El Athletic, el origen de la crisis del Levante
Desde la histórica semifinal en Copa del Rey, el camino se inclinó sin remedio para el Levante. Calero, cuestionado, calibra su apoyo en el Ciutat.


Corrían tiempos felices en Orriols. El Levante estaba a las puertas de su primera final de Copa del Rey tras empatar en la ida de la semifinal en San Mamés y la suerte se repartía en el Ciutat de València, con las gradas vacías a consecuencia de la desescalada de la pandemia. Roger, incluso, adelantó a los granotas. Todo parecía posible. Pero empató el Athletic y llegó la prórroga. En el alargue, un disparo de Berenguer tropezó en Vukcevic (el fichaje más caro de la historia del club, recordado por su elevado precio y por su nulo rendimiento) y, sin saberlo, comenzó la caída del Levante. Una carambola que cambió el destino del club (sigue el partido en directo en AS.com).
El Levante presumía hacia fuera de una economía saneada mientras por dentro comenzaba a endeudarse hasta las cejas. Los créditos se acumulaban con la reforma del estadio, la proyección de una nueva ciudad deportiva y un equipo de autor que rechazaba ofertas millonarias por sus estrellas. Un castillo que, en realidad, se asentaba sobre arena húmeda.
Desde aquel partido, el camino se inclinó sin remedio. El equipo que rozó la gloria encadenó 25 jornadas sin ganar, un récord funesto que se llevó por delante a Paco López, dio paso a la incomprensible apuesta por Javier Pereira y acabó con un imberbe Alessio Lisci intentando evitar una tragedia anunciada. El Levante se fue de bruces a Segunda División.
Con Quico Catalán al mando, el club se jugó un all in, incluso más de lo que tenía, al ascenso. El cruel desenlace de la final del playoff contra el Alavés hizo saltar todo por los aires. La deuda comenzó a devorar el club, pero la magnitud del problema se escondía en la profundidad de los cajones de las oficinas del Ciutat. Catalán dejó el cargo y llegó José Danvila, ajeno aún a la auténtica dimensión del problema pese a formar parte de la anterior gestión. Tras inyectar más de 30 millones de su propio bolsillo, el Levante sigue corriendo delante del fuego.
El milagro, sin embargo, llegó en el campo. Dos años después de la fatídica final contra el Alavés, el Levante regresó a Primera División de la mano de Julián Calero, hoy cuestionado por la racha de resultados. Lo que es el fútbol.
El técnico afronta el partido con bajas importantes y un runrún en el ambiente. No estarán Unai Vencedor por la cláusula del miedo ni los lesionados Carlos Espí y Pablo Martínez. A eso se suman las dudas de Iván Romero, Matías Moreno y Dela. A perro flaco, todo son pulgas.
Al Ciutat, huérfano de victorias, regresa un Athletic de Champions. Por su césped solo han desfilado rivales europeos (Barcelona, Betis, Real Madrid, Rayo y Celta, anteriormente). Lo hace con la necesidad de dar un golpe sobre la mesa antes de recibir al Madrid, Atlético y PSG en San Mamés.
El goteo de bajas no cesa para Valverde. Ayer cayó a última hora Laporte, por un proceso vírico. Tampoco están otros tres jugadores capitales: Iñaki Williams, aún sin recuperarse de la severa lesión muscular que le ha hecho perderse seis partidos, y Sancet y Ruiz de Galarreta, los dos por sanción a consecuencia de la expulsión y la quinta amarilla que vieron, respectivamente, en la última jornada en el Camp Nou.
Además, son ausencias de larga duración Sannadi, Prados, Unai Egiluz y el sancionado por positivo Yeray. Ocho bajas que merman mucho al grupo. A todo ello se suma el desgaste acumulado por un calendario asfixiante y la pubalgia de Nico Williams, en duda partido tras partido.
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Aun así, los leones se fían de su buena estrella en el Ciutat, donde solo ha perdido en una de sus ocho últimas visitas. Un estadio en el que, sin pretenderlo, empujaron al Levante hacia una crisis que aún hoy sigue atormentando a la entidad.
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