“El Flamengo juega con 50 millones de hinchas detrás”

José Armando Ufarte (Pontevedra, 1941) debe su fama en España a sus diez años en el Atlético, en los que ganó tres Ligas y dos Copas. Pero sus primeros pasos como profesional los dio en Flamengo, que debuta hoy en el Mundial de Clubes y apunta a verse con el Madrid el sábado.

Cuénteme de dónde surge lo de ser O Espanhol del Flamengo...

Allí soy Espanhol, sí. Por Ufarte no me conoce nadie (ríe). Mi padre fue de emigrante para Río de Janeiro y entonces tuvimos que acompañarlo. Allí me vieron jugar y me dijo uno: “¿Por qué no vas a hacer una prueba en el Flamengo?”. Me recogió, fuimos, la hice y me seleccionaron. Me quedé en Flamengo desde los 15 años hasta los 23 que vine al Atlético. Bueno, jugué cedido en el Corinthians, que es el segundo club más querido de Brasil, pero fueron sólo nueve meses y me volví.

Una pelota es el vehículo más sencillo para integrarse en una nueva cultura...

Cuando emigré ya estaba entrenándome con los Juveniles del Pontevedra con sólo 13 años. En Brasil lo principal era y es el fútbol. Aquí nos gusta, pero no es comparable.

Y escala en el rubonegro hasta jugar rodeado de campeones del mundo.

En ese ataque estaban Gerson, que marcó el segundo gol a Italia en la final del Mundial de 1970, entramos juntos y seguimos a la par hasta que él se fue al Botafogo. Con 16 años ya sabía todo. También estaba Dida, el titular de Brasil antes de Pelé, y Joel, que jugó aquí en el Valencia. Este era extremo derecho y cuando subí al primer equipo, el entrenador le mandó a la otra banda (risas).

Y enfrente, Garrincha.

Era un admirador total suyo. Fui a la selección carioca, que por cierto estaba llena de campeones del mundo, y estaba él también convocado. Cuando llegué al hotel me dijo: “Prepárate que juegas, porque yo tengo que ir a que la rezadora me vea la rodilla”. ¡Él creía más en la curandera que en los médicos! Era una persona especial, sin duda, y después tuve la suerte de tenerlo aquí en Madrid porque vino con la mujer, que era una artista de samba y actuaba en la Gran Vía, y yo me lo llevé un día a entrenar con el Atlético de Madrid. Estuvo en mi casa, tuve una gran amistad con él. Con Pelé también, pero menos. Aunque siempre que venía a Madrid nos llamábamos para ir a comer y tal. Tengo un cariño muy grande por la gente de Brasil porque me han tratado de maravilla. De hecho, me casé con una brasileña.

¿Cuál le dio más dolores de cabeza? ¿Garrincha o Pelé?

¡Los dos, los dos! Han sido los más grandes. Pelé era completísimo, iba también de cabeza. Lo dominaba todo. Le pegaba con las dos piernas, driblaba bien. Garrincha desconcertaba. Tenía una velocidad fuera de lo normal. En quince metros esprintaba y no lo cogía nadie. Se plantaba delante de los defensas y todo el mundo sabía qué iba a hacer... pero no podían pararle.

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Siempre se ha dicho que Flamengo es el club más popular de Brasil.

Y es verdad. Es el más querido del país, el más grande. A Marruecos han ido seguro por miles. Es un club que juega con 50 millones de hinchas detrás, más que la población de España. Nuestro campo se nos quedaba tan pequeño que teníamos que jugar casi siempre en Maracaná. Jugamos una final del campeonato contra Fluminense ante 185.000 espectadores. Récord mundial. Era increíble. Y es el derbi de Río más caliente, el Fla-Flu. No sé cómo no hubo una desgracia grande, porque pudo haber un problema grave.

¿Ha vuelto a Río a visitar alguna vez a su Fla?

He ido un par de veces. Y todos los años me felicitan por mi cumpleaños. Los aficionados también me recuerdan. Uno me vino una vez en Príncipe de Vergara, que cuando me reconoció fue a por una camiseta para que se la firmase. Es impresionante. Yo no jugué en ningún estadio donde no hubiera bastante gente del Flamengo.

¿Y nunca pensó en jugar con la canarinha?

En esa época en que iba a la selección carioca me hablaron de nacionalizarme brasileño. Pero queríamos regresar a España. Habíamos dejado aquí a una hermana mía y mi madre quería regresar. Fue muy duro. La única salida era que me comprase un club español. Pero no fue fácil...

¿Cuál era el problema?

No querían venderme. Vinimos a Valencia al Trofeo Naranja y vino también el Atleti. Hablamos y llegamos a un acuerdo, pero el Flamengo seguía sin querer vender. Les dije que o me traspasaban o no me subía en el avión de vuelta a Brasil... “O trincáis el dinero o no me saquéis el billete de vuelta”. Nunca volví a jugar allí, sólo volvimos de visita.

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¿Sigue aunque sea en la distancia la actualidad flamenguista?

Sí, siempre que puedo les veo por la tele. Son los más fuertes junto al Madrid, claro. Si se da esa final en el Mundial de Clubes va a ser bastante equilibrada.

El fútbol brasileño ha perdido empuje porque no puede retener al talento joven, o eso parece al menos desde el otro lado del charco.

Es que es así. Cada vez se viene más jóvenes a Europa. Los niños pierden a sus referentes. Vinicius, precisamente de Flamengo, o Rodrygo se vinieron con 18 años. En mi época se jugaba en Brasil el mejor fútbol del planeta, pero de largo. Hoy, esos niños no tienen tiempo de ver de cerca a los grandes porque enseguida salen del país. Desde 1950, pese al Maracanazo, a 1970, Brasil fue la mejor del mundo.