bajo e incluso que venían de militar en Tercera) o como la de mediocentro. Esta descapitalización y las bajas de los jugadores que están con el primer equipo se han traducido en un mal inicio de temporada, en el que, después de diez jornadas, el Promesas se encuentra en descenso, una posición que, en caso de duda, a la hora de tomar la decisión anunciada este miércoles, habrá jugado también en contra de ‘La Bestia’.
La gota que colma el vaso
En la rueda de prensa con la que todo saltó por los aires, el entrenador brasileño denunció haber tenido “que enseñar a los chicos cómo hacer comportamientos tácticos en un iPad antes del partido” y trató de evidenciar que, cuando lo hacen, los futbolistas “bajan sin los minutos adecuados de competición y no están para competir”. Precisamente con ese fin, de que cojan minutos y rodaje, se optó en la noche del sábado por que Garri, Frimpong y Tunde tuvieran los minutos de los que carecen en el primer plantel, aunque la cuestión es más profunda, dado que ninguno de los tres alcanza el 25% del tiempo total de juego transcurrido en la temporada, Chuki, que lo lleva con el Promesas, lleva un mes sin completar un partido... Además, la orden, aunque lógica, fue disonante respecto a lo sucedido la semana anterior, cuando Garri y Frimpong no viajaron ni con el primer equipo ni con el filial, según explicó Pezzolano, “por razones logísticas”, llegando a alcanzar ambos un mes sin ser titulares cuando lo fueron en Copa y ante el Ourense. Esta inactividad, y lo que ella acarrea, fue el argumento principal que esgrimió Baptista como gota que colmó el vaso, unas palabras que han sido, a la postre, el detonante de su salida del club cuatro años y medio después de su llegada de la mano de Ronaldo.
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