La imagen de la ‘salvación’
El Valencia de Corberán se hizo la primera foto de familia de la temporada en el vestuario del Santiago Bernabéu.


No. El Valencia no está salvado todavía. Le siguen faltando puntos para ello. Pero la foto de familia que se hizo el equipo en el vestuario del Santiago Bernabéu transmitía salvación a modo de liberación. La primera foto de esa índole de la temporada, la primera de la era Corberán. La victoria contra el Real Madrid bien lo merecía. Allí no ganaba el Valencia desde hacía 17 años, allí logró su primera victoria lejos de Mestalla. Jugadores y cuerpo técnico lo festejaron, tanto como su parroquia, que necesitaba una alegría como esa. Hasta el embajador Miguel Tendillo se dejó inmortalizar en la imagen tras el triunfo contra el otro club de su vida.
“Un ejercicio de fe”. Así definió Corberán el partido de sus pupilos. El Valencia en el Santiago Bernabéu espantó infinidad de fantasmas en los noventa y tantos minutos, que por una vez se le hicieron ‘molto longos’ a los anfitriones. El Valencia no necesitó el balón (35% de posesión), no le hicieron falta más remates a portería que los justos y necesarios (2 entre palos) ni tan siquiera tuvo que dar patadas (13 faltas). El Valencia se impuso con “personalidad”, “resistencia”, “solidaridad” y “un nombre propio del partido” como lo fuera Mamardashvili (49 intervenciones, 8 paradas, un penalti detenido, una mano prodigiosa a Fede Valverde).
En la imagen de la salvación no estaban todos los que son. En ella faltaban José Luis Gayà, Dimitri Foulquier y Luis Rioja, tres pilares de este equipo que eligieron asegurarse no perderse otras batallas venideras. Hasta eso le salió a la perfección al Valencia en el Bernabéu. Allí ganó con Max Aarons (que había jugado 30 minutos desde que llegó), Jesús Vázquez (que no era titular en Liga desde septiembre) y con Mouctar Diakhaby (de quien hace un año se pensó que no volvería a jugar). Lo del central, en palabras suyas, fue “algo increíble”. Con su gol cerraba un círculo que empezó con Tchouameni cayéndole sin querer encima de su rodilla y acabó festejando la victoria en Madrid con el brazalete de capitán.
El triunfo contra el Real Madrid tiene muchos meritorios y un campeador. Entre los primeros hay que mencionar a Rafa Mir y Hugo Duro. Cada uno por sus cosas, necesitaban sentirse protagonistas de una gesta. A Rafa Mir le sirve para redimirse (deportivamente, porque de lo que se le investiga ya decidirá la justicia) del mal que le hizo al vestuario; a Hugo Duro, para demostrar que tanto en las rachas buenas como en las fases malas su compromiso no se puede poner en duda. Ellos reforzaron las decisiones que tomó Corberán antes y durante el partido. Él es el campeador, el que dice que “todavía no hemos hecho nada” y sin embargo ha hecho mucho: alejar al Valencia de una Segunda División a la que se iba de cabeza.
Los panes y los peces de Corberán
Corberán pilló al Valencia con 13 puntos y ahora lo tiene con 34; la primera vez que miró la clasificación como entrenador del Valencia se veía a cuatro puntos de la permanencia, ahora está a siete puntos (pendiente de lo que haga el Leganés) de los puestos de descenso. En 13 partidos ha sumado seis victorias, cuatro empates a domicilio y solo tres derrotas ante los tres primeros clasificados de la Liga (Barcelona, Real Madrid y Atlético). Hasta se quitó en el Bernabéu esa doble espina que tenía: la de solo ganar en Mestalla y la de no subírsele a la chepa a ninguno de los grandes.

El Madrid amaga con rendirse
El Valencia, el de Corberán, sorprendió en el Santiago Bernabéu a propios y extraños. De hecho, durante la mañana, en el hotel de concentración del Valencia la sensación que reinaba era que no importaba tanto el resultado como la imagen que se ofreciera en un escenario de tal calibre. En el fondo el 7-1 de Montjuic estaba presente y también lo poco que se compitió contra el Atlético en Mestalla. Qué duda cabe que nada de aquello se repitió esta vez contra el Real Madrid. El Valencia compitió y además ganó, dando un golpe en la mesa de credibilidad el proyecto de Corberán, un entrenador que llegó para salvar la categoría, pero que tiene dos años por delante para hacer más cosas.
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