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ATLÉTICO

Todos recuerdan a Walter Berry de la vez que Atleti y Villalba ya fueron uno

La estrella del Atlético de Madrid Villalba en el año que el club rojiblanco tuvo equipo ACB y aquel coche quemado por ir en primera.

Walter Berry, con el Atlético Villalba.

El Atlético y el Villalba vuelven a unir sus nombres con el regreso del Atlético C, algo que hace más de treinta años ya había logrado el baloncesto. Fue a finales de los años 80, cuando la sección rojiblanca, que iba y venía, asomaba y no desde su creación en 1922, que Jesús Gil, presidente, logró la fusión del club con el Collado-Villalba para, bajo el nombre Atlético de Madrid Villalba, competir durante una temporada en la Liga ACB. Sería la 90-91 con Tim Shea de entrenador (aunque al principio estuvo Clifford Luyk) y el fichaje de dos jugadores americanos de calidad. Uno se llamaba Shelton Jones. El otro, Walter Berry.

El Atlético Villalba de Walter Berry.
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El Atlético Villalba de Walter Berry.

Ala-pívot nacido en Harlem, Nueva York, en 1964, era zurdo, medía 2,05 metros y había llegado de la mano de Luyk, recomendado por el entrenador Lou Carnesecca, que conocía a Berry de la Universidad de St. John’s, donde destacaba tanto ya que su apodo era The Truth (La verdad). En 1986, los Blazers, donde coincidió con Fernando Martín, le habían elegido en el puesto 14 en un draft con jugadores como Sabonis, Petrovic y Rodman. En la 90-91, el año del Atlético de Madrid Villalba, terminó siendo el máximo anotador de la Liga ACB, con 33 puntos de media, 11,7 rebotes y un 36,9 de valoración. Uno de sus momentos más recordados fue un derbi ante el Madrid en el que marcó 52 puntos. “No creo que Walter haya vivido en su vida un partido en el que el presidente entrase en la charla prepartido con sus guardaespaldas, se fuera al servicio y al volver sólo dijese: ‘Haced lo que queráis pero ganar a estos cabrones’. Había una gran tensión”, relataba el que fuera su compañero de equipo Quique Ruiz Paz, en Solobasket.

El coche quemado

Una de sus características era el rebote. La otra, su cabeza llena de despistes. En su año en Madrid quemó un Mercedes por recorrer 40 kilómetros en primera marcha porque pensaba que era automático, como contó también Quique Ruiz Paz, “desconocía el funcionamiento de las marchas de un coche europeo”.

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