“Si hubiera querido dinero me habría ido a Arabia”
El asturiano Juan Muñiz analiza su llegada a Australia y cómo la A-League, Adelaide United y el día a día oceánico están superando todas sus expectativas.

Juan Muñiz (Gijón, 1992) siempre tuvo Australia en la cabeza. “Le había dicho a mi agente que me encantaría jugar aquí”, confiesa en AS. Tras un exitoso paso por Malasia —ocho títulos y presencia en la Champions asiática con Johor Darul Ta’zim— su llegada a Adelaide United se concretó tras una negociación larga, mucha burocracia y una decisión clara: priorizar calidad de vida sobre dinero. En esta entrevista, el asturiano explica su adaptación a Australia, la influencia de Juan Mata, Isaías Sánchez y Javi López, el estilo del club y cómo descubrió una A-League más técnica y vibrante de lo que esperaba.
PREGUNTA: ¿Cuál fue su primera impresión de Australia?
RESPUESTA: Pues que esto es enorme (ríe). No me lo imaginaba tan grande. Todos los desplazamientos fuera de casa son en avión. En Malasia íbamos en avión pero porque teníamos el avión privado del presidente. Estábamos malacostumbrados.
¿Qué le ha impactado más?
Los australianos tienen una forma de vida que a mí me gusta mucho, aunque es diferente a la europea. Aquí todo empieza mucho antes. Un fin de semana, a las 7 de la mañana vas a un parque y ya está lleno de niños. En España a esa hora están amaneciendo hasta los pájaros. Por las tardes pasa lo mismo: hay días, creo que jueves y sábado, en los que los supermercados cierran a las 7 y a las 9 de la tarde, pero el resto de días a las 5 ya está todo cerrado y la calle vacía. Es un estilo de vida más diurno, más de estar en la calle y en los parques. Me sorprendió muchísimo el cuidado de todos los espacios públicos. Aquí prácticamente todo es público y está impecable. Flipé con los parques de césped natural, enormes, donde se juega a críquet, fútbol americano o fútbol. Todo es público, nadie paga nada, y el césped está mejor que en sitios donde yo he entrenado profesionalmente. También me llamó la atención ver pistas de tenis de hierba natural públicas, perfectas. Nunca había visto algo así. Y es un contraste con España o Europa, donde lo de más calidad suele ser privado. Aquí se cuida muchísimo lo público, y eso me sorprendió para bien.
Son muy respetuosos con los demás.
Sí, aquí no te encuentras un papel o un chicle en el suelo. Por ejemplo, la ciudad de Adelaida tiene una autopista y, siendo una ciudad bastante grande —creo que cerca de 1,5 millones de habitantes—, no vi ni una sola vía donde se superaran los 100 km/h. Y tampoco vi un coche que pasara de esa velocidad. De mi casa al entrenamiento tardo media hora, 30-35 minutos; si hay un poco de tráfico, 40. Y la distancia son unos 18 kilómetros. Yo pensaba: ‘No me cuadra’. Pero claro, es que vas por carreteras limitadas a 60 o 50 km/h, y nadie supera esos límites. Nadie. Vengo de Malasia, donde cada dos por tres veía un accidente, la gente conduciendo a velocidades altísimas… Y aquí todo el mundo respeta las normas a rajatabla. También es verdad que hay cámaras y las multas son muy altas. Pero son cosas que me sorprendieron. Quizá estamos más acostumbrados en Europa a un estilo de vida más caótico.
Le está gustando Australia entonces.
Sí, sí, va todo muy bien. Es verdad que el primer mes cuesta un poco adaptarse porque es un país bastante diferente y hay mucho papeleo: trámites para la casa, para el colegio, para hospitales… Al principio es un poco abrumador porque tienes mil cosas que hacer. Pero una vez pasas esas semanas iniciales, todo se estabiliza y la verdad es que se vive muy bien.
¿Cómo surgió ir a jugar la oferta de Adelaide?
Todo surgió a través de los contactos de mi representante (Andreu Guerao), que además jugó aquí cuatro o cinco años y conoce bien el país. Yo ya le había comentado hace tiempo que me encantaría jugar en Australia, a ver si salía alguna oportunidad. Pero él siempre me decía que ahora era más complicado porque la liga había cambiado mucho: los equipos están formados en un 80% por jugadores australianos jóvenes y solo un 20% son futbolistas con más experiencia, así que las plazas para extranjeros son muy reducidas. Aun así, él fue preguntando por aquí y por allá. La mayoría de clubes, con mis 33 años, decían que sí, que les interesaba, pero no era un interés real… hasta que apareció esta opción. También ayudó Isaías (Sánchez), el segundo entrenador, que es español y me conocía. La negociación tardó porque los dueños son holandeses —los mismos accionistas del PSV— y el propietario viajaba constantemente entre Australia y Holanda, lo que complicaba los tiempos. Pero al final todo salió bien.
Se le hizo largo entonces.
Sí, porque se iba alargando todo… Es verdad que hubo mercados que fui descartando pensando más en el bienestar familiar. Por ejemplo, China: hubo algo, pero dije que no me gustaría ir. También surgió algo en Indonesia y tampoco me convencía, sobre todo por la calidad de vida. Luego salió alguna opción en Arabia, pero pensé que tendría que ir solo. Así que, en cuanto a condiciones familiares, bienestar, buen club y buena ciudad, esta de Australia era la opción que más me encajaba. Las demás las iba dejando a un lado, mientras esta, que era la que realmente quería, era también la que menos avanzaba. Y claro, se iban pasando los días… No es agradable estar en casa viendo que incluso se había cerrado ya el mercado europeo y comprobar que todo seguía parado. Se me hizo un poco largo.
Ya comentó Javi López que eligió Australia porque era el destino más familiar. Es un tema importante.
Sí. De hecho, hasta la semana pasada estuvimos cenando juntos y me contó que le habían concedido la visa permanente. Y conseguirla no es que sea imposible, pero sí es muchísimo papeleo y muchos trámites. Tener la visa permanente significa que te vas a quedar aquí, digamos, de forma indefinida. Eso fue algo que a mí me convenció bastante. Hablaba mucho con Isaías (Sánchez) y con él (Javi López), y pensaba: ‘Jolín, los dos tienen hijos, vinieron aquí con sus familias y al final se quedaron’. Yo siempre digo que soy de Gijón y que volveré seguro, pero ver casos así te hace pensar que aquí se tiene que vivir muy bien. Porque si no, un español no se queda tantos años seguidos, vuelve antes. Y como dices, el tema familiar pesa mucho. Si me hubiese salido algo en Europa, algo en una ciudad atractiva —Atenas, por ejemplo— lo habría valorado. Pero sinceramente, lo que me llegó no me convencía. También surgió algo en Turquía, pero justo eran ciudades poco atractivas. Por eso las fui descartando. Y pensaba: ‘Si lo de Australia sale, perfecto; y si no, entonces ya valoraríamos lo demás’. Pero esta era, en todos los aspectos, la opción que más me encajaba.
Entonces Isaías Sánchez y Javi López jugaron un papel fundamental en su fichaje. ¿Habría ido sin ellos?
Creo que fueron muy importantes, sobre todo porque era con los que más hablaba. Cuando la operación empezó a avanzar, especialmente con Isa (Isaías Sánchez), hablábamos cada dos o tres días. Yo le preguntaba: ‘Oye, ¿esto cómo va? ¿Cómo es aquello? ¿Qué tal los colegios?’. Y él me enviaba de todo: casas, colegios, hospitales, información de la zona… Cada dos por tres me pasaba algo. Esa ayuda, tanto para mí como para mi mujer, fue fundamental, porque sin estar aún aquí ya empezábamos a entender cómo se vivía. Y la verdad es que les estoy muy agradecido, tanto a él como a Javi (López). Les pegué unas buenas chapas a los dos… les debo una cena a cada uno.
¿Qué tipo de club se ha encontrado?
Es un club muy familiar. Comparado con el club del que venía, es bastante más pequeño. Tal y como me dijeron Isa (Isaías Sánchez) y Javi (López), es un club humilde, pero en el que no te falta de nada. Todo lo básico que un jugador necesita lo tienes; es verdad que siempre hay cosas que se pueden mejorar, pero lo esencial está cubierto. Además, la gente que trabaja aquí es súper atenta. Si en algún departamento falta alguien, no te preocupas: entre dos o tres se organizan para ayudarte y que no te falte nada. Eso habla muy bien del club. Me recuerda a algunos clubes de España, como el Mirandés o el Nàstic de Tarragona: entidades con limitaciones, pero que intentan hacer las cosas lo mejor posible. Y la verdad es que estoy muy a gusto. El ambiente es muy sano, el vestuario funciona muy bien. Es un equipo muy joven —creo que somos solo cuatro o cinco los veteranos por encima de 30— y el resto tienen 20, 19, 18 años. La verdad es que el ambiente es muy bueno.
Juan Mata me dijo: ‘Juan, si quieres dejar un poco de lado lo económico y priorizar la calidad de vida, no busques otro sitio. Australia es el lugar’.
Juan Muñiz
¿Qué impresión futbolística le dieron sus compañeros en el primer entrenamiento?
La verdad es que me sorprendió. Yo tenía la idea de que esta liga sería mucho más física: equipos muy potentes, mucho choque, mucho correr… Y sí, es una liga física, pero luego me encontré con algo distinto, sobre todo por la idea de nuestro entrenador. Él es brasileño, pero lleva aquí unos 20 años y tiene una filosofía muy española, muy europea: mucho balón, nada de pelotazos. Le gusta que el equipo corra y luche, claro, pero siempre desde el juego. Comparado con otros equipos, que tienen el típico delantero tanque y juegan muy directo, nosotros somos todo lo contrario. A veces incluso jugamos con dos falsos nueves o dos ‘10’ y sin delantero puro. Eso me sorprendió porque pensaba que el estilo sería mucho más físico. Y también me sorprendieron muchos jóvenes. Tienen personalidad y calidad, y perfectamente podrían dar el salto a Europa, que es lo que prácticamente todos los australianos sueñan con hacer.
¿Ve entonces que algunos de sus compañeros más jóvenes están preparados para un hipotético salto a Europa?
Hay tres o cuatro jugadores que están muy bien, con mucho potencial. Este es un club cuya filosofía es precisamente esa: apostar por gente joven para, si se da un buen año, poder venderlos. Lo reconocen sin problema. Y yo creo que hay dos o tres que, si hacen una buena temporada, pueden salir perfectamente. Además, el club tiene historial en este sentido. El año pasado vendieron a Archie Goodwin a la MLS (Charlotte) por un millón, y también a Nestory Irankunda, que ahora está en el Championship con el Watford y al que traspasaron al Bayern por otro millón. Tienen un buen historial de ventas.
¿La A-League también le ha sorprendido para bien?
Es una liga con muchísima transición, muy abierta. Hay mucho espacio y los partidos son muy divertidos de ver. Mi familia y mis amigos, cuando vieron algunos encuentros, me decían: ‘¡Joder, qué partido! ¡Qué bien jugáis! ¡Qué guapo!’. Claro, es que hay una cantidad enorme de ocasiones para los dos equipos porque aquí todo es atacar. Aunque vayas ganando 2-0, sigues atacando y todo el mundo va hacia arriba como loco. Por eso es importante que en nuestro equipo haya tres o cuatro jugadores con más experiencia, para que cuando vas ganando 1-0 o 2-0 puedas pausar un poco el juego. Pero aun así, la naturaleza de los jóvenes es ir siempre hacia adelante, y esa es un poco la esencia de esta liga: ida y vuelta constante, espacios, transiciones. Es muy divertida de ver, pero hay veces en las que los partidos se deciden en que ellos fallen y tú aciertes.
Entró poco en el equipo, pero ya se ha hecho con un sitio en el 11 titular.
Claro, es que el fichaje se alargó muchísimo. Y, sobre todo, una vez firmado, lo que más retrasó todo fue el tema de la visa. Tuve que ir a Madrid a hacerme unas pruebas porque venía de Malasia, que aquí lo consideran un país con cierto riesgo sanitario. Al final se retrasó unas tres semanas más de lo previsto, y esas tres semanas eran las que yo debía estar haciendo la pretemporada. Llegué prácticamente en la semana del primer partido. La idea que tenían conmigo era ir poco a poco para evitar lesiones. Tanto Goodwin como yo estamos para aportar más pausa, más último pase, porque el equipo lo necesita. Tenemos mucha gente muy rápida arriba, pero falta un poco —algo normal siendo tan jóvenes— ese segundo de calma para decidir mejor el último pase. A veces se aceleran y ahí es donde intentamos ayudarles, darles tranquilidad y enseñarles a tomar mejores decisiones.
No digo que aquí venga regalado, pero mi salario no es comparable a lo que ofrecen Malasia, Arabia o Turquía. Decidí priorizar que mi familia estuviera bien y que mis hijos aprendieran inglés.
Juan Muñiz
También habló con Juan Mata, que fichó por Melbourne Victory.
Sí, sí, estuve hablando con él. Tuve la suerte de hacerlo porque yo no lo conocía, pero a través de mi mujer —que tiene contacto con su familia— le dije: ‘Jolín, ¿no podrás conseguir su número?’. Pensé: ‘Le escribo, y si no me contesta, nada’. Pero me contestó enseguida y me dijo: ‘Oye, Juan, estoy ahora en Gijón. Quedamos para tomar un café y hablamos’. Y la verdad, de 10 el tío. Me ayudó mucho. Le pregunté sobre cómo era vivir aquí y todo lo relacionado con el día a día. Él no vivió exactamente en Adelaida, sino en Sídney el año pasado, pero aun así me habló muy bien. Me dijo: ‘Juan, si quieres dejar un poco de lado lo económico y priorizar la calidad de vida, no busques otro sitio. Este es el lugar’. Y la verdad es que muy bien. De hecho, cuando hablamos él aún no tenía claro si iba a seguir… y mira, al final también volvió para aquí.
Entonces coinciden en esa idea, la de priorizar el estilo la calidad de vida al contrato.
Si hubiera querido dinero, me habría ido a Arabia. Pero me paré a pensar y dije: ‘Si este puede ser mi último contrato, ¿quiero pasarlo en una ciudad fea, en un sitio donde esté incómodo y con la posibilidad de que mi familia no se adapte, teniendo incluso que vivir solo?’. Preferí dejar un poco de lado lo económico. No digo que aquí venga regalado, pero no es comparable con lo que ofrecen Malasia, Arabia o Turquía. Decidí priorizar que mi familia estuviera bien, que se sintiera a gusto, que mis hijos siguieran aprendiendo inglés —el mayor ya lo habla bastante y el pequeño empezará ahora—. Estoy convencido de que volverán a España hablando inglés perfectamente. Eso pesó muchísimo más. Es verdad que hay gente a tu alrededor que te dice que pienses en el dinero, pero no me convencía. No quería que mi última etapa como futbolista fuese: ‘Sí, gané mucho dinero, pero guardo un mal recuerdo’. Quería que fuera un conjunto: calidad de vida, familia y un buen ambiente.

¿De la etapa de Malasia que balance hace?
Bien, muy bien. La verdad es que guardo un recuerdo precioso. Allí viví experiencias increíbles y gané títulos. Hasta entonces, el único título que tenía era el del Europeo con la selección, y allí conseguí varios. Tengo grabada aquella final de Copa en la que marqué un ‘hat-trick’. No hacía un ‘hat-trick’ desde que tenía ocho o nueve años. Y hacerlo en un estadio con 90.000 personas fue impresionante. También tuve la oportunidad de jugar la Champions y vivir situaciones que, de no ser por ese paso, nunca habría conocido. Además, el club era muy agradable y el Príncipe (Tunku Ismail Idris, presidente de Johor) siempre me trató muy bien. Aunque al final salí porque él tomó una decisión deportiva —algo que puede pasar en cualquier sitio—, no fue una salida mala. De hecho, después me envió un mensaje diciéndome: ‘Juan, vas a ser muy importante en la historia de este club. Esta siempre será tu casa’. Más allá de lo deportivo, siempre me trató genial. Tengo un recuerdo muy bueno de mi etapa allí.
¿Sabe cuántos títulos ganó allí o ha perdido la cuenta?
Pues no lo sé con exactitud… Puede que ocho. Allí hay muchísimas competiciones: la Supercopa, que es el primer partido del año y que la ganamos los dos años; la FA Cup, que también la ganamos las dos temporadas; la Copa de la Liga, que igualmente ganamos dos veces; y las dos Ligas. En total, ocho títulos allí. Si le sumo el Europeo Sub-19 de 2011, tengo nueve.
Chris Coleman me dijo: ‘Juan, estas oportunidades vienen una vez en la vida. En esos países pagan así’. Yo aún dudaba: ‘Pero… ¿lo pagarán?’. Y él me dijo que sí.
Juan Muñiz
Aquella oferta, la de Malasia, sí que era irrechazable...
Me acuerdo perfectamente porque fue una época en Grecia en la que, sinceramente, yo no pensaba para nada en salir. Y de repente me escribe Kiko Insa, el director deportivo, por Instagram, y me dice: ‘Hola Juan, ¿me puedes dar tu número? Quiero hablar contigo’. Se lo pasé y me explicó que tenía interés en llevarme al Johor, de la liga malaya. Yo, mientras lo leía, pensaba: ‘¿La liga malaya?’. Me puse a buscar en el mapa dónde estaba Johor y pensé: ‘¿Pero ahí hay fútbol de verdad? Si me imaginaba la selva’. Entonces me empezó a mandar fotos del Príncipe, del estadio, de la ciudad deportiva, de la ciudad… y yo diciendo: ‘¿Pero qué es esto?’. Aquello empezó a ponerse serio. Encima teníamos sobre la mesa la renovación con el Atromitos por dos años más; de hecho, yo iba a renovar y lo estábamos hablando. Mi mujer también estaba muy a gusto allí, nuestro hijo mayor nació en Grecia, y no pensábamos en movernos. Y de repente aparece esa opción. Empezaron a llegar las ofertas y, de hecho, subieron la propuesta dos veces. Yo seguía diciendo que no, que no quería irme tan lejos; lo veía complicado para la familia. Pero empecé a informarme y vi que había un montón de españoles allí. Y entre eso y la última oferta, le dije a mi mujer: ‘Oye, ¿qué hacemos con esto? Esto no podemos dejarlo pasar’. En el Atromitos aún tenía contrato y ellos querían renovarme, pero tuve la suerte de tener como entrenador a Chris Coleman, con el que tenía muy buena relación. Le conté lo que había y le pregunté qué haría él. Y me dijo: ‘Juan, estas oportunidades vienen una vez en la vida. En esos países pagan así’. Yo aún dudaba: ‘Pero… ¿lo pagarán?’. Y él me dijo que sí. Me ayudó mucho a hablar con el director deportivo para que me dejaran salir. El club se portó bien: pagaron un traspaso pequeño, pero facilitaron todo y no hubo problemas. Lo primero que hice fue situar Malasia en el mapa porque no sabía ni dónde estaba. Luego hablé con Natxo Insa y sobre todo con Jordi Amat, al que conocía de la selección. Me habló maravillas. Pero nada comparado con lo que después viví allí. Es aún más. Te sientes como si estuvieras en el Bayern de Múnich, por cómo te tratan, por las instalaciones, por todo. Jesé llegó a decir: ‘A ver, el Madrid es otra película, pero no te creas que esto está tan lejos’. Y es verdad. Si no tienes los pies en el suelo, te olvidas de que estás en la Liga Malaya, porque la vida diaria es de club grande.
En Malasia hay mucha diferencia entre Johor y el resto.
No, no. En la liga local hay muchas diferencias. Es verdad que hay dos o tres equipos que te pueden plantar algo de cara, sobre todo cuando juegas fuera de casa, porque los campos suelen tener un césped bastante pobre. El Príncipe siempre dice que lo principal es la Liga y las Copas, pero, al final, el Johor es un equipo y una plantilla construidos para intentar competir en la Champions asiática. En la liga local estás obligado a ganarlo todo. Es una competición en la que puedes rotar sin problema porque eres muy superior al resto.
La presión cambia porque cuando eres tan superior, la derrota es prácticamente una deshonra.
El Príncipe es una persona muy inteligente y sabe perfectamente que en la liga eres muy superior. Pero aun así no te permite relajarte ni un segundo. Si ganas 3-0, te pregunta por qué no has metido cinco. Y lo hace bien, porque si no fuese así, con tanta diferencia entre clubes, sería fácil caer en la complacencia y dejar de competir. Él quiere que el equipo esté siempre al máximo para que, cuando llegue la hora de la verdad —una final, un partido decisivo o la Champions—, no te pillen relajado. Si no mantienes ese nivel de exigencia, en una final te pueden sorprender, y en la Champions el equipo no rendiría igual. Por eso aprieta tanto. Sabe que, aunque ganarías la liga igualmente, no te prepararías igual para toda la temporada. Y además son campeonatos larguísimos, con un montón de partidos. Este año, encima, añadieron otra competición más, la Shopee Cup del sudeste asiático, que seguro que también querrá ganar. Creo que este año juegan unos 70 partidos. Una auténtica locura.
Al Príncipe le da igual que te llames Jesé o Samu Castillejo. Trata a todo el mundo exactamente igual. Y si un fichaje estrella se relaja, en un mes está fuera.
Juan Muñiz
¿Al Príncipe le gusta el perfil de futbolista y entrenador español?
A él le gusta mucho el perfil de jugador español. Además, Kiko (Insa) entró como director deportivo y prácticamente el 95% de los fichajes que hace le salen bien, así que se ganó la confianza total del Príncipe. Cuando el Príncipe le dice: ‘Tráeme un mediapunta’, Kiko analiza el mercado y suele apostar por jugadores españoles, porque es donde mejor se mueve y porque sabe que ese perfil suele rendir. Casi todo lo que ficha funciona. Y si te rinde todo el mundo, el Príncipe confía plenamente en ti. Antes había muchos argentinos porque el director deportivo era Martín Pert, también argentino. De hecho, cuando yo llegué, él todavía estaba. Ahora está únicamente Kiko, y es él quien lo gestiona todo. Y la verdad es que todo el mundo rinde, todo el mundo trabaja bien.
Hubo fichajes, como el de Jesé, que hicieron que se hablara mucho del club. ¿Era esa la intención o el motivo era únicamente deportivo?
Si te digo la verdad, no lo sé; supongo que eso ellos lo manejan internamente. Pero sí te puedo asegurar una cosa: independientemente de quién llegue, se llame Jesé o se llame Samu Castillejo, el Príncipe los trata exactamente igual. Le da igual de dónde vengas o qué nombre tengas: aprieta a todo el mundo por igual. Y si un fichaje estrella se relaja, en un mes está fuera. Jesé, con la carrera que tiene, fue allí y trabajó como el que más. Para mí, incluso tuvo menos minutos de los que merecía, porque yo lo veía entrenando y era increíble cómo seguía y seguía, con la trayectoria que tiene detrás. El Príncipe ficha a jugadores porque cree que van a rendir. Y si no lo hacen, aunque lleven una semana, les dice que no. Le da igual dónde hayas jugado antes. Él trata a todos de la misma manera.
La Champions entonces es lo que más tira, tanto a afición como a futbolistas.
Sí, al final donde más expectativas hay es en la Champions. Es verdad que en la liga y en las copas el objetivo es ganarlo absolutamente todo; el Príncipe siempre lo dice: lo primero es arrasar en lo doméstico para quitar presión de la Champions. Dice: ‘Ganemos todo aquí, y luego veremos cómo vamos en la Champions’. Lo que pasa es que, por ejemplo, el año pasado, en un grupo con equipos japoneses, coreanos y chinos, quedamos terceros en la fase de grupos. Nadie se lo esperaba, con los equipos que había y los salarios que manejan. Eso generó unas expectativas enormes, y al final la Champions es lo que todo el mundo espera: esas semanas son especiales. La afición lo nota muchísimo: cuando hay partido de Champions en casa, el estadio se llena. No es lo mismo recibir al Shanghai Port chino que al Penang de Malasia.
Esa temporada usted era clave en el equipo, pero llegaron futbolistas para jugar únicamente la Champions como Jonathan Viera o Roque Mesa y eso le desplazó al banquillo. ¿Le molestó?
Jugué unos minutos en la ida, y en la vuelta —que perdimos 0-1 contra el Buriram de Tailandia— no jugué. No me molestó en exceso; simplemente el entrenador consideró que debía poner a otros y ya está. No pasó nada especial. Pero claro, en el momento más bonito de todo el año… no jugar te mosquea un poco. Yo lo que quería era pasar y llegar a la fase de Arabia, que era lo que todos queríamos. Y, además, quería jugar porque sentía que estaba en un buen momento y que podía ayudar. Pero en mi posición jugaron Jonathan Viera y Samu Castillejo. ¿Qué voy a decir? Comparas sus carreras con la mía y piensas: ‘Joder, ahí no hay nada que hacer’.
En Johor compartió vestuario con Arif Aiman, que fue nominado a mejor jugador de Asia y tiene buena pinta.
Muy bueno, sí, muy bueno. Está muy bien valorado y, de hecho, creo que en cada mercado recibe ofertas de Europa. Pero ni el dueño ni él quieren que se mueva. Allí es una estrella: está en casa, cobra muy bien, está con su familia… Y además, los malasios son gente muy apegada a su entorno; si los sacas un poco de su vida y de su contexto, me da la sensación de que no rinden igual. Así que creo que hace bien quedándose. Estoy seguro de que este año tendrá alguna oferta importante de un club potente de Europa, pero no creo que se vaya. Está demasiado a gusto. En Malasia es una auténtica estrella; para que te hagas una idea, es algo así como lo que es Lamine Yamal en España: no puede ni salir a la calle porque lo paran, lo abrazan, todo el mundo quiere una foto. Y pese a eso, es un cacho de pan. Yo me llevo genial con él. Es muy joven y, para todo lo que representa allí, es un chaval espectacular.
Qué raro que no quiera probar ni siquiera un año en Europa.
¿Sabes qué pasa? Que no es que no tenga ambición, pero allí está tan en su casa que no siente esa necesidad de salir. Los malayos, en general, no tienen esa mentalidad. Por ejemplo, los australianos son todo lo contrario: les llega mañana una oferta de Europa, de donde sea, y cogen un barco si hace falta. Su sueño es jugar en Europa. Los malayos no. Ellos están bien en su país. Como mucho, si les llega algo de Japón, China o algún sitio cercano, lo pueden valorar porque está a cinco horas, buen clima, sin frío en invierno… Pero Europa no lo ven. De hecho, ha habido algún caso de jugadores que probaron y volvieron rápido. Y, además, Johor no es un club que necesite vender. Dinero no les falta. Por eso tampoco están pendientes de colocar jugadores fuera.
Entiendo que está al tanto del caso de los pasaportes malasios. ¿Qué opina?
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Sí, lo vi, lo vi. Lo que pasa es que no quise preguntar mucho porque pensé: ‘Bastante tendrán ya con todo esto’. Leí lo mismo que todo el mundo, las sanciones que impusieron y poco más, pero no tengo ni idea. Me parece raro, porque no es un club que fiche a lo loco. No es que digan: ‘Traigo a este y ya está’. Kiko (Insa) busca un tipo de jugador muy concreto, con unas características específicas. Por ejemplo —y no tiene nada que ver con este caso—, cuando supo que Jordi Amat tenía una abuela o bisabuela que era princesa de una isla de Indonesia, dijo: ‘Coño, Jordi puede sacar pasaporte indonesio y ser jugador asiático/ASEAN, este fichaje me interesa’. Es decir, hay un trabajo detrás, una búsqueda real. Por eso me extraña un poco todo esto. Pero, como te digo, no pregunté.
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