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ATLÉTICO

Los tiempos del resurgir de Saúl

El canterano vuelve a recordar al mejor Saúl tras tres temporadas muy complicadas, cesión fallida al Chelsea incluida, en las que había perdido el sitio y el mercado.

Saúl ante Isi en el Rayo-Atlético de la 23-24.
VIOLETA SANTOS MOURAREUTERS

Todo comenzó con un dedo señalando al número 8. Ese dorsal con el peso de Luis Aragonés o Raúl García, entre otros, que quedaba libre después de que Griezmann regresara al 7 que ya no sería de João Félix este verano. El dedo era de Saúl Ñíguez (Elche, 1994; 27 años) y en el gesto envolvía una intención: volver a ser el Saúl que en el Atleti lo vestía hacía no tanto. Dos años, en realidad, un mundo. Porque Saúl, el chico Ñíguez nacido en una familia de fútbol de Elche, hijo de José Antonio Ñíguez Boria (leyenda del club ilicitano), hermano de Jonathan (Alcoyano, Mallorca, Murcia, Elche...) y Aaron (Almería, Eche, Braga, Xerez, Oviedo, La Nucia, Eldense...), lo había engrandecido con sus botas durante cinco temporadas y tres partidos, desde la 2016-17 hasta la 2020-21 que se fue cedido al Chelsea.

En venta desde que regresara el julio siguiente, los clubes que antaño se arremolinaban a las puertas del Metropolitano con su nombre en la boca habían desaparecido. Ya nadie quería a Saúl, a ese Saúl que había perdido, el sitio, el mercado y el duende. Solo, quizá, Arabia, donde te visten de oro pero no hay gloria en la hierba. Pero eso no era lo que buscaba Saúl. Antaño un hombre fijo para el Cholo. El jugador de campo con más minutos en la 2019-20, con 4.246′, solo por detrás de Oblak. El segundo de campo con más en la 2018-19, con 3.911′, solo por detrás de Griezman y Oblak. El primero a secas, sin ni siquiera Oblak por delante en la 2017-18, 4.751′. Ese mismo Saúl que detrás de ese gesto, señalar el 8 este verano, Saúl buscaba recuperar. Porque sí, aún había alguien que quería a Saúl. Y es el propio Saúl.

El futbolista así se lo traslado al club. Que no se iba a Arabia ni a ningún otro lugar porque su único deseo era ese, que regresara el viejo Saúl. Que iba poner todo su empeño y dedicación. Y por eso escogía volver a vestir el mítico 8 rojiblanco. Así se lo comunicó también al Cholo, en otra de las conversaciones mantenidas este verano. Unas palabras recogidas por el técnico como quien se reencuentra con un viejo amor. Donde hubo fuego... Saúl de las cenizas solo buscaba volver a surgir. Para cuadrar cuentas y plantilla, el club necesitaba hacer dos ventas, una además de João, y el jugador con el cartel para ello, señalado desde los despachos, era Saúl, pero todos esos planes que abrirían la puerta al anhelado 5 que deseaba Simeone (para el descanso de Koke, tras la marcha de Kondogbia al inicio del verano) se vieron varados en ese no. ¿Y si el refuerzo en el centro del campo rojiblanco era él? Así lo trasladó. Fueron los viajes al lateral izquierdo en los que su carrera había encallado.

La Premier, el adiós con Ibai, Vallecas

La marcha de Filipe Luis en el verano de 2019 creó en la pizarra del Cholo un agujero. Lodi, llamado a ser sustituto, nunca convenció y la virtud de la polivalencia del canterano se hizo castigo. Cada vez que le tocaba ocupar ese lugar en el campo, algo que cada vez era más a menudo, a Saúl se le cambiaba el gesto y se le fruncía el ceño. Un malestar que fue creciendo hasta levantar Everest en su propia cabeza. En la primavera de 2021 el propio jugador reconocía que su bache futbolístico respondía a un bache anímico y mental. Ese verano fue padre, el último día de septiembre se fue a la Premier huyendo del lateral izquierdo que, él sentía, apagaba su zancada, con una despedida esa misma noche en una entrevista con Ibai Llanos, el rey de Twitch y los streamers, que, si con ella pretendía contarle a la afición que aunque se fuera nunca dejaría de ser ‘uno di noi’, en realidad fue un error. Sus palabras le perseguirían. “Me voy porque no entreno en mi sitio”, confesaría. En el Chelsea ni jugaría. Primer partido, dos errores y un cambio al descanso en el que Tuchel le señaló, un mal principio que todo lo demás lo empatanó, como en un aviso de lo que un año después le pasaría a João. En Londres, Saúl, solo sentiría llover. Agua y nostalgia.

En su regreso al Atleti, la temporada pasada, había perdido el sitio y el dorsal. Y también la luz. El futbolista una vez más utilizado por el Cholo, era el 16 en minutos, con 1.466′. Una presencia residual casi a tono con su rendimiento. Saúl seguía sin ser Saúl. El futbolista de los golazos en los días importantes, el canterano que había derribado el fantasma del Bayern en aquella semifinal de la Champions 2015-16, aquel con un solo riñón que se jugó el sano por ese escudo que lleva tatuado en el brazo, solo quería olvidar y volver a empezar. Por eso eligió el 8, por eso así se lo transmitió al club y al entrenador este verano, desoyendo las sirenas y oropeles de Arabia, por eso bajó la cabeza y se dedicó solo a hacer lo que mejor sabe: correr con la pelota en los pies. En Vallecas, sobre esa hierba en la que estuvo cedido en la 2013-14 para regresar y enraizar en el equipo de su vida, con permiso del Elche, completó un partido fantástico, un partido que era rutina en el viejo Saúl. Y en su sitio, ese sitio que ha reclamado ocupar desde que Filipe Luis se fue y dejó ese agujero en el lateral izquierdo en el que el canterano se hundió, junto a Barrios y De Paul. Por momentos, los tres recordaron en Vallecas a los mejores Busquets, Xavi e Iniesta. Con Saúl de nuevo Saúl. Y su 8 a la espalda.