Baptista: “Siento esto como mío: tengo el sueño de entrenar al Real Valladolid”
El técnico del Promesas explica su idea futbolística y desgrana la política desarrollada en un filial cuya columna vertebral lleva cuatro años sus órdenes.
Cuando era futbolista, Julio Baptista fue apodado ‘La Bestia’ porque era de los que iban al frente. Como entrenador, eso quiere de sus equipos, que sean protagonistas, como intenta serlo el Real Valladolid Promesas. El brasileño cumple su segunda temporada en el filial y cuarta en el club blanquivioleta, al que llegó, como no oculta, por mediación de Ronaldo Nazário, su amigo y presidente (para empezar desde abajo, no ‘colocado’, matiza). En este tiempo son unos cuantos los jugadores que ha tenido a sus órdenes y que han debutado con el primer plantel, siguiendo la línea marcada por el club, una con la que está alineado y, a tenor de sus palabras, cómodo. Así lo demuestra en esta entrevista en exclusiva para Diario AS, en la que responde igual de directo que jugaba, expone su ideario como técnico, desgrana la política de cantera, que sigue y aplaude, y se confiesa: no tiene prisa, pero, en tanto en cuanto siente al Pucela como suyo, sueña con alcanzar la élite como entrenador defendiendo su escudo.
Cuatro partidos sin ganar, fuera del playoff... ¿Está el equipo en su peor momento de la temporada?
No creo que sea el peor momento. Los equipos a veces atraviesan rachas. El equipo viene jugando bien, pero le falta la experiencia que está adquiriendo ahora. Con el Avilés estábamos haciendo un partido muy bueno y competimos de tú a tú, pero en el último minuto se nos escapó. A veces queremos que los chicos hagan todo perfecto, y eso es imposible; en Primera División tampoco se consigue. Creo que los chicos están creciendo, que se está haciendo un buen trabajo y que hay jugadores que están participando con el primer equipo. El resultado es una parte que ayuda al jugador a completar su ciclo y llegar al partido posterior mejor, pero no nos focalizamos solo en el resultado.
A falta de dos meses para que acabe la competición, ¿se puede hablar de un objetivo clasificatorio?
En ningún momento hubo un objetivo de subir o de tener que estar en el playoff, sino que el objetivo ha sido siempre que la formación de los jugadores tenía que ser importante. Hemos disminuido bastante la edad de los chicos en dos años y el equipo sigue compitiendo contra equipos de máximo nivel de igual a igual, como en muchos momentos contra el Arenteiro. Nosotros vamos a poner nuestra energía en estos ocho partidos, son ocho finales y los jugadores tienen que encarar cada partido como si fuera el último, pero en los partidos pasan muchas cosas. Esperamos que no haya esa cierta desconexión que a veces nos ha podido penalizar y que los detalles no jueguen en nuestra contra, pero en todo este proceso de formación nosotros encontramos mucha naturalidad. Hay chicos que llevan cuatro años con nosotros y cuya progresión está siendo buena para afrontar esos partidos y seguir creciendo.
¿Qué expectativas percibe en el club respecto a lo que queda de curso?
Todos creemos que el trabajo está siendo bueno. Muchas veces nos encontramos con el míster (Pacheta) y nos dice que los jugadores que suben están bien trabajados, que no hace falta decirles muchas cosas porque están casi listos y están para competir. Para nosotros el mayor halago es ese, que el entrenador de arriba nos diga eso; nos deja tranquilos, porque hoy nuestra función es ser formadores y el trabajo se está ejecutando bien. Son jugadores que se tienen que acostumbrar a la competitividad, porque es lo que se van a encontrar en su carrera, sea en Primera División o en lo que les venga por delante.
¿Qué diferencias nota en la categoría respecto a la Primera RFEF?
La Primera RFEF es una competición muy, muy exigente, con muchos partidos que se acercan mucho a la Segunda División, los estadios son grandes, los campos en su mayoría son buenísimos... En Segunda RFEF nos hemos encontrado campos que no están en buenas condiciones y en los que los rivales están acostumbrados a jugar, lo que es una ventaja, sobre todo contra un equipo tan joven y que quiere proponer. En Primera RFEF también hay jugadores con muchos partidos de experiencia en la categoría o por encima, y eso también se nota.
¿Y en el equipo? El promedio de edad del once más utilizado ha pasado de 21,6 años a 20,2. ¿Tanto se nota ese año y medio?
Sí que se nota, y es normal. Si miramos un poco hacia atrás, el Real Valladolid antes tenía un filial importante y para competir, con una media de edad de casi 24 años. Cuando tú empiezas a remodelar el equipo es normal que sufra; tienes que construir una columna vertebral con más experiencia que te dé una base, nosotros lo intentamos y hubo piezas que no funcionaron y otras que lo hicieron mejor. Al final, las que estaban funcionando eran jugadores que tenían nuestra formación, que estaban jugando con nosotros desde juveniles, lo que nos lleva a pensar que no importa tanto la edad como la formación.
A pesar de esa juventud, han debutado seis jugadores con el primer equipo en partido oficial, cinco de ellos sub’21. Como entrenador que se encuentra en un escalón formativo, ¿qué valor le da a esto?
Adelantar los procesos a veces no es fácil; hay que hacerlo de forma gradual en todas las categorías. Si lo haces así, te vas a encontrar que cuando los jugadores llegan a juveniles, por ejemplo, van a estar un poco más preparados. Hay pasos como el del Juvenil al Promesas que son muy grandes y el club ha optado por que los jugadores lleguen al escalón superior de forma más temprana. Así, vas a sufrir, pero vas a adelantar los procesos. Ese círculo del que formamos parte se cierra si arriba tienes a alguien que los pone. Si arriba no estuviera un entrenador que pone al jugador, el trabajo de la cantera no se vería tanto como se está viendo ahora, que, cuando hay que tirar de abajo, Pacheta no duda, y nosotros, para eso estamos.
¿Fue duro el descenso del verano pasado?
Sí, claro. No es un plato de buen gusto para nadie. Lo sufrimos mucho porque somos muy competitivos, aunque sabíamos lo que nos podíamos encontrar. Fue un año atípico, en el que nosotros estábamos conformando la plantilla de juveniles y, a falta de un mes, cuando se supo que Baraja no seguiría, nos dieron la oportunidad de coger el Promesas. Sabíamos que había un riesgo, pero si el riesgo es con una idea matriz de promocionar a los jugadores, como era el caso, yo estoy tranquilo. A nivel personal fue jodido; creo que en ningún momento faltó trabajo ni intención de hacer las cosas bien, pero a veces lo das todo y ni aun así puedes sacar lo mejor. La Primera RFEF es una categoría muy competitiva y hay un nivel de jugadores muy importante y con mucha experiencia. Para nosotros fue una etapa en la que los chicos se curtieron, pisando estadios que nunca habían pisado. De todo eso aprendimos y así es que hay jugadores del año pasado que han debutado con el primer equipo.
¿Le dio rabia no tener otras herramientas y tener que acabar la temporada con cuatro juveniles por sistema en el once?
La decisión de todos era fomentar este proceso y adelantar el plazo de maduración de los jugadores; fuimos con todas las consecuencias, aunque una de las consecuencias pudiera ser descender, y así lo asumimos. La gente mira más lo negativo de los números que lo positivo del proceso, que la progresión importante de jugadores como Aceves, Fresneda, Torres, Chuki, Arroyo...
Cuando uno ha ganado tanto en su carrera como jugador, ¿es fácil verse en este otro lado, donde no se gana tanto?
La carrera del jugador es totalmente distinta de la del entrenador. Como jugador estuve en equipos que ganaban bastante, pero como entrenador la fase es inversa y lo vives de otra manera, yo diría que de verdad. Si lo piensas, el entrenador va a perder siempre mucho más que ganar. Como jugador muchas veces te preocupas de lo tuyo, termina el partido y te vas a casa; el entrenador tiene la responsabilidad de todo, lo quieres todo perfecto y sacar el máximo de todo lo que te rodea. Yo lo que valoro es el crecimiento que he tenido desde que he empezado hasta ahora, tanto yo como mi staff técnico o los jugadores que hemos tenido a nuestras órdenes estos cuatro años. Yo en lo que me concentro es en que el jugador esté preparado para ser profesional, ya llegará el momento en el que nos den una oportunidad que nos permita solo pensar en el resultado. En este momento, el resultado es importante, pero priorizamos la otra parte.
¿En qué momento ‘nace’ el Baptista entrenador? ¿Cuándo pensó “este va a ser mi lugar en el fútbol”?
Cuando jugaba, yo tenía mucha curiosidad y preguntaba muchas cosas; esa curiosidad uno la lleva dentro. Yo nunca fui un jugador con ego, sino que siempre fui un jugador de equipo, y en el afán de sacrificarme por el equipo, yo cumplía y me interesaba por lo que era bueno para el equipo. Creo que eso me ayudó desde el primer día y me sigue ayudando.
A lo largo de su trayectoria jugó en equipos grandes y para grandes entrenadores. ¿Bebe en especial de alguno?
Yo tuve muy buenos entrenadores, que, sobre todo, eran muy buenos gestores de personas. Yo creo que un buen entrenador, si no es un buen gestor de personas, puede tener éxito, pero durante un periodo corto. Si gestionas bien a las personas, puedes tener más éxito a largo plazo. Nosotros pensamos en hacer ese trabajo basado en las personas. A veces te tienes que preocupar antes de la persona que del jugador, porque antes de jugador el futbolista es persona. Yo eso lo he cogido mucho de entrenadores como Caparrós, que fue una persona muy importante dentro de mi carrera, Spalletti, Pellegrini, Arsene Wenger...
Y su propuesta futbolística, ¿de dónde viene?
Nunca he querido imitar a nadie; creo que cada entrenador tiene que encontrarse. Cada entrenador tiene que buscar su camino con las experiencias obtenidas durante su carrera, completándola con la parte metodológica, de trabajo y de pensamiento que tiene cada uno con su staff. Para mí es muy claro; siendo brasileño, yo no podría estar defendiendo todo el partido. Yo siempre he creído que el jugador tiene que tener libertad a través de unas bases construidas. Buscamos que el jugador saque su mejor versión, que este sepa en qué zonas del campo el juego tiene que fluir, dónde no se puede equivocar demasiado y qué zonas del juego son de pura fantasía. Yo quiero tener el balón; si no lo tienes, es muy difícil que ganes los partidos. Yo quiero tener el control y quiero saber defender, porque si no sabes defender, si no estás trabajado, el rival te va a llevar a eso. Quiero un equipo que sepa transitar a una velocidad muy alta. Dentro de esta idea, yo quiero que mi equipo presione a muy alta intensidad tras pérdida, para que el rival esté muy lejos de la portería. Esa es también la forma que tenemos que tener, lejos de nuestra portería.
Y en estos casi cuatro años, ¿cómo diría que ha evolucionado su modelo de juego y de gestión?
Creo que la variación ha estado en las piezas que hemos podido tener, en la adaptación que forman parte del proyecto. Para nuestra idea de juego, es importante tener extremos rápidos y con calidad para interiorizarse en el juego y jugar el balón y ayudarte a dominar. En ciertos partidos hemos jugado con cuatro o cinco jugadores ‘de pie’ y un delantero. Los matices aparecen al alinear a los jugadores con diferentes características según los contextos, pero creo que no ha habido cambios en la idea matriz. Tenemos una metodología, que lidera Jose (Rueda, su ayudante), con la que estoy muy tranquilo.
¿Cambia tanto un vestuario plagado de estrellas de uno en el que varios de sus mejores jugadores son juveniles?
Lo que cambia es el contexto. No se puede comparar un vestuario como el del Real Madrid con este, pero el fútbol es igual en todos lados. Lo que cambia, quizás, es la ilusión. Cuando has alcanzado tu sueño, luchas por una cosa diferente, que es mantener el nivel durante mucho tiempo, que es lo más difícil, como siempre digo a los chicos. Con 18 años, la ilusión es diferente: ellos tienen que saber que están cerca y, a la vez, no. Si su comportamiento perdura en el tiempo, van a estar más cerca de la fase profesional, y si eso varía, algunos se quedarán por el camino.
Hablando de juveniles: ¿Cómo ve la nueva hornada, con Koke y Garri a la cabeza, o a los cadetes de 2007 que ya entrenan a sus órdenes?
Nosotros adelantamos bastante los plazos. La generación de 2006 tiene buenos jugadores, pero hay que reconocer que para el tipo de fútbol que proponemos hay jugadores en la hornada de 2007 que prometen bastante; jugadores con talento, que han nacido con él. Ese talento hay que fomentarlo, darles mecanismos para que mejoren en todos los aspectos, y hay que darles su tiempo de maduración. Hay jugadores que llevan cuatro años con nosotros y que están preparados o casi preparados. Con esos chicos de 2007 hay que tener tranquilidad, que se vayan haciendo, pero poniéndoles un nivel de exigencia cada vez un poco mayor. Creemos que esos retos y el estímulo de entrenar de vez en cuando con nosotros pueden ser una forma de que crezca ese talento que consideramos diferencial. Esa es la idea clara que tiene el club y esperamos que con el tiempo puedan verse los frutos, sobre todo, con jugadores de Valladolid. Una cosa que no se veía tanto antes era que los jugadores de Valladolid tuvieran esta opción; ahora, a los jugadores que tienen talento y son de aquí, se les protege.
La idea de promocionar a tantos jóvenes nace del mismo Ronaldo. ¿Habla con él de todo esto?
Siempre fue una idea suya que nos hizo llegar a todos los estamentos del club. En Brasil los chicos suben muy jóvenes y anticipan bastante sus pasos; yo, con 18-19 años, estaba subiendo a un primer equipo. Para nosotros, esa forma de hacerlo es la correcta, que con esa edad el futbolista esté apareciendo en el fútbol profesional, y no con 24-25, porque con ese jugador tienes menos margen de maniobra y su ‘vida útil’ es menor. Así, puede darse el caso de que varios jugadores de la ciudad consigan llegar al primer equipo en una edad temprana y habiendo estado desde el club desde una etapa muy temprana. Pueden ser jugadores que pueden conquistar cosas, jugadores importantes con los que la gente se identifique.
¿Por dónde diría que pasa su futuro? Lleva cuatro temporadas aquí. ¿Se ve echando raíces?
Nosotros estamos muy contentos aquí. El proceso vivido en estos cuatro años nos acerca a nosotros también al fútbol profesional y a desarrollar nuestro proyecto y nuestras ideas como staff. La única prisa que tenemos es por estar cada día mejor preparados. Somos gente muy metódica y es lo que queremos ser en esta profesión; como dice la gente, estamos ‘24/7′ con el fútbol. Toda esta parte previa a llegar a un primer equipo nos la está dando el Promesas. Tanto a mí como a mi gente nos ilusionó el proyecto que había en el club; podríamos haber estado en otro sitio. Claro que hay una amistad, que no puedo quitar de en medio, con el presidente, que fue compañero mío, pero cuando yo acabé mi proceso de formación a lo que me invitó fue a ser parte de este proceso desde abajo. Como todo el que tiene una trayectoria en el club, espero poder llegar un día al primer equipo. No me voy a esconder: tengo el sueño de entrenar al Real Valladolid, ya que es aquí donde he empezado. Siento esto como mío y en un futuro me gustaría llegar a ese lugar.
¿En lo personal, se siente adaptado a Valladolid?
Estamos a gusto. Mi mujer tiene raíces cercanas y yo llevo 20 años yendo a su casa, a Ponferrada. Para mí esto no es nada nuevo. La gente puede sentir que, como no he sido una pieza del club, no puedo estar igual de identificado que una persona de aquí, pero yo no estoy aquí porque nadie me haya regalado nada. Cuando llegué, no lo hice al lugar en el que estoy ahora, empecé en el Juvenil B, vivía en Madrid y cogía ocho trenes a la semana porque me apasiona el fútbol, no porque nadie me quisiera ‘colocar’. Ese primer año no nos pudimos trasladar aquí por el colegio de mis hijos, pero desde el segundo estoy viviendo aquí con toda mi familia, mis hijos están adaptados, mi mujer también, sus padres están más cerca... Estamos todos contentos, tanto con mi trabajo como con esa cercanía que tenemos con la familia, que para nosotros es muy importante.