Esperpéntico: el traspaso de RdT al Rayo no entra a tiempo en LaLiga
La frustrada venta al único club que realmente lo quiso pone la guinda a un verano demencial, supeditado a su salida. Se queda en el Espanyol contra su voluntad y la del club.
Era, a pesar de los desmentidos oficiales, la carta a la que se aferraba el Espanyol para renovar en profundidad y mejorar su plantilla. Y también el ardiente deseo del protagonista de este culebrón que, tras un verano demencial, ha vivido un desenlace a la altura de los hechos que se han ido sucediendo en los tres meses anteriores, con el Rayo Vallecano como actor estrella en el episodio final. Raúl de Tomás se queda en el Espanyol, en contra de su voluntad y la del club. Y con un desenlace de lo más esperpéntico. Y con Joselu Mato, el recién fichado Martin Braithwaite y Dani Gómez, incluso Javi Puado, por delante en la nómina de ‘nueves’.
El traspaso, que se fue negociando con diversas ofertas y contraofertas durante toda la jornada final, llegó a acordarse formalmente a pocos minutos para la medianoche, pero la documentación no llegó a LaLiga a tiempo para inscribirlo. Los franjirrojos intentaron primero la fórmula de una cesión y al no fructificar dicha opción, subieron su oferta —mejoraron los diez millones iniciales hasta los 13M€— por el 50% de los derechos del jugador. Las cifras que el Espanyol había demandado de entrada. Hubo acuerdo, no fichaje. Los vallecanos, por su parte, se quedan sin un ‘nueve’ que todavía necesitan y están obligados a jugar la carta del agente libre. Diego Costa está en el paro...
Al menos hasta el mercado invernal, Diego Martínez deberá lidiar con su encaje en el vestuario y en el equipo, mientras que RdT deberá recapacitar si aún conserva alguna opción de acudir al Mundial. No en vano, y como consuelo, si el madrileño ha alcanzado la internacionalidad absoluta ha sido durante su trayectoria en el Espanyol en estos dos últimos años y medio, en los que ha anotado 45 goles en 89 partidos y ha sido determinante en la consecución de un retorno fulgurante a Primera y de una posterior permanencia tranquila. Y en los que ha protagonizado, igual que en toda su carrera, episodios de diversa índole.
Su recta final de la temporada 2021-22 fue un presagio del desconcierto que llegaría. Primero, un pique en las redes sociales con algunos aficionados. Después, su enfrentamiento público con Vicente Moreno, su gran defensor ante el vestuario, en el Bernabéu. Y, finalmente, una tarjeta amarilla en la penúltima jornada, contra el Valencia, que por acumulación le dejó fuera del final de Liga en Granada y que, a la postre, significó su último partido hasta la fecha en el Espanyol.
Ya entonces el divorcio era palpable. El Espanyol tenía decidido que su venta tenía que ser la gran llave para afrontar un mercado de profunda renovación, y así se lo trasladó a Diego Martínez, mientras que su entorno empezó a buscarle destino. Una separación que se agravó el primer encuentro entre el delantero y el nuevo técnico, el 14 de julio, que lejos de limar asperezas o para aceptar las respectivas posturas acabó por generar una distancia insalvable.
En lo sucesivo, De Tomás nunca más volvería a entrenarse con el grueso de la plantilla, salvo 20 minutos en la sesión del 9 de agosto, cuando se suponía que ya había adquirido el ritmo suficiente para estar a la altura de sus compañeros pero le surgieron nuevas molestias. Y así, hasta el último día de mercado.
Entretanto, deshojaban jugador y Espanyol la margarita de ofertas que nunca llegaron, y que su entorno fue deslizando a conveniencia. Desde el Bayern de Múnich, que acababa de traspasar a Robert Lewandowski al Barcelona y que enseguida firmó a Mathys Tel como sustituto, a un Real Madrid al que De Tomás realmente quería esperar pero que no llegó a postularse. Pasando por Fulham, Chelsea, Aston Villa, un Sevilla que este mismo jueves renegó de él y un sinfín de rumores relacionados con la Premier League, el campeonato que mejor domina la agencia de representación del ariete, que jamás prosperaron.
Y en paralelo se fue limando el discurso de un Espanyol que a inicios del verano, en palabras de Mao Ye y Domingo Catoira, CEO y director deportivo respectivamente, se limitaba una y otra vez a remitirse a su cláusula de rescisión de 70 millones de euros. Que de puertas adentro fue variando a intermediarios o clubes que, simplemente, preguntaban sin ir a más.
Por 40 millones hubiera salido a principios de julio, por alrededor de 30 se hubiera aceptado una venta conforme se enrevesaba su situación en la pretemporada. Y por poco más de 25 se hubiera estudiado en estas últimas semanas. Pero nunca llegó una oferta, ni por uno de esos montantes ni por ningún otro. Hasta la aparición de un Rayo Vallecano que no hizo sino escenificar en pocas horas el caos de todo un verano. El otoño futbolístico deparará un incendio mayor o, como sería conveniente, una reconciliación que en el fondo interesa a todas las partes.