Vicente del Bosque: “Butragueño se salía del estereotipo”
Vicente del Bosque y Alfredo Relaño ahondan en los orígenes de La Quinta de El Buitre como cierre del podcast de AS Audio ‘Mi recuerdo de La Quinta’.
Vicente del Bosque (72 años) experimentó el nacimiento de La Quinta de El Buitre. Como compañero, primero, y desde su rol de formador, tras 11 exitosos años como futbolista del Real Madrid, después. Alfredo Relaño (72), presidente de honor de AS y ‘culpable’ junto a Julio César Iglesias del apodo de la generación, visita la casa del salmantino para ahondar en esos orígenes en una charla que sirve como broche de oro al podcast de AS Audio ‘Mi Recuerdo de La Quinta’.
Alfredo Relaño: 40 años ya de La Quinta. Si no me equivoco, le cogen el relevo a usted.
Del Bosque: Como sabes, soy de una generación entre el Madrid de los yé-yé y La Quinta.
A.R.: Cierto. El suyo fue el ‘Madrid de los García’.
D.B.: Orgulloso de formar parte de una generación que a lo mejor no fue tan brillante, pero que hizo un servicio. Sobre todo en un momento del Madrid en el que económicamente no estaba muy boyante y tiró de la cantera. Y oye, mantuvimos el tono. Llegamos a la final de París de la Copa de Europa (1984, ganó el Liverpool, 1-0). Ganamos cinco Ligas...
A.R.: Mire (Relaño muestra el artículo ‘Amancio y la Quinta de El Buitre’ con el que Julio César Iglesias bautizó a la generación en El País). Digamos que es el acta fundacional.
D.B.: Quedó para la posteridad. Julio César siempre fue un admirador del fútbol base y conocía bien a los chavales... Hubo otra generación, un pelín anterior a esta, que no tuvo tanto eco. ¡Pero también fue buena! Pineda, Gallego...
A.R.: Sí, la Copa del 80 (el Castilla llegó a la final y perdió ante el primer equipo blanco).
D.B.: Luego ya aparecieron estos. Barrieron. Además, con circunstancias especiales. Cuatro de Madrid y uno no, que era Pardeza. El club miraba a los de fuera y resulta que los que salieron para el primer equipo fueron la gente de casa.
A.R.: ¿Qué perfil tenía usted de ellos en aquella época?
D.B.: Cada uno tenía sus características. Recuerdo que la labor de Molowny era muy considerada. Era el que mandaba en la formación de los jugadores. Y aunque era muy, muy moderado, creo que Martín Vázquez era su favorito. Pero claro, los otros eran buenísimos también.
“Todos, los cinco, eran buenísimos, pero Martín Vázquez era el favorito de Molowny”
A.R.: ¿Usted les veía que eran jugadores para el Madrid?
D.B.: Mira. Yo cuando me retiro y paso los primeros días en la Ciudad Deportiva, me entran por los ojos muchos jugadores. Crees que van a llegar. Juveniles, cadetes... Te entusiasmabas con todos. Una vez que ya llevas más tiempo, ves la dificultad que conlleva llegar desde abajo hasta el primer equipo. Y me volví un poco más cauto. Incluso ahora soy un poco agrio en ese sentido. Cuando algún chaval pensaba que es muy fácil llegar al primer equipo, yo les decía: “Olvidaros”. Pero no dejo de ver que también forma parte del espíritu de querer llegar. Y el éxito del Real Madrid es que lo consiguieran cinco jugadores que dieron nombre a todo esto.
A.R.: ¿Y quizá algo de suerte también? El club, sin dinero para fichar, está en crisis...
DB.: Seguramente.
A.R.: Los ye-yé entraron cuando Di Stéfano, Puskas y demás se venían abajo. No se podían fichar extranjeros, no había dinero.
DB.: La crisis económica hace siempre mirar para abajo. Eso es indudable. Cuando hay bonanza económica seguramente se olvida un poco. Pero es cierto que aquellos años aparecieron muchos jugadores de la cantera. Y estos cinco es que eran especiales.
“La generación anterior también fue buena, los Gallego, Pineda..., pero estos aparecieron y barrieron”
A.R.: De hecho, ganaron la Liga en Segunda...
D.B.: Y habían llenado el Santiago Bernabéu.
A.R.: Sí, recuerdo un Real Madrid-Bilbao Athletic que llenó completamente el estadio.
DB.: Incluso en aquella final de Copa antes de que aparecieran ellos... Siempre ha habido un gran sentimiento de cantera en el club y en la afición.
A.R.: ¿Había algo de pelusilla? Algún fin de semana iba más gente a ver al Castilla que al primer equipo.
D.B.: Nosotros éramos conscientes, claro. También fue una época un poco más gris por nuestra parte. Era una inercia natural. Cuando les vi llegar al vestuario dije: “A mí me quedan dos duchas”. ¡Y es que era cierto! Así sucedió. Pero yo en aquel momento, ya metido el querer estar en la cantera del club, lo veía como un acierto.
A.R.: O sea, ya estaba pensando en engancharse a la mili como instructor.
D.B.: Sí, desde los 26 o 27 años ya tenía esa idea. Tenía muy buena relación con Molowny y él era muy especial, miraba mucho por el club. Que no se gastase mucho y no sólo en jugadores: no quería malgastar la luz, que no se perdiera un balón... Había que buscarlo debajo de las piedras (risas). Me recordaba a Bernabéu, que apagaba las luces de los despachos si se habían quedado encendidas.
“Cuando les vi llegar al vestuario dije: ‘A mí me quedan dos duchas”
A.R.: Oiga, y cuando fueron apareciendo estos chicos, ¿se acuerda de la primera impresión que le dieron?
D.B.: Ya estaba casi preparando la retirada. Alfredo (Di Stéfano) era el entrenador y miró para la cantera. Estábamos en esa crisis y llegaron ellos. Lo concebimos con mucho entusiasmo.
A.R.: ¿El primer partido cómo fue, cómo lo recuerda?
D.B.: Míchel es el último que debuta, pero curiosamente es el primero. En el 82 hay una huelga (convocada por AFE; el Madrid jugó con futbolistas del filial) y él sale en Castellón. Sin embargo, los dos primeros como tal fueron Manolo (Sanchís) y Rafa (Martín Vázquez).
A.R.: En Murcia.
D.B.: Sí. Y luego el que tuvo mucho eco fue el debut de Emilio (Butragueño) en Cádiz.
A.R.: Estuve allí, me encargaron hacer la crónica. Puse después a Emilio al teléfono con Julio César Iglesias para que compartieran el momento.
D.B.: Julio disfrutaba de cinco chavales de la cantera. Y eso es algo muy bonito. Si hay dos patas que sustenten el primer equipo, dos pilares, deben ser la cantera y chicos que vengan de fuera que sean muy buenos.
A.R.: Usted aún jugaba.
D.B.: Algún partido.
A.R.: Lo hizo con Sanchís hijo y también con Sanchís padre...
D.B.: Sí, en una de mis cesiones al Córdoba coincidí con Manolo padre. Después tuve la suerte de convivir con estos chicos.
A.R.: ¿Tenía ilusión Sanchís padre por su hijo?
D.B.: Creo que todavía no tenían conciencia de que ellos iban a ser ese tipo de jugadores. Fue un momento fantástico para todo el club, para la gente que trabajaba en la cantera...
A.R.: ¿Y Míchel? ¿Por qué tardó casi un curso en incorporarse? ¿No le convencía mucho a Di Stéfano?
D.B.: Los entrenadores a veces somos caprichosos (sonríe).
A.R.: Bueno, es que el primer Míchel no era de banda, era un mandón en el mediocampo. Yo creo que cuando Di Stéfano no se decide a subirle es porque no se lo había imaginado todavía en esa función.
D.B.: Sí, pero pasó a la historia en la banda. No sé quién tendríamos en el centro del campo en aquel momento, pero el caso es que Míchel se hizo dueño de la derecha por muchos años.
A.R.: Decía que el favorito de Molowny era Martín Vázquez.
DB.: Sí. Tenía cierta predilección. Fuimos a jugar un campeonato de chavales a Argentina...
A.R.: Y fue el mejor. Os ganó un equipo de Bolivia de la época. Una vez le fuimos a ver cuando estaba en el Juvenil B, y nos dieron mal el número. Y yo pensaba, “pero si el bueno es el 8″. Y ya nos lo confirmaron. Lo hacía todo bien.
D.B.: Incluso dentro de la historia en el club, cada uno ha tenido su propia historia. Fíjate, Martín Vázquez se va luego a jugar al Torino...
“Pardeza era el más bendecido por Di Stéfano; tenía muy buen regate”
A.R.: Pero el favorito de Alfredo era Miguel Pardeza.
D.B.: Sí, fue el primero que entrenó con nosotros. Le gustaba porque era muy joven, quería meter sangre nueva y tenía muy buen regate. En algunas acciones individuales la rompía.
A.R.: ¿Y Sanchís?
D.B.: Sanchís era completísimo. Muy fuerte, muy bueno. Lo podían poner de central, en el centro del campo o de delantero. Los cinco han sido chavales con buena formación. No debe chocar ser bueno con ser vaguete. Tenían buena cabeza. El mejor ejemplo es Emilio. Representa al club de forma extraordinaria. Y los otros, desde la distancia, han sido correctísimos y tienen mucho amor al club.
A.R.: Curiosamente, son todos jugadores de alta escuela, menos Butragueño que era de patio de colegio. Pasó muchas pruebas, le echaban para atrás... Al final a Molowny le gustó y sale adelante. Hacía cosas descatalogadas, lo contrario a Martín Vázquez, que sacaba matrícula en todas las asignaturas del fútbol. A Emilio le podías suspender alguna.
D.B.: Emilio era el que se salía más del estereotipo.
A.R.: Alguien me decía que Martín Vázquez es un buen reloj que funciona mal y Butragueño, un mal reloj que funciona bien. Verdaderamente Martín Vázquez no llegó a triunfar en el Madrid del todo...
D.B.: Como jugador lo tenía todo. Luego ya las circunstancias de cada uno.. Tuvo que irse, pero era jugador de diez años (en el club) para arriba.
A.R.: ¿Pardeza por qué se va?
D.B.: No sé. Fíjate que, como hemos hablado, era el más bendecido por Alfredo. Poco a poco se va quedando rezagado. Y bueno, a veces es la crueldad del fútbol. Podía haber estado con nosotros muchos años.
A.R.: ¿De Míchel qué destacaría principalmente?
D.B.: Tenía entrada por la banda, centro... Muchos de los goles que marca Hugo Sánchez son por envíos suaves, tocados de una manera ideal por Míchel.
A.R.: Recuerdo que Hugo tuvo celos. Le hice una entrevista en El País y la pegó en el vestuario. Decía que estaba harto de ser el que siempre saca dieces y que el padre siempre felicitase al que sacaba seises. Quería irse a Italia a combatir con Maradona. Aquí estaba como banderillero de El Buitre. Él metía un hat-trick y se le aplaudía, pero Emilio hacía un regatito y todo el mundo... “Oh” (risas). Había una predilección por El Buitre. Para un programa de radio que hizo El País tuve que llevar a Emilio al Palacio de Cristal. Desde la puerta del Retiro había que ir andando y era imposible, había que ir con revólver para abrirse paso. Eso se tiene o no se tiene.
D.B.: Todos fueron grandes profesionales y muy queridos. La prueba es un homenaje que le hicieron en la Comunidad de Madrid. Fueron encantadores.
“Había predilección por El Buitre, es algo que se tiene o no se tiene”
A.R.: Se fueron tristes por no ganar una Copa de Europa.
D.B.: Sí, lo tuvieron cerca el año de Beenhakker. Pero no se les debe infravalorar. Nosotros, sin ser un gran equipo, llegamos a una final de Copa de Europa. Se le reconoce su trayectoria y su comportamiento.
A.R.: A cambio, ganaron dos Copas de la UEFA, con aquellas remontadas inolvidables... La gente se colaba ahí en el Bernabéu poco menos que a punta de cuchillo.
D.B.: Es cierto que fueron años buenos que no consagró una Copa de Europa, pero eso no disminuye su valor.
A.R.: ¿Le sorprendió que lograsen estar tantos años en el Real Madrid?
D.B.: Antes estábamos más acostumbrados a que los Velázquez, Grosso o Pirri salieran con el homenaje en la mano, después de 12 o 13 años en el club. Ahora es más difícil. El homenaje se ha perdido. Uno de los últimos ha sido Butragueño.
A.R.: Di Stéfano y Amancio también fueron claves.
D.B.: Alfredo, como entrenador, tenía ciertas obligaciones, como mirar hacia abajo.
A.R.: Amancio llevaba a ese Castilla campeón de Liga (1983-84) y para entonces ya había perdido a Sanchís, Martín Vázquez y Butragueño. Ganó la Liga acabando sin las principales figuras del equipo.
D.B.: Sí, Alfredo no fue timorato al tirar de los de abajo.
A.R.: ¿Usted se sintió empujado a irse por ellos?
D.B: Fue un 30 de junio (de 1984) y el 1 de agosto ya estaba en la Ciudad Deportiva. Fui un privilegiado. No me sentí empujado por ellos. Participé durante 11 años en los éxitos del club.
A.R.: Curiosamente, el origen del nombre fue cosa mía. Tenía un compañero de colegio que se llamaba Butragueño y le decíamos ‘El Buitre’. A Emilio lo vimos juntos Julio César y yo en un partido contra el Ajax. En etapa juvenil. En esas, hizo una jugada magnífica. Había leído el concepto de quinta velocidad, que ahora sería la sexta, en una entrevista de Di Stéfano en El Gráfico. Hablaba de jugadores como Cruyff, Eusebio... Esos que tenían capacidad para acelerar. Después marcó un gol con el Madrid C y empezamos a hablar de la quinta velocidad. Julio César quería a cinco chicos para hacer también el símil con la quinta de reclutamiento. Tenía dudas entre Pardeza y Francis, un líbero, y al final optó por Pardeza. Y no hay duda de que dejaron una impronta. De fútbol diferente, además.
D.B.: El fútbol ha ido evolucionando mucho. Sólo hay que ver cómo está todo ahora.
A.R.: En aquella época, los equipos vascos ganaban con un fútbol de esperar y La Quinta jugaba muy generosamente. Al ataque, incluso descuidadamente. Y a eso le sigue el Barça de Cruyff, la liga ganada por Valdano. Eso cambió la doctrina Clementista de que sólo funcionaba el balón largo.
D.B: Cuando nace eso, deja de existir el fútbol vasco, el catalán, el madrileño. Todo se une y se culmina en 2010, pero se construye desde ahí. No hay receta única, pero el fútbol español puede presumir de cohesión.
Mi recuerdo de la Quinta
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