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Joaquín, para siempre

El portuense se despide del fútbol tras 23 años dejando una huella imborrable en el Betis y en la Liga española. Su adiós recibe el abrazo de todos.

Joaquín, manteado por sus compañeros.
Toni Rodríguez

622 partidos en Primera. El récord de Andoni Zubizarreta. Joaquín Sánchez alcanzó a igualar esa cifra legendaria en su despedida como futbolista profesional tras 23 años de carrera repleta de éxitos y emociones. Un adiós inolvidable. Un abrazo a la Liga y al fútbol. Un suspiro de eternidad. Hubo lágrimas. Hubo melancolía. Pero, sobre todo, hubo felicidad por todo lo que queda escrito atrás y lo que significará en este deporte para siempre. El portuense se retira con la sensación de haber marcado un antes y un después en la historia del Betis y de la Liga española. Se marchó de Heliópolis para vivir cinco años de recuerdos con el Valencia, equipo ante el que hoy firmó su adiós definitivo. Dibujó sueños de Champions en el Málaga y trazó regates imposibles en la Fiorentina antes de regresar a Heliópolis para volver a levantar una Copa del Rey que siempre tendrá su nombre. El Villamarín despide a alguien que convirtió el talento en magia. Y llora bajo el consuelo de que ese recuerdo siempre volverá.

Casi 900 partidos oficiales de clubes desde que debutó con el Betis en el 2000 en Compostela. 77 goles en la Liga que dejan recuerdos imborrables por un sello que casi nunca obvió la belleza. También tuvo su lugar en la Selección. Y en la mente de casi todas las aficiones de España mientras se fue despidiendo de ellas recibiendo sonoras ovaciones en agradecimiento a lo que dio al fútbol durante estos 23 años. Cada aplauso de esos estadios supuso la mejor de las justificaciones a que su grandeza no es una casualidad. Se lleva los respetos de los entrenadores, los suyos y los que no lo tuvieron a su cargo. Se lleva récords. Tantos que casi nunca les dio importancia. Y recibe el cariño de todos. Ese elemento que nunca se desmarcó de su carrera.

Su último día oficial como jugador del Betis resultó una montaña rusa de emociones. Su afición en las gradas gritando su nombre. El Valencia, que tiene un trozo de su corazón, abrazando su adiós mientras hacía cuentas para eludir el temor de un descenso de categoría. Hubo sonrisas y lágrimas. Regates que supieron a antaño y carreras que olvidaron cansancios. Él pensó en ganar y en convencer. Como si no hubiesen pasado 23 años. Su espíritu inquebrantable duró hasta el último día en esta Liga que también le entregó tanto. Miró al cielo recordando a quienes también hicieron posible que hoy estuviera sobre el césped convirtiéndose en una leyenda. La que el beticismo siempre soñó tener. La que está destinada a quedarse para siempre.