En manos de dos colosos
Vinicius vuelve a pisar el Bernabéu tras destrozar al Girona y Ramos, como rival del Madrid... 19 años después. Rüdiger y Ocampos ponen el músculo del duelo.
La última vez que Sergio Ramos jugó en el Bernabéu como rival del Madrid tenía 19 años y un número indeterminado de tatuajes menos que el que aparecerá hoy por Chamartín. Fue un 22 de diciembre de 2004, un Real Madrid-Sevilla (0-1) con la figura engabardinada de Luis Suárez (en paz descanse) en el palco como secretario técnico del Inter de Milán. Había ido a espiar a Julio Baptista y se enamoró de ese chaval sevillista con un número extraño para su posición de lateral derecho, el 5, que junto al ahora denostado Dani Alves se cenó al Madrid (sigue el partido en directo en AS.com).
Vinicius por entonces estaba en la guardería, ahora imparte cátedra en Chamartín. Sin Bellingham, todo gravitará en clave blanca sobre su intrépido fútbol. De coloso camero a coloso canarinho. Si Muhammad Ali, uno de los iconos deportivos que se ha tatuado Vinicius en la espalda, decía aquello de que “no pueden golpear lo que no pueden ver”, el último Vini que vio el Bernabéu fue invisible para el rival. Yan Couto y el Girona aún siguen cazando sombras. Ese Vinicius que arrasó al equipo de moda es el que se prepara para no ser comparsa de Mbappé. En la semana de Kylian, el futuro, lo palpable ahora es el brasileño, el legítimo poseedor del 7.
Y el que vuelve a comandar la ofensiva de un Madrid enjaulado en Vallecas, pero feliz en su nueva sabana indoor del Bernabéu. Sin Joselu, baja más dolorosa de lo imaginado en agosto, Brahim se apresta a ayudar y le toca redoblar a Rodrygo, que anda de palomero. De sus 13 goles, sólo cuatro abrieron el tanteador blanco.
Ancelotti, privado de Camavinga y Carvajal, daños retardados del empate en Vallecas, recupera a Mendy y es turno para Lucas Vázquez, una renovación aún en stand by. Aunque sea otro que siempre cumple, esa frase que odia Nacho. La tradicional filosofía del club de renovar año a año quizá tendría que modernizarse, porque este Lucas tiene más celdillas en las abdominales y más recursos que el veinteañero que fue en el Castilla. No parece que se vaya a apagar en el corto plazo.
A 38 puntos de distancia, este Sevilla que aunque ande regulero, siempre está a un arrebato de ser el que fue hasta la pasada Europa League, por ejemplo. El desfase se explica, en parte, por las defensas, que son la noche y el día. El Madrid lidera la estadística de las clean sheets (en román paladino, las porterías a cero) con 12 en 25 jornadas, y el Sevilla apenas ha logrado tapiar su arco en cuatro partidos, pero entre ellos, las dos últimos. Brotes verdes suben desde Nervión. Y fibras de músculo. Ocampos, que ha hecho de todo esta temporada en el Sevilla menos de portero, aunque ya lo fue en un partido en 2020, se ha recuperado a tiempo de unas molestias. El argentino es el segundo futbolista de Primera que más amarillas provoca (14) y es peleón, el que más duelos ofensivos ha planteado a sus rivales. Terreno selvático donde se maneja muy bien Rüdiger, otro que regresa al once madridista tras superar el edema de grado sísmico que sufrió en Getafe hace 24 días.
Pisar callos
“El elogio debilita”, era una de las frases recurrentes de Ramos en el Madrid. Hoy recibirá el homenaje del Bernabéu. Escueto, para no pisar callo en un Sevilla que no ha seguido el mismo plan, denuncia contra Real Madrid TV en el tapete. Quizá esa estrategia, la del piropo debilitador, es la que está siguiendo Quique Sánchez Flores, que desde Sevilla ha ensalzado al Madrid con un epíteto novedoso: “Es un club superadmirable”.
Como a Ramos, a Quique cuesta verlo como enemigo del madridismo. Ahijado de Di Stéfano y viciado al PC Fútbol cuando fue jugador profesional del Madrid, su tía, Lola Flores, vaticinó su futuro como entrenador. Y gateó como técnico en la cantera del Madrid, con talentos como Borja Valero y De la Red en sus manos. Su cuaderno de bitácora comenzó con una carpeta de ejercicios del fútbol total del Ajax y un manual del entramado defensivo de Sacchi, su cabeza hizo el resto y hasta hoy: entrenador en cinco países distintos y seis títulos oficiales en su palmarés.
El alma de Isaac, el lebrijano
Quique no tiene aún entidad de faraón en Nervión, pero al Sevilla le ha sentado bien que no le genere urticaria el talento joven. Está luciendo cuando puede a Juanlu (20 años), le da la cancha a Alejo Véliz (20) que le niega a Rafa Mir, mira con ojitos al francés Muzambo (18) y es devoto de Isaac Romero (23), la inesperada sensación de un Sevilla que necesitaba eneryía, que diría Ancelotti. Bueno, y el propio Quique. “Isaac nos llena de energía, nos transmite un aire distinto”, dijo hace poco el técnico sevillista. También le pone alma. Este lebrijano andaba con 20 años en el Sevilla C como superviviente de una grave lesión de hombro y una rotura de peroné. Ahora, el Sevilla le da vueltas a cómo retener a un ariete que con sólo 587 minutos en el primer equipo y cinco goles ha entrado en la libretilla de Luis de la Fuente y que tiene una cláusula de 15M€. No es moco de pavo.
Ilia Topuria, madridista y compadre de Ramos, anticipará con el saque de honor donde brindará su cinturón de campeón de la UFC un partido sudoroso como todos los que enfrentan a Real Madrid y Sevilla. Sea cual sea la circunstancia clasificatoria, los homenajes y los enemigos íntimos que se entrecrucen.
