Take Kubo, un “monje” japonés que no pide camisetas
El fútbol es vocación, profesión y pasión para la joven estrella de la Real, que no entiende por qué debería solicitar una camiseta a alguien que ha sido su adversario.
Tal vez el símil sea un poco desmesurado pero Takefusa Kubo (22) es lo más parecido a un monje de clausura futbolístico. Difiere en el objetivo, que tiene poco de religioso, pero no en la pauta de comportamiento. Su leitmotiv vital no es la meditación sino la interpretación, mejora y entendimiento de su deporte. El fútbol es vocación, profesión y pasión para la joven estrella de la Real. El balón es el epicentro de su pequeño universo a tiempo completo.
Aunque le apasiona Donosti, su paisaje, su comida y su gente, apenas tiene vida social, pese a su carácter extrovertido, más allá de sus entrenamientos y partidos y los de su hermano Eji, un mediocentro diestro de 16 años, que ya comienza a destacar en la cantera blanquiazul. Ambos, junto a su madre, Tamiko, hacen vida en su casa de San Sebastián mientras el padre de familia se encarga de la gestionar la inmobiliaria que dirige en Tokio.
A los Kubo no les entusiasma el baloncesto, ni el tenis, ni el atletismo, ni las motos, ni la Fórmula 1 y apenas hacen incursiones por series y películas de televisión. En la pantalla de gran dimensión que han instalado en la planta baja de su hogar donostiarra, los hermanos pasan muchas horas cada día viendo y analizando partidos de fútbol.
¿Por qué el ‘14′?
Ya sea la liga japonesa o cualquiera de las europeas, especialmente cuando juega algún compatriota como Endo, Mitoma o Kamada, intentan abarcar el mayor abanico posible de opciones. Es una vida consagrada al fútbol. Take tampoco suele perderse, en directo o grabado, las actuaciones de Kang In Lee, el coreano del PSG al que une un fuerte vínculo afectivo desde su etapa en Mallorca. Las maratonianas sesiones futboleras apenas se ven interrumpidas, salvo cuando Tamiko da el aviso para comer o cenar, especialmente si es arroz, sopas japonesas o carne de Kobe, aunque al “14″ txuri urdin (dorsal elegido debido a su fascinación por Xabi Alonso) también le encanta la cocina vasca.
Por cultura y formación, Kubo tiene valores muy peculiares. Jamás ha pedido una camiseta a un rival, ni siquiera a Cristiano o Messi, al que admira desde que era un niño. No entiende por qué debería solicitar un favor a alguien que ha sido su adversario. Sus principios también le impulsan a aceptar las peticiones en sentido contrario. Sin embargo, cuando recibe alguna prenda de otro equipo suele regalarla a algún amigo o conocido. Es la antítesis del coleccionista.
Vecino de Sadiq (antes también de Sorloth) y camarada de Turrientes, Barrene y Robert Navarro, con los que más congenia por edad, está muy agradecido a Imanol y a la Real por la confianza y seguridad que le han aportado para progresar y convertirse en un jugador determinante.
Reencuentro con su alma gemela
En su regreso al Bernabéu, donde soñó triunfar cuando llevó la camiseta madridista, se reencontrará con viejos conocidos y amigos, especialmente con Andrey Lunin, su alma gemela blanca. Cuando llegó a Valdebebas en 2019, con muchos grupos ya formados dentro del vestuario, encontró complicidad y apoyo en el portero ucraniano, del que se hizo inseparable en viajes y concentraciones.
Como a tantos otros, le ha impactado el arrollador comienzo de Jude Bellingham en España, pero no será Kubo quien le pida su camiseta cuando el árbitro decida bajar el telón del partido.