ATLÉTICO DE MADRID | MONO BURGOS
Burgos: “Si el futbolista está con el míster, juega mejor y corre tres metros más”
El ‘Mono’ fue el segundo de Simeone en el Atlético durante ocho años y medio, 479 partidos, hasta que decidió volar. A la espera de un nuevo proyecto, tras Newell’s y Aris, al argentino se le acumulan las ideas.
Germán Burgos (Mar del Plata, Argentina, 1969) espera en Madrid la llamada que le lleve a iniciar un proyecto que se ajuste a lo que él busca. El argentino es ambicioso, tiene muy claro lo que quiere e incluso se cita con Simeone para el futuro: “Tenemos la amistad. Nos veremos como rivales y nos daremos otro abrazo”. Mientras, repasa con AS algunos momentos especiales de su carrera como jugador y también como técnico. Y siempre con Aragonés (”Veía el futuro, ¿cómo no voy a seguirlo?”) y Griguol como maestros.
—¿Cómo le va, Germán? ¿A qué se dedica últimamente?
—Muy bien. Mirando fútbol, analizando, dando charlas. Atento para saber, para estar en la onda de qué van los campeonatos. Y preparándome para la elección del próximo equipo.
—¿Ve mucho fútbol como aficionado o para tomar notas?
—A mí me gusta analizar los partidos sin obsesión. Con un vistazo previo, uno ya sabe por dónde va a ir el tema, qué quiere un equipo, el otro, pero sí me gusta analizar en profundidad los objetivos de los que juegan.
—En esta época hay mucho movimiento de entrenadores, ¿cómo está el mercado?
—Creo que hay grandes posibilidades de dirigir acá en España. He tenido contacto con alguna gente. En lo que he visto de la Liga, alarmante que hayan llegado a la última jornada un equipo descendido y cinco escapando. Me preocupa que ya hay seis pensando en los 40 puntos. Hay que empujar y mirar hacia arriba. Lo vengo viendo de hace bastante tiempo. Por eso ideé la tabla para eliminar el 0 a 0 (los empates con goles también darían puntos). El pensamiento del entrenador tiene que ir a buscar esa copa. ¿Por qué ha crecido el Atlético? Ha habido una explosión positiva. Es lo que me parece que está faltando en la organización de los equipos. Mirá Osasuna, jugó la final de Copa y se metió séptimo.
—Pero, también, cuando llega un entrenador a falta de 8 o 10 jornadas, se le pide que salve al equipo como sea.
—Está claro. Eso depende de lo que necesite el club. Pero mi alarma es ahora, cuando se preparan las cosas. Es lo que estoy buscando yo. Un proyecto donde el equipo tire para llegar.
—Para eso hace falta paciencia. En el Aris de Salónica, su última experiencia, no la hubo.
—Nosotros hicimos el 70% de los puntos. Es una campaña de campeón. Luego es aguantar el proyecto hasta el final, porque si un tipo te saca el 70% de los puntos, muy equivocado no está, ¿no? Es ahí donde hay que revolucionar. Es lo mejor que me ha pasado a mí como jugador. Ese “muchachos, salgan a ganar, tranquilos, yo tengo la espalda así de ancha”. Eso es lo maravilloso que tiene el entrenador y lo logré en el Aris, y en inglés. ¡Más difícil! El mensaje del técnico es fundamental. Yo hablo italiano, inglés y español, y hay jugadores que hablan cinco y seis idiomas.
—El último día que lo vi fue en la inauguración de un busto de Luis. Siempre habla de él como un referente y le encaja eso de tener la espalda ancha…
—Es un entrenador que veía el futuro. Estando en Mallorca, me dijo a un año vista que iríamos al Atlético a ascenderlo a Primera. Es gente que merece un reconocimiento y todas esas gestiones de amor. Hay que darlas.
—¿Pero cómo le convence para ir al Atleti a Segunda desde un Mallorca de Champions?
—Desde que me habló Luis empecé a mirar. Vi cómo iba la gente al campo del Leganés. Eran como hormigas rojiblancas por las lomas, y pensé ‘tengo que ir ahí’. Se me pone la piel de gallina. Fue un adelantado. Hay palabras que se te quedan. Al jugador hay que hacerle entender que es mente, corazón y piernas, nunca al revés, debe resolver en milésimas de segundo.
—Cuando llega al Atleti, ¿era lo que se esperaba?
—Elijo ir a Segunda con Luis, siendo titular con Argentina, porque me dije ‘yo a este hombre lo sigo a todos lados’. Es lo que uno tiene que lograr con los equipos. Así quiero que me sigan y me salió en el Aris, llegarles a la cabeza y al corazón. Si se dio todo lo que Luis me dijo un año antes, ¿cómo no lo voy a seguir? Es lo que logran los entrenadores de verdad. Luego puedes salir campeón, subcampeón… Pero cuando un equipo está encaminado, es complicado detenerlo. Los proyectos tienen cuatro patas: jugadores, entrenadores, dirigentes y afición. Si esos van, es un tsunami. Eso tiene que conseguirlo el entrenador en los primeros 30 minutos. No hay más tiempo. Cuando te ponés a hablar, tenés que tocar para que te acompañen. Si el futbolista está con el entrenador, juega mejor y corre tres metros más. Te lo digo porque lo he visto.
—¿Y lo notaba como jugador?
—Claro. Con Luis. ‘¿Qué pasa, Mono?’, me decía cada mañana. Yo contestaba ‘Míster, hoy ganamos’. Lo mismo con Jesús Gil. Cuando él bajaba solo quedaba yo en el vestuario.
—A usted se le recuerda como un jugador diferente…
—Fuimos autodidactas en el puesto de portero. No teníamos entrenador propio. Yo hasta el Mallorca no tuve uno y estaba ya en la selección. Cada uno formó su personalidad. Yo jugaba fuera del área porque mi maestro Griguol me ponía de mediocentro, yo hacía de jugador y de portero sin haber aprendido nada. Mi ídolo era el Loco Gatti. Intentábamos copiar cualquier cosa que viéramos en la tele.
—Para parada poco académica pero muy recordada, la que le hizo con la nariz a Figo.
—¡Yo no quitaba la cara! Nunca. Aquella parada, con toda la cara de llena de sangre… Sí, a mí me gustaba, ¡me despertó! (risas). Yo modifiqué la parada ‘de Dios’ original de Gatti abriendo el pie. Con las rodillas en tierra los brazos no llegan bien abajo, pero si abres un pie tapas y te permite levantarte. Se lo hice a Ronaldo. A él le gustaba gambetear al portero, pero me estudió a mí y en ese gol que me mete con el Madrid me la levanta rápido, porque es un crack. Pero luego en un Brasil-Argentina en Maracaná le saco dos barriendo, arriesgando el penalti.
“Los entrenadores de verdad llegan a la cabeza y al corazón”
—Otra imagen muy atlética es en la que sale de la alcantarilla en el spot del ascenso: ‘¡Ya estamos aquí!’
—Maravilloso. Fue una época difícil, porque la camiseta del Atlético de Madrid pesa. Hay que tener valentía para que tu camiseta sea más importante que la del rival. Por eso hay que rebelarse contra los más grandes. Y eso es la rebelión que hemos hecho en el Atlético para llevarlo a Europa otra vez.
—¿Le faltaba rebelarse al Atlético?
—Lo necesitan todos los equipos. Osasuna lo hizo, y los demás pueden. Es el ejemplo. Y los dirigentes tienen que estar capacitados para subir el nivel. Por eso las cuatro patas.
—Como futbolista, ¿el gran lunar de su carrera fue aquel puñetazo a Serrano (1999)? Le costó once partidos de sanción.
—Fue lo que fue. Me equivoqué y ya pedí disculpas.
—Y en 2003 le detectaron el tumor. ¿Le cambia la manera de entender el fútbol?
—Te da una energía extra. Como una ficha de ‘continuará’. ¡Si cuando me lo dijeron yo pensaba en jugar el siguiente partido! Hace que te rebeles también. Recuerdo que, en el hospital, un chico me pidió si podía visitar a su padre, le quedaba poquito y era muy del Atleti. Ahí estuvimos charlando…
—Aquello fue en la recta final de su carrera como futbolista. ¿Ya pensaba en ser entrenador?
—Sí, yo a los 21 años ya tuve dos equipos, a nivel colegial. Le pregunté a Griguol y me dijo ‘dale, lo vas a hacer bien’. Estuve en Alcorcón, Carabanchel, Atleti C, clubes maravillosos…
“Si pides a tus futbolistas que sean valientes, debes serlo tú primero”
—En su primer día como entrenador, en Carabanchel, fui a entrevistarle. Le hacía ilusión debutar en un campo de tierra.
—Sí, me encanta recordarlo. Yo vengo siendo primer entrenador desde hace mucho y en muchas categorías. Conozco el fútbol.
—Pero lo que le dio más notoriedad fue ser segundo técnico.
—Estuve enamorado de hacerlo, pero mi intención siempre fue ser el primer entrenador. Como cualquiera en su trabajo. ¿Querés ser director? Si no lo tenés en la mente, no lo vas a conseguir. Si le dices a tus futbolistas que sean valientes, debes serlo tú primero. Salir de ahí era un gesto de valentía.
—Por eso se fue del Atleti.
—Y porque creo en mí como primer entrenador.
—¿Y siente que le dio valor a la figura del segundo entrenador?
—Sí, pero todos tienen su valor, ¿eh? Lo que nunca había visto es que se despida a un segundo entrenador con un cuadro, con una camiseta, con el equipo aplaudiendo… Sí a primeros, pero la despedida que tuve yo… Me fui como leyenda.
—Tras ser futbolista y entrenador, ¿qué le ha dado el Atlético a usted y qué usted al Atlético?
—Para ser reconocido en el fútbol, uno debe entregar su vida. Que te hagan una despedida así y tener el cariño de la gente es porque la has dado. No das cariño porque sí, tienes que ver algo que mueva el corazón. Es lo que he dado yo al Atlético y lo que he tenido como retribución.
—¿Y Simeone y usted qué se han aportado mutuamente?
—Amistad. Eso es lo que queda. Nos vamos a encontrar por ahí de rivales y nos vamos a saludar con un abrazo, como la primera vez. La amistad lo engloba todo.
—¿Y cómo está esa amistad?
—¿Viste el abrazo que nos dimos el otro día en el Metropolitano (cuando el 120 aniversario del club)? Con él y con todos los muchachos. Me lo preguntan mucho, pero no hay titular. Nadie me creía hasta que vieron el abrazo.
“Me veré con Simeone como rival y nos daremos un abrazo como el primer día”
—Más allá de los títulos, ¿qué se recordará en el futuro del tándem Simeone-Burgos?
—Yo creo que ya es historia. Está dentro de la galería de la mente de la gente y del corazón. Pero hay que buscar más. Porque si no, uno siempre se queda atrapado en el pasado y uno debe vivir en el presente.
—¿Las finales de Champions aún duelen?
—Seguro. Lo que recuerdo también es que después le volvimos a ganar. No hace olvidar las derrotas de Champions, pero es la manera de contestar. Me ganaste y yo te gané. En ese momento, el Atlético fue feliz por ganar 4-2 al Madrid (Supercopa de Europa 2018). Como cuando ganamos la Copa después de 14 años. No era la Champions, pero se celebró, ¿o no?
—¿Y qué espinas tiene clavadas de esas finales?
—Siempre recuerdo lo de Diego Costa. ¡Tres minutos aguantó! En el primer pase... Se me quedó esa.
—¿Ha seguido al Atlético este tiempo? Antes del Mundial el equipo lo pasó mal y Simeone, también.
—Lo he estado siguiendo, sí. Él no va a dejarlo. Por su cuenta no va a salir.
—¿Lo notó agotado?
—No, hay veces que va y otras que no va. Pero recuperó terreno y lo hicieron bien después.
“Estuve enamorado de ser segundo entrenador, pero mi intención siempre fue ser primero”
—¿Qué me dice de Griezmann?
—Un futbolista polifuncional, sabe leer los partidos y dónde hacer daño. Es inteligente. Hace caso, dentro de su rebeldía natural, y lleva el partido en la cabeza. No necesita copiar. Griezmann es un líder, un entrenador dentro el campo.
—¿Y qué se debe hacer con João Félix?
—Este chico no tiene techo. Seguramente va a ser el gran jugador que se ve que tiene. Los factores quizás no lo han ayudado, pero para mí es extraordinario.
—¿Y cómo ve el terremoto Mbappé?
—Los jugadores eligen estar, no estar… A veces por la gente, mirá cómo trataron a Messi, inentendible. Los futbolistas eligen. Por eso muchos han venido al Atlético, lo ven desde fuera y quieren participar. Si Mbappé está en un sitio que apuesta por ganar la Champions y no lo logra, quizá quiere probar e ir a otro lado.
—Hablando de Messi, ¿el Mundial se vive en Argentina como en ninguna parte?
—Cada país tiene su folclore, también en España se celebró mucho cuando ganó el Mundial. Y presión hay en todos lados. Es otra función del entrenador, absorber y liberar a sus jugadores. Para mí, presión es quien tiene levantarse cada mañana para trabajar, que no llegas a fin de mes. Nosotros estamos para generar otras cosas.
—Si tienes a Messi, no debe ser fácil liberarle de esa presión…
—Scaloni lo hizo genial. Lo dejó ser y lo dejó hacer. Liberó a Messi con sus sistemas tácticos y no se puso él como ídolo. Están Samuel, Aimar, Ayala ayudándolo… El ídolo de Messi era Aimar, hasta eso lo hizo bien.
—¿Y el Dibu qué le parece? ¿Tiene cosas del Mono Burgos?
—Es un arquero excepcional, pero fíjate que le llegaron de grande las cosas. Siempre fue suplente hasta hace pocos años. Estoy feliz. Ambos somos de Mar del Plata, sí tenemos cosas en común.
“Griezmann es inteligente, un líder. Es un entrenador dentro del campo”
—¿Le sigue dando al rock?
—No, ya me divertí. Es algo que pasó por mí, fui feliz y ya. Cuando sos entrenador, no puedes hacer nada de música. Solo para escuchar.
—¿Y lo de dejar el tabaco cómo va?
—Lo estoy dejando… en el suelo (risas). Está difícil.
—La próxima charla será con usted como entrenador de algún equipo.
—Ojalá, que haya un buen proyecto. En España o fuera, tengo la mente abierta.