Baraja quiere saber de qué va Lim
El Valencia cerró en Sevilla su temporada más lamentable desde 1986 y posiblemente la segunda peor de su historia. El Valencia, el club de Peter Lim, un dueño que pasó el fin de semana en Singapur con Cristiano Ronaldo, se salvó gracias a un gol de Diego López, otra vez él. Lo del asturiano, Javi Guerra y Alberto Marí se recordará de por vida. Ellos, tres chavales que no estaban invitados a este velatorio, con sus goles eternos ante el Valladolid, Celta, Real Madrid, Espanyol y Betis, evitaron la hecatombe de un histórico. Ellos y Rubén Baraja, que apostó por esos jóvenes sin prejuicios, un entrenador que ha cumplido con el objetivo para el que llegó, cuya aura de leyenda aunó al valencianismo por un mismo fin deportivo y que en un contexto muy difícil transformó un engendro de proyecto en un equipo.
El Valencia no necesitó resultados de terceros, aunque durante la noche el valencianismo estuvo con el corazón en el Benito Villamarín y el alma repartida por diferentes campos de España. Su descenso dependía de una carambola de resultados, cierto, pero al descanso de cinco que tenían que darse se daban tres. Empezando por su derrota, porque ni un minuto había transcurrido cuando el Betis se adelantaba en la fiesta de Joaquín. Y gracias a que en el Martínez Valero trazaron dos veces la línea del fuera de juego para anular dos goles del Elche, porque de lo contrario el Valencia hubiera llegado al descanso pendiente de que el Valladolid le marcara un gol al Getafe para verse en Segunda. Pero, por fin, acabó tanto patiment.
El Valencia, ahora, no tiene nada que celebrar, aunque sí aire que respirar. “Sentimos liberación”, como dijo el capitán José Luis Gayà, un chaval que solo él sabrá todo lo que ha pasado por su mente en los últimos meses y que pidió “perdón” consciente que la temporada ha sido “penosa” y “lamentable”. Lo dicho, punto final a un curso que el valencianismo tardará en olvidar y difícilmente llegue a perdonar, porque llueve sobre mojado con la propiedad. Ella es ahora la que tiene que demostrar de qué palo van. Esa “mentalidad” de la que habló Baraja, a la vez que pedía “dos días de relax” antes de decidir su futuro. Tras la salvación, lo que el pueblo de Mestalla espera y desea es que Peter Lim se vaya por dónde vino. Pero eso no tiene visos de suceder, al menos a corto plazo, así que no queda otra que cruzar los dedos y esperar a que el fuego con el que han jugado sirva para escuchar a gente como Baraja y Marchena y para invertir lo necesario para que lo de este año no sea lo del gol de Tendillo en 1983, cuando el Valencia se salvó también en la última jornada, pero acabó descendiendo tres temporadas después.