Una década sin Miki Roqué
El 26 del Betis brillaba sobre el césped cuando un cáncer pélvico acabó primero con su carrera y luego con su vida, el 24 de junio de 2012. El Villamarín y Cartagonova le recuerdan cada partido.
El 24 de junio de 2012 fallecía a los 23 años el defensa catalán Miki Roqué. Un defensa prometedor que en el Betis había encontrado una segunda oportunidad para convertirse en estrella antes de que un cáncer pélvico acabara primero con su carrera y después, con su vida. Desde entonces, el Villamarín corea su nombre cada partido en el minuto 26, número que fue el último dorsal que portó Miki, ya como verdiblanco. Y en Cartagonova ocurre lo mismo, por idéntica razón, en el minuto 22.
El 5 de marzo de 2011, Roqué anunciaba entre lágrimas, en un acto en la Ciudad Deportiva bética y arropado por toda la plantilla, que la enfermedad le obligaba a abandonar la práctica del fútbol. Entonces, de manera momentánea. Operado mes y medio después en Barcelona, Miki luchó contra aquel tumor durante 15 duros meses en los que se sucedieron los apoyos del mundo del fútbol. También después de su fallecimento.
El 29 de mayo de 2011, Carles Puyol lucía una camiseta en la que podía leerse “Ànims Miki!”, tras levantar el Barcelona su cuarta Liga de Campeones. Después de ganar España la Eurocopa, el 1 de julio de 2012, Pepe Reina vestía una elástica de Miki Roqué en el Betis. La Selección le dedicaba el título a él y a Manolo Preciado, también fallecido recientemente. Un día después, el 2 de julio, el Betis retiraba el dorsal 26.
Apenas había cumplido los 17 años en 2005 cuando el Liverpool de Rafa Benítez, recién proclamado campeón de Europa, fichó a Roqué de los escalafones inferiores del Lleida. Un central espigado (1,86) que destacaba por su pase largo y su buena colocación y que el 5 de diciembre en 2006 debutaba con el primer equipo red, en Champions. Tras dos cesiones en el Oldham Athletic y en el Cartagena, en el verano de 2009 fichó por el Betis durante tres campañas, en principio para su primer filial.
En octubre de 2010 se ponía a las órdenes de Pepe Mel para, en muy poco tiempo, consolidarse como central del primer equipo bético que aspiraba a ascender a Primera y que subiría de hecho al final de esa misma temporada. Su carrera despegaba, parece que de manera definitiva, hasta que la enfermedad se interpuso de manera fatal.