El futbolista real que inspiró a Oliver y Benji
La serie ‘Campeones’ es la principal aportación de Japón a la cultura futbolística mundial, pero pocos saben que el personaje principal se basó en Kazu Miura, un delantero héroe nacional en los ‘80 y ‘90… que sigue jugando
¿Take Kubo? ¿Gaku Shibasaki? Sí, muy bien. ¿Tomiyasu, Nagatomo, Minamino? Bastante buenos también. ¿Nakata, Nakamura? Viejas glorias que merecen respeto. Pero, seamos sinceros, poco más ha aportado al universo del fútbol el país del Sol Naciente, que se enfrentará pronto a España en el Mundial. Salvo por un personaje que sí que es un auténtico referente de la pelota y que, curiosamente, tiene un nombre muy poco japonés: Oliver Atom.
Varias generaciones de españoles (y de otros muchos países) nos hemos criado a base de horas pegados al televisor viendo episodios interminables de Campeones, la serie de animación en la que Oliver, junto a compañeros y rivales como Benji Price, Mark Lenders o Julian Ross, trataban de alcanzar la élite del fútbol desde sus equipos de colegio en la región de Shizuoka. Captain Tsubasa, como se titula en su versión original, es el manga más exitoso que ha escrito el artista Yoichi Takahashi desde su estreno allá por 1981.
Lo que muchos espectadores devotos no sospechan es que no se trata de una obra de ficción al 100 %. El creador ha confesado en alguna ocasión que, para crear a Oliver, se basó en quien acabaría convirtiéndose en una leyenda del balompié nipón, pero que entonces no era más que un jovenzuelo que iba ganando cierta fama con su talento y luchaba por hacerse una carrera: Kazuyoshi Miura.
Boa Sorte Kazu
El fútbol nunca ha despertado en Japón las pasiones de otras latitudes. Allí son más de béisbol, o de la multitud de técnicas autóctonas de combate, como el karate o el judo, que han ido exportando. Aun así, la pelota tampoco faltaba: Kazu, natural de la misma Shizuoka y criado en una familia muy aficionada al jogo bonito, destacó en torneos escolares y se plantó en los años ‘80 como un adolescente dispuesto a convertirse ni más ni menos que en el primer profesional de la historia de su país.
Así, en 1982, a los 15 años, este delantero rapidísimo y de disparo potente y preciso, aunque físicamente un tanto endeble, hizo las maletas y se plantó él solo en Brasil, con el objetivo de aprender y mejorar su nivel. Se fue a São Paulo, aprovechando la numerosa comunidad de inmigrantes japoneses presente allí, y se ganó la vida con oficios variopintos: guía turístico, vendedor ambulante… Y de paso se empapó de la cultura local y se quedó con la frase “Boa Sorte Kazu”, que le repetían a menudo y se convirtió en su lema personal. Todo eso sin desentenderse del fútbol, el motivo que le había llevado allí: se integró en las canteras del Juventus paulista.
En Brasil tampoco es que la rompiera. Es verdad que llegó a la élite y que jugó en equipos importantes como el Santos o el Palmeiras, pero nunca terminó de consolidarse como una estrella indiscutible. Ni falta que hacía: el mero hecho de atreverse a probar fortuna ya bastaba para que, a su vuelta a Japón, le consideraran un pionero heroico y los clubes locales se lo rifaran. Le contrató el Yoimuri, montado en Tokio por un empresario millonario que se olía que la nación insular pronto se sumaría a la fiebre futbolera.
Con Miura como líder y siempre el número 11 a la espalda, el Yoimuri se mudó a Kawasaki, se rebautizó como Verdy y se integró en la recién nacida J. League, el primer campeonato japonés profesional. Además, a lo grande: ganaron las dos primeras ediciones. Aquella competición naciente tenía peculiaridades como que estaban prohibidos los empates; si los 90 minutos acababan igualados, era obligatoria una prórroga con gol de oro. Entre esto, la llegada de no pocas figuras europeas y americanas veteranas a pasar sus últimos años y el furor por la designación de Japón, junto a Corea, como sede del Mundial de 2002, el torneo fue un éxito comercial y de público que aún continúa.
El (fallido) salto a Europa
¿Por qué no ganó el Verdy la tercera liga? Probablemente porque Kazu causó baja. Igual que Oliver, en la serie, se marchó al Barça para intentar conquistar Europa, Miura también se cruzó medio mundo con destino al Genoa, en la Serie A italiana, entonces probablemente la liga más potente del planeta. Problemas de lesiones y discrepancias tácticas con un entrenador que se empeñaba en usarle no en la punta de ataque sino más atrás le impidieron triunfar: tras 22 partidos y un solo gol (eso sí, en todo un derbi contra la Sampdoria) volvió por donde había venido.
En Japón el orgullo patrio por su figura no hacía más que crecer: ¡habían tenido un jugador en Italia! Siguiendo el paralelismo con Oliver, Miura era estrella en su país y el jugador más reputado de la selección nacional, cuya camiseta vistió 89 veces anotando 55 goles. Sin embargo, se desvaneció el que era su gran sueño: representar a los samuráis azules en un Mundial. Japón se clasificó para Francia ‘98 por primera vez en su historia gracias, en buena medida, a su buen hacer en la fase de clasificación, pero se quedó fuera de la lista definitiva por desencuentros personales con el seleccionador Takeshi Okada.
Todo esto le pilló al bueno de Kazu con 31 años. Para la siguente edición, en la que Japón era anfitriona, ya estaba mayor, de manera que se centró en el fútbol de clubes, con otra experiencia en Europa (en el Dínamo de Zagreb) y transferencias entre varios equipos del campeonato nipón. En condiciones normales, este relato sobre la trayectoria de su vida acabaría con sus últimos años en activo hasta llegar a una más que digna retirada repleta de homenajes. Sin embargo, hasta en esto Kazu tenía que ser diferente… porque ese día no ha llegado aún.
A sus 55, se resiste a colgar las botas y es el futbolista profesional en activo más veterano de la historia, además del único que ha jugado en cinco décadas distintas, desde los ‘80 hasta ahora. Pertenece desde 2006 a la disciplina del Yokohama FC, casi siempre en segunda división, aunque este mismo 2022 le han cedido al Suzuka Point Getters, de cuarta categoría, donde ya lleva 17 partidos y dos goles. A estas alturas, con semejante historial, ya resulta saber si Kazu es real y Oliver el personaje de ficción, o viceversa.