El ‘no’ del Villarreal que envió a Isi a la huerta y casi le saca del fútbol
El murciano, que pasó cuatro años en la cantera amarilla, se enfrenta a su pasado. El Villarreal le rechazó y casi acaba con su sueño. “Dudé de si valía para esto”, confesó a AS.
Su nombre se ha convertido en algo recurrente cada vez que se acerca una lista de la Selección. Isi Palazón, de 28 años, es el jugador de moda. El pichichi del Rayo con cinco goles —además de su máximo asistente, con tres— es también el segundo jugador que más faltas recibe de LaLiga (por detrás del madridista Vinicius) y el sexto de Europa. Sin embargo, su camino hacia la gloria no ha sido fácil. Su historia es una historia de perseverancia, de lucha, de superación... Algo que ha enamorado a Vallecas. El murciano ha tumbado los clichés de futbolista de éxito y su victoria es la del antihéroe, la de un tipo divertido y humilde, que ha estado abajo para llegar a lo más alto. Un obrero del fútbol, un jornalero de la vida. Un rayista que estuvo a punto de no serlo tras el ‘no’ del Villarreal...
Isi siempre ha respirado fútbol, desde niño. Su abuelo era presidente del Cieza, club en el que su padre (Isaac Palazón Pérez) llegó a jugar en Segunda B durante la 1993-94. Aquel Isi I de Cieza era otro perfil de jugador. “Tenía unas características diferentes a las mías, era más lento y un mediocentro posicional”, confesaba en una de sus entrevistas a AS, apuntando a que su ídolo de niño lo tenía en su propia casa: “Iba a verlo y me gustaba cómo le pegaba al balón. Era zurdo como yo, bueno, yo como él”. El balón fue una pasión que salpicó a sus hermanas también. A Julia, la mayor y a María, la pequeña.
Al igual que Julia, Isi fue convocado con la selección murciana. Pronto despuntó. Se convirtió en el máximo goleador de un campeonato de España celebrado en verano y el Real Madrid se fijó en él. “Estuve una semana a prueba en Valdebebas, me volví a casa y dos días después me llamaron para decirme que me habían seleccionado”, recuerda. Apenas tenía 13 años cuando llegó a La Fábrica. Era cadete y, por entonces, actuaba de lateral izquierdo. Una demarcación en la que repetiría más adelante, aunque además ha experimentado como mediapunta y mediocentro. “Esa decisión de irme de casa tan pequeño me costó mucho, pero acerté. Estar un año fuera tan joven me hizo madurar. Mi madre Julia lo pasó muy mal. Nos echábamos mucho de menos. Fue un año lleno de vivencias extraordinarias, aprendí mucho y conocí a jugadores que luego llegaron a la élite, como De Tomás. Y en la residencia coincidí con Jesé, Morata…”, enumera.
Sin embargo, tuvo que hacer las maletas con 14 años. “Me dieron la baja. Eres un crío y no lo entiendes. Vivía todo con mucha intensidad, para lo bueno y para lo malo. Cuando me ficharon era el niño más feliz del mundo y cuando decidieron no contar conmigo me convertí en el niño más triste. Tuve que volver a mi pueblo y escuchar comentarios que no son los más agradables”, esgrime. Aquella puerta se cerró, pero se abrió la de otra cantera de prestigio, la del Villarreal. Allí estuvo más, casi cuatro años. “El instituto se encontraba a apenas cien metros de la ciudad deportiva. Hacíamos vida en un radio de un kilómetro. Fue una etapa muy bonita”. Eso sí, el final volvió a ser un ‘no’ y toparse contra ese nuevo rechazo le hizo replantearse sus sueños. Su vida. ¿Y si no valía? ¿Y si no era capaz? ¿Y si...?
“A los 20 años regresé a casa y era volver a empezar de cero, a dar explicaciones… Ahí fue un punto más difícil. Era más consciente de las cosas y era el segundo varapalo que me llevaba. Sentía como si hubiera vuelto a fallar a mi familia. Me planteé dejar el fútbol. Dudé de si valía para esto. Me metí a trabajar en el campo, con amigos míos. Pasé de ganar X a nada o casi. Tienes que acostumbrarte a los palos que te da la vida. Gracias a mi entorno seguí creyendo en mí y de ahí pasé al Real Murcia”, desvela, sin saberse todo un ejemplo de resiliencia. Resurgió cual Ave Fénix. Y de esa época en amarillo sacó muchas enseñanzas que hoy forman parte de su ser. “Aprendí el juego interior. Realizar las perfilaciones por dentro y jugar a pierna cambiada me han dado mucha más experiencia a ese nivel. Desde que llegué, los entrenadores me inculcaron su metodología, el Villarreal en eso es el número uno. No me considero un jugador rápido, pero sí potente. Eso hace que no esté tan pegado a línea de cal y en el fútbol moderno cada vez hay más futbolistas que parten de banda y se meten por dentro. Eso hace dudar al rival”, analiza el Robben de Vallecas, como le apodan en Twitter, donde tiene una legión de fans. Aunque Isi espanta cualquier parecido: “Ojalá llegara yo a ser Robben. Él cogía el balón mucho más abierto en banda y ya siempre hacía la diagonal. A mí me gusta cogerlo más dentro”.
El Murcia, la Ponferradina de Bolo y el Rayo de Iraola. Esas han sido las tres estaciones que recorrió hacia la élite y en ese trayecto coleccionó un ascenso a Segunda (18-19) y otro a Primera (20-21). Este último lo lleva grabado en la piel, un tatuaje que le recuerda aquel playoff y la remontada de Montilivi. Una vez más lo imposible se hizo posible. Y es que Isi en eso tiene un doctorado... El de Cieza aún celebra goles haciendo el gesto de recoger melocotones. Se niega a olvidar la huerta y lo que ésta encarna, esos reveses que tiene la vida. “La gente ve a los futbolistas como si fueran de otra galaxia y somos personas normales. Humildes”, insiste. Hoy pisará La Cerámica, de nuevo como jugador de Primera. Hoy los recuerdos se agolparán en su cabeza. Hoy Isi volverá a recoger los frutos de su esfuerzo...