Isaac Romero, la gramática del gol
El punta vive momentos de gloria tras su brioso despegue en el Sevilla y quiere conquistar el Bernabéu. Su padre es el utillero del Antoniano, su club de Lebrija, y su madre regenta el bar.
Isaac Romero lleva en los genes el sacrificio del labrador desde que su abuelo se mudara, Guadalquivir abajo, de Lora del Río a Lebrija, otra localidad ribereña, para trabajar el campo, el terreno cultivable sobre tierra salina. “Tiene los pies muy bien puestos en el suelo y la cabeza en su sitio”. Habla Macarena Bernal, la madre de la nueva estrella sevillista que en un mes ha subido al primer equipo, ha marcado goles decisivos y ha protagonizado un brioso despegue para colaborar de forma decisiva en los cuatro partidos sin perder que acumula el Sevilla. Ahora quiere conquistar el Bernabéu después de ser bendecido por el seleccionador, Luis de la Fuente, que presenció su estelar actuación contra el Atlético de Madrid.
Macarena regenta el bar del club de toda la vida del chaval, el Antoniano, equipo que rivaliza con la Lebrijana y que toma el nombre del ilustre Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana en 1492 y oriundo del pueblo sevillano. Antonio Romero, el padre de Isaac y apasionado futbolero, compitió en Segunda en el Xerez y en el Atlético Madrileño, pero las lesiones lo apartaron del fútbol profesional y ahora ejerce de utillero en este club que pelea por la salvación en la Segunda RFEF.
“Es una familia humilde y encantadora. No tengo miedo de que la fama se le suba a la cabeza. En el campo se transforma y va a por todas, está hecho un toro, pero se debería dosificar porque no se frena, va al choque”, comentó en una reciente entrevista Antonio Alcón, padre futbolístico de Isaac y multiusos del Antoniano, donde ejerce de secretario técnico, de tesorero y de lo que sea que necesite el club.
El despertar del delantero nervionense, cuya renovación y cláusula ya negocian sus agentes con el club, ha sido tardío, pues en mayo cumplirá 24 años, pero su carrera ha estado jalonada de muchos sacrificios y viajes de ida y vuelta. Pasó por los juveniles del Cádiz, pero regresó a su club. Antes probó en el Sevilla un par de veces, como benjamín y como alevín. Y con 19 años le llegó definitivamente la oportunidad al ir Pablo Blanco a Lebrija para incorporarlo a la cantera blanquirroja bajo la recomendación de Carlos Marchena. La apuesta ha tardado pero está resultando ganadora. Después de brillar en el primer tramo de campaña con el filial (11 goles en 15 partidos), cayó de pie en el Sánchez-Pizjuán y se ha ganado a la afición no sólo por sus cinco goles entre LaLiga y la Copa, sino por su inquebrantable fe en el trabajo, sabedor de que antes de la recompensa, del premio, está el esfuerzo, como su abuelo cuando llegó a Lebrija para cultivar esa fértil tierra donde Isaac tiene bien aposentados sus pies, con los que le pega al balón igual de bien aun siendo zurdo.