REAL MADRID-ESPANYOL | MIÑAMBRES
“Eché de menos una llamada del Madrid en los malos momentos”
Una rotura de cruzado retiró al otrora lateral derecho tras destacar como promesa del Madrid y buscar la consolidación en el Espanyol. “Toqué fondo”, se sincera en AS.
La mala suerte se cebó con él de forma cruel. A Óscar Miñambres (Madrid, 1981) el infortunio le persiguió con saña, como una mala sombra, y no le dio tregua. Su trayectoria fue la de un cohete que cayó con estrépito cuando iba disparado hacia las estrellas. Lateral derecho ofensivo, una rotura del ligamento cruzado en la rodilla izquierda se convirtió en una cruz demasiado pesada que lastró por completo su progresión y le obligó a retirarse con 26 años, tras destacar como gran promesa en el Real Madrid y tratar de consolidarse en el Espanyol. La intensa rabia que sintió le hizo apartar el fútbol de su vida durante un largo periodo. La frustración lo devoraba por dentro. Diecisiete años después de su forzosa jubilación, aún nota cómo los viejos fantasmas continúan acechando.
Entrevista
―¿Qué tal le va?
―Hace 14 años que regento un estanco y es mi forma de ganarme la vida. Tengo una hija de 17 años y dos chicos de 15 y 12. Los tres juegan al fútbol y eso me distrae y me ocupa mucho tiempo.
―Usted iba para figura…
―Me gustaba mucho el fútbol. Empecé en Alcorcón, entré en el Madrid con 11 años y fui escalando hasta poder debutar con el primer equipo gracias a Vicente Del Bosque, que siempre apostó mucho por mí.
―Su debut fue amargo…
―Sí, porque me estrené a finales del 2000, en un partido de Copa en el Salto del Caballo de Toledo y perdimos 2-1. Jugué 25 minutos. En liga fue mejor porque ganamos 7-0 a Las Palmas con cinco goles de Morientes, salí de titular, di una asistencia y me hicieron un penalti. En mi primera aparición en Champions también pude dar un pase de gol a Solari contra el Oporto.
―¿Su perfil era idéntico al de Carvajal?
―En lo ofensivo sí, porque me gustaba mucho atacar. De hecho, alguna vez salí como extremo sustituyendo a Figo. Defensivamente tenía que mejorar.
―Hablando de Carvajal, ¿merece el Balón de Oro?
―Claro, por los títulos que ha conseguido y el papel de protagonista que ha tenido lo merece. Su última temporada ha sido brutal. En mi opinión debería estar entre Vinicius y él.
―¿Usted soñaba alto?
―Sí. Cuando las cosas te van bien estás como en una nube y piensas en seguir creciendo y alcanzar cotas más altas. Mi deseo era triunfar en el Real Madrid. En mi banda tenía que pelear por un puesto con Míchel Salgado, pero me sentía con fuerza y ánimo para ello.
―¿Cuándo empezó a derrumbarse el castillo de ilusiones?
―En 2003, cuando llegó Queiroz al Madrid, me rompí el quinto metacarpiano de un pie, la lesión se complicó más de la cuenta y me tuvo en el dique seco durante casi ocho meses. Jugué algunos partidos, pero la temporada fue un calvario.
―Y después se rompió el cruzado…
―Cuando vino Camacho al Madrid me dijo que era mejor que me fuese cedido para coger ritmo. Me marché al Espanyol y me costó adaptarme al principio, pero acabé jugando y ganando confianza hasta que el 22 de diciembre, en Mestalla, me tocó el Gordo, pero el malo.
―¿Ese partido no lo iba a jugar de titular?
―No. Había rotaciones, pero Iván De la Peña tuvo un problema estomacal y salí yo. En el minuto 14 todo fundió a negro. Me reventó la rodilla izquierda. Apenas había tenido lesiones en mi carrera y esa era la segunda grave de forma consecutiva.
―¿La operación no salió bien?
―Me operó el doctor Cugat, que era de los mejores, pero yo noté que algo no había salido bien. A los siete meses, de regreso en el Madrid, sentía que la rodilla se me iba y no tenía estabilidad. Paré dos veces, pero me volví a romper. Además, justo cuando había llegado López Caro, que confiaba mucho en mí porque me conocía de la cantera. Fue un desastre porque no sólo me destrocé de nuevo el cruzado sino también el menisco interno entero. Me operó Del Corral, me puso un injerto, pero ya nada sería igual que antes.
―Hizo un último intento por volver…
―Con Capello entrenaba y parecía que la cosa no iba mal, pero al final no jugué. Se me acabó el contrato y me fui al Hércules, pero en pretemporada la rodilla se me inflamaba mucho después de cada entrenamiento. Empecé a sentir mucha ansiedad porque llevaba casi tres años intentando estar a mi nivel, pero veía que era imposible. La desesperación me llevó a rescindir el contrato porque veía que no podía salir adelante y sentía que me iba a romper de nuevo. Tenía sólo 26 años.
―Cayó del cielo al infierno, ¿cómo lo gestionó emocionalmente?
―Al principio fue un alivio porque desapareció la angustia. Tenía ansia por volver a jugar, pero por mucho que entrenase y me cuidase la rodilla no respondía. Dejarlo supuso un descanso mental. El problema es que el plan B era un negocio de construcción que salió mal y trajo problemas económicos. Me agobié y dejé incluso de ver fútbol por televisión.
―¿Le hacía daño anímicamente?
―Sí. Veía a antiguos compañeros disfrutar del fútbol y pensaba que yo podía estar ahí. Sufría mucho. Durante seis años aparté el balón de mi vida. No veía ni los derbis ni los Clásicos. Incluso hoy en día a veces siento que algo se remueve en mi interior cuando veo un partido o a ex compañeros míos de entrenadores.
―¿Se ha atormentado pensando qué habría sido sin lesiones?
―Muchas veces. Creo que me habría ido bien porque me sentía en una buena dinámica y con confianza. Podría haber tenido una larga experiencia en Primera División y una vida más satisfactoria que la que he vivido.
―¿Tocó fondo a nivel personal?
―Totalmente. Tras la retirada prematura, el fracaso en el negocio y los problemas económicos también llegó la separación de mi mujer durante un tiempo. Tuve que acudir a una psicóloga. Retomé la relación con mi pareja, pero a día de hoy todavía sigo luchando mentalmente contra todo lo que me ha pasado.
―¿Fue mayor el dolor físico o el emocional?
―He tenido dolor y muchas molestias, pero la huella en el corazón por la desilusión de no haber podido tener una carrera deportiva normal y que mis hijos no me viesen jugar me hizo mucho daño. Ese dolor me lo llevaré a la tumba.
“Salir del pozo en el que caí no fue fácil”
―¿Cómo logró desactivar esa bomba de frustraciones?
―Esa bomba explotó varias veces realmente. Tuve que tirar hacia delante como pude, con paciencia, fuerza de voluntad y ayuda psicológica. No tenía más remedio.
―¿Hasta qué punto le llevaron los pensamientos negativos?
―Por todas partes. Fue una muy época horrible. De hecho, todavía tengo esos pensamientos a veces. Estoy pasando por algunos problemas laborales y hay situaciones que hacen que los viejos fantasmas vuelvan a aparecer. Psicológicamente voy por rachas y ahora estoy otra vez en una de las malas.
―¿Echó en falta una llamada del Madrid en los malos momentos?
―No puedo mentir, sí lo eché de menos. Entiendo que es un club inmenso, con muchos frentes que atender, pero me habría gustado una llamada para poder colaborar en alguna faceta.
“El dolor por mi retirada me lo llevo a la tumba”
―¿Qué mensaje le transmite a tus hijos?
―Muchas veces, viendo un partido en televisión, me han dicho: “Papá, tú podías haber estado ahí” y es algo que me llega al corazón. Ojalá me hubieran podido ver jugar. Eso me duele. Mi mensaje es que en la vida hay que darlo todo en lo que hagas, luego puede salir mejor o peor, pero hay que esforzarse al máximo.
―¿Le quedan secuelas físicas?
―Sí. Hace cinco meses he tenido que volver a operarme por tercera vez porque la rodilla me dolía al subir las escaleras e incluso sentía pinchazos incluso al salir del coche.
―¿Se consideras un superviviente de la vida?
―No lo sé, pero es cierto que salir del pozo en el que caí no fue fácil. He tenido muchas desgracias y he sufrido mucha angustia, pero mirando el lado positivo también tengo que dar las gracias por haber vivido experiencias por las que mucha gente pagaría y por tener la familia que tengo.
“Me duele que mis hijos no hayan podido verme jugar”
―Usted vivió la época de los galácticos ¿de quién guarda mejor recuerdo a nivel personal?
―De todos. Mi ídolo de pequeño era Roberto Carlos y era un crack en todos los sentidos, pero Zidane me enamoró. Futbolísticamente hay poco que decir, pero como persona también era un “10″.
―¿Un Real Madrid – Espanyol ya lo ve sin pasión?
―Perdí mucha pasión, es cierto, pero al menos ya puedo ver el fútbol. Quiero mucho al Espanyol, pero yo he sido del Madrid desde niño y viví el sueño de jugar con ese escudo.
―¿Con qué sueña ahora Miñambres?
―Con ver crecer sanos a mis hijos y que estudien y trabajen en algo que les haga felices. Yo trabajo en algo que me da de comer, pero no me gusta. Es lo que hay y lo acepté hace mucho tiempo, pero a ellos intentaré ayudarles para que su situación sea diferente.