La historia de Gerard Garriga: de camarero a campeón de la Champions de Oceanía
El centrocampista catalán se marchó a Nueva Zelanda “para aprender inglés” y ha acabado proclamándose campeón de la Champions oceánica.
En 2017, Gerard Garriga (El Morell, 1993) se marchó al otro lado del mundo. Literalmente. El español, que jugaba como centrocampista en el modesto Atlétic Alpicat, decidió viajar a Nueva Zelanda con la idea de “vivir una experiencia y aprender inglés”. Y lo que en un principio parecía una aventura pasajera acabó convirtiéndose en una historia de superación que dura ya un lustro. Garriga decidió hacerse un nombre en el fútbol neozelandés, y aunque le costó más de lo esperado -”nadie me daba una oportunidad, todos decían que no era lo suficientemente bueno”- ha acabado conquistando una OFC Champions League vistiendo la camiseta de Auckland City, el club más prestigioso de Nueva Zelanda. Gerard Garriga fue el MVP de una final en la que marcó un gol y dio una asistencia frente al Venus de Tahití. Y aunque la tierra tira y sus padres insisten en que “ya va siendo hora de volver a casa”, Garriga, osasunista de corazón, disfruta de su mejor momento como ‘kiwi’. “Se está empezando a hablar del Mundial de Clubes. ¿Cómo me voy a ir ahora?”, confiesa en AS desde Auckland.
¿Cuál fue el motivo que le llevó a Nueva Zelanda?
Vine a la aventura. A vivir la experiencia y aprender inglés. Mi hermana se fue a Londres y pensé en hacer lo mismo, pero un compañero de equipo y amigo, Xavi Padrones, vino a Nueva Zelanda y me dijo que estaba muy a gusto, que probara. Fui con la idea de desconectar del fútbol, pero al cabo de unos meses empecé a echarlo de menos. Una cosa me llevó a la otra y aquí estoy, jugando en Auckland City.
Se fue para unos meses y lleva ya varios años sin regresar a España. ¿Cómo se despidió de su familia?
Le dije a mis padres que en tres o seis meses estaba de vuelta, que solo me iba para aprender inglés. Y así era. Pero a los seis meses les dije que me quedaría seis más, después que estaría otro año y ya van cinco. De vez en cuando mi madre me dice que ya va siendo hora de volver, pero es ahora cuando todo el trabajo está dando sus frutos. Estoy en el mejor momento de esta experiencia y teniendo éxitos. Hace tres años que no veo a mis padres, pero están contentos y orgullosos de lo que he logrado.
Se llevó pocas cosas en la maleta entonces.
La maleta era grande, pero por ejemplo no traje mucha ropa de abrigo y en invierno empecé a echarla de menos.
En España siempre estuvo ligado al fútbol. ¿Le costó mucho encontrar equipo en Nueva Zelanda?
Jugaba en el Atlétic Alpicat y, además, coordinaba el fútbol base. En España mi día a día era fútbol, fútbol y más fútbol. Por eso quería desconectar y hacer otro tipo de planes los fines de semana. Pero pasados unos meses empecé a echarlo de menos y me puse a buscar equipo como un loco. Tenía contactos e hice pruebas en todos los equipos de Primera, pero nadie me dio una oportunidad. Todos me dijeron que no era lo suficientemente bueno, pero seguí trabajando para cambiar su opinión.
Acabó encontrando equipo, pero le costó adaptarse...
Fue muy difícil. No entendía al entrenador ni a los compañeros y la forma de jugar era totalmente distinta a lo que estaba acostumbrado en España. Además, no hablaba muy bien inglés y no podía expresarme bien en el campo. El fútbol es más directo, más agresivo y los árbitros son muy permisivos. Se permite mucho el contacto. Yo intentaba buscar a alguien para darle el balón al pie, pero nunca tenía salidas. Necesité un tiempo para adaptarme y demostrar que soy mejor futbolista de lo que creían.
¿Los entrenamientos también son muy distintos?
En uno de los equipos en los que estuve a prueba nos sacaron los guantes de boxeo e hicimos una sesión de boxeo. Llegué tan contento con mis botas y me volví a casa sin tocar un balón. Porque no es que ni lo tocáramos, ¡es que ni los llevaron! Pensaba: ‘¿Qué se me ha perdido a mí en este país?’.
¿Tuvo que trabajar en otros empleos no relacionados con el fútbol para sobrevivir?
Claro. Cuando llegué estuve en una empresa de limpieza y luego empecé a trabajar como camarero, pero mi inglés no era muy adecuado y me invitaron a irme porque cada dos por tres la liaba. Luego tuve la suerte de encontrar un club. Empecé a entrenar también a niños en la academia y eso me ayudó a mejorar el inglés.
Nueza Zelanda es conocida por los All Blacks. ¿Eclipsa cada vez menos el rugby al fútbol?
Es verdad que hay gente que pone a Nueva Zelanda en el mapa por los All Blacks. Sin ellos muchos no sabrían ni dónde estamos y eso hace que se frene un poco el crecimiento de otros deportes para que no le hagan sombra. Aquí el fútbol es un deporte amateur y en la televisión apenas hay noticias sobre fútbol. Es todo rugby. Encima es complicado ver la Premier League o LaLiga porque cuando se juega aquí es de madrugada. Sin embargo, está evolucionando mucho. Diría que ahora mismo es el deporte que más practican los niños y las niñas.
¿Ha pasado por malos momentos en Nueva Zelanda?
Claro, he tenido bastantes momentos malos. Los que estamos fuera de casa pasamos por estas cosas. Al principio todo es muy bonito, todo es nuevo y disfrutas, pero llega un momento en el que ya nada es tan nuevo y cuando estás mal no tienes a la familia cerca. Cuando trabajaba limpiando pensaba: ‘¿Qué estoy haciendo aquí, en la otra punta del mundo?’. Ganaba poco dinero, me costaba pagar el alquiler... Y durante la pandemia había semanas en las que estaba deprimido. Habría preferido estar encerrado con mi familia. Después te van saliendo cosas, conoces a gente nueva, surgen oportunidades... Logras darle la vuelta a la situación y aprendes de las adversidades. Cuando la gente me decía que no pensaba en demostrarles que estaban equivocados. Ahora juego en el mejor club del país y acabo de ganar la Champions de Oceanía. He pasado por malos momentos, pero a veces merece la pena.
Es difícil hacerse un hueco en un club como el Auckland porque las plazas para extranjeros son limitadas.
Sí, y que la filosofía de la liga es promocionar jugadores para que salgan al extranjero. Solo puede haber cuatro extranjeros por equipo y en cada alineación hay que incluir a dos jugadores Sub-20. Si no destacas mucho prefieren darle la oportunidad a un jugador joven de la casa.
Como dice, acaba de ganar la OFC Champions League haciendo un gol y dando una asistencia en la final. Incluso fue elegido MVP del partido. ¿Qué piensa?
Empecé a creérmelo algunos días después. Sentí satisfacción. Como he comentado, cuando llegué aquí todo el mundo me decía que no era bueno, que no servía, y eso hace que te replantees muchas cosas. Pensaba que igual era verdad y no se me daba bien jugar al fútbol. Pero seguí trabajando con el objetivo de llegar a la liga nacional, de jugar la Champions... Un tiempo después no solo la he jugado, es que la he ganado. Me salió un buen torneo y la sensación es una mezcla entre alegría, satisfacción y liberación. He hecho muchos sacrificios estos años. No he visto a mi familia, me he llegado a sentir solo, he perdido a personas en España y no he podido despedirme... Es muy duro, pero sientes que, al menos un poco, ha merecido la pena. La sensación de realización es increíble.
Supongo que, aunque desde la distancia, compartió su alegría con sus padres.
Sí, y me hizo mucha ilusión poder compartirlo con ellos y ver que están orgullosos. Obviamente no les gusta tener un hijo en la otra punta del mundo y no verlo durante tres años, pero son parte importante de este éxito. Saben por lo que he pasado y el trabajo al fin está dando sus frutos. No siempre pasa, porque a veces trabajas mucho y no consigues lo que te propones, pero en este caso se ha dado y es una alegría. Poder compartirlo con ellos y con gente que tengo aquí como Albert (Riera) fue muy bonito.
Ahora les espera el Mundial de Clubes.
Estamos clasificados, sí. Aunque no sabemos cuándo se jugará. La familia y los amigos hablan mucho de eso: ‘¡El Mundial, el Mundial!’. Pero yo lo veo aún muy lejos y pueden pasar mil cosas. Una lesión, que no salga un buen final de temporada y no me renueven... Además, es un Mundial. Supongo que el club intentará mejorar la plantilla para competir y tendré que trabajar duro para ganarme la posibilidad de estar en el equipo. Si se da intentaremos llegar lo más lejos posible y enfrentarnos a un club grande como el Real Madrid, pero sobre todo disfrutar de la experiencia, que debe ser increíble. Sería el broche final perfecto para esta aventura.
Imagino que usted no será del Real Madrid...
Bueno, de pequeño era del Barça, pero a los 10 u 11 años me hice de Osasuna. Iba mucho con mi familia a Navarra y, además, estaba en la escuela del Nàstic. Osasuna vino a algún torneo y me quedé impactado con su afición. Me gustó mucho todo lo que transmitían. No soy muy fan de los equipos grandes, soy más de los ‘underdog’ y Osasuna me representa, como futbolista y como persona. La pasión que transmiten y todo. Soy muy fan de Osasuna, la verdad.
Su entrenador Albert Riera es un auténtico referente en Nueva Zelanda. ¿Cómo es como ‘jefe’?
Albert son palabras mayores. Gran parte del éxito de esta temporada es suyo. Es un gran gestor de grupo, entiende el fútbol de una manera distinta y ve cosas que a otros se le escapan. Trabaja mucho, va al mínimo detalle, plantea tan bien los partidos que salimos a jugar y sabiendo lo que va a hacer el otro equipo. Creo que puede tener un gran recorrido como entrenador. No sé si en Oceanía o le gustaría probar en Europa, lo que sí sé es que ahora mismo está muy contento donde están, aunque Nueva Zelanda se le va a quedar pequeña. Con un entrenador así es más fácil que las cosas salgan bien.
¿Y su futuro dónde está?
Después del coronavirus estaba cansado de Nueva Zelanda y pensaba en volver a casa después de cuatro años, pero fiché por el Auckland City y se me abrió una nueva ventana que no podía desaprovechar. Quiero ganar el máximo número de títulos posible y estoy en el lugar adecuado para conseguirlo. En diciembre volveré a España de visita y a ver qué pasa, aunque claro, acabamos de ganar la Champions y se empieza a hablar del Mundial de Clubes. ¿Cómo me voy a ir ahora? Estoy donde soñaba estar cuando llegué a Nueva Zelanda. Habrá que quedarse un año más.