Fernando Martínez: el triunfo del antidivo
Guti sacó de la cueva al portero del Almería, fan del bricolaje. Debutó en Primera con 32 años tras ser vital en el ascenso indálico.
No lleva tatuajes, no tiene redes sociales y le gusta el bricolaje. Fernando Martínez (32) es, básicamente, un tipo normal, muy alejado de ciertas tendencias y corrientes modernas. Un antidivo de manual. Reservado, humilde y familiar, le entusiasma ser portero. No entendería su vida si no estuviera enmarcada entre dos postes y un larguero. Esa pasión es el motor que le ha llevado a no bajar los brazos en los malos momentos, que han sido muchos.
Murciano de cuna, Fernando es el típico currante que ha deambulado durante largos años por el fútbol modesto, que ha soportado largas suplencias, impagos, insultos de aficionados resentidos y al que al final la vida le ha recompensado su tesón. Su mentalidad es su punto fuerte. Cuando no jugaba de titular se desafiaba a sí mismo para entrenar más duro. Su autoexigencia y compromiso le mantenían en el camino mientras otros compañeros iban arrojando la toalla. Nunca aflojó el ritmo. Le motivaba remar contracorriente.
Cuando se vio forzado a marcharse de su querido Real Murcia, del que era capitán, por la alarmante situación económica del club, fichó por UCAM, equipo rival, porque no quería abandonar su tierra. Tuvo que aguantar en algunos partidos gritos de “pesetero” y otras lindezas de mayor calado de aficionados pimentoneros que no entendieron la situación. Fernando, dolido, calló y siguió a lo suyo.
Llegó a Almería en 2017 y los primeros años era casi invisible para los entrenadores. Contaba entre poco y nada. El primero que vio algo especial en él fue alguien con una visión especial para el fútbol. Cuando el jeque Turki Al-Sheik fichó a Guti como entrenador en noviembre de 2019, el autor del mítico taconazo de Riazor sacó a Fernando de la cueva.
Durante una época alternaba sol y sombra pero defendiendo su oficio con tanto ahínco debía llegar alguien que apostase con fe absoluta por él. Ése fue Rubi. Le dio confianza y galones y Fernando lo devolvió con actuaciones memorables que ayudaron a llevar al equipo a Primera. Y con 32 años, cuando otros piensan en la retirada, él debutó en la máxima categoría. Ya estaba entre los grandes.
Atrapó su gran ocasión con tanta fuerza que será difícil que alguien se la arrebate de las manos. Hoy tendrá enfrente a los campeones de Europa. Mañana, cuando vaya al parque con Marta de la mano para ver jugar a Claudia y a Sara podrá contarle a sus hijas que su papá cumplió un sueño de niño y jugó en el Santiago Bernabéu, el mismo escenario en el que triunfó su admirado Iker Casillas.