Luis Enrique enciende París

Tras dos años sucumbiendo en los octavos de la Champions, después de dos temporadas para olvidar en Europa, con múltiples descalabros y enfado de los ultras de por medio, Qatar y Nasser Al Khelaïfi decidieron el verano pasado virar el proyecto del Paris Saint Germain. La clave no era el fichar a grandes estrellas, sino formar un equipo competitivo, colectivo y en el que las figuras fueran los once en el campo. Para ello, el elegido fue Luis Enrique, un entrenador que ya sabía lo que era ganar la Champions, con el Barcelona en 2015, y que aterrizó en París para implantar la disciplina.

A falta de menos de dos meses para que acabe la temporada, el PSG se encuentra en una situación inmejorable. Líder incontestable de la Ligue 1, con diez puntos de ventaja respecto al segundo clasificado y con un partido menos, campeón de la Supercopa en enero, finalista de la Copa de Francia, el 25 de mayo ante el Lyon y semifinalista de la Champions League, después de doblegar por 1-4 al Barcelona en Montjuic, remontando el 2-3 adverso del partido de ida en el Parque de los Príncipes.

Mucha culpa de ello la tiene Luis Enrique, que ha conseguido, por fin, tras muchísimos años sin identidad, impregnar un estilo de juego definido, ultraofensivo, con protagonismo de prácticamente toda la plantilla. “Hay 23 titulares, no once”, se cansó de repetir en el inicio de temporada. Prueba de ello es que el técnico asturiano, en 44 encuentros esta temporada, ha utilizado 40 alineaciones diferentes, las que comunica dos horas antes del partido, para que todos los jugadores estén enchufados a lo largo de los entrenamientos.

El gijonés, de 53 años, ha sido decisivo en la eliminatoria por distintas razones. Pese a que se equivocó con el planteamiento en el partido de ida, corrigió al descanso y, aunque perdió contra el Barcelona, en el partido de vuelta salió victorioso de la batalla táctica contra Xavi. Obligó a los blaugranas a sacar la pelota siempre por el lado de Araujo y no de Cubarsí, con el que se emparejó Mbappé, propiciando la pérdida del uruguayo y su posterior expulsión después de cometer una falta sobre Barcola al borde del área en una situación manifiesta de gol.

Después, Luis Enrique supo cómo leer y cómo atacar por las bandas al Barcelona, aunque es evidente que la roja del central marcó el devenir de la eliminatoria. Tanto Barcola como Dembélé recibieron continuamente en ventaja porque tanto Achraf, en la derecha, como Fabián, en la izquierda, se encargaron de allanar el camino para que los dos extremos, decisivos en tres de los cuatro goles del PSG, encararan con facilidad.

Luis Enrique ha resucitado a una París dormida, necesitada de un líder, de un comandante que encajara unas piezas que estaban desubicadas desde hace mucho tiempo con distintos entrenadores. El diario L’Équipe, después del 1-4 en Montjuic, ensalzó el trabajo del exseleccionador español, valorando con un ‘8′ su dirección de campo. “Cuando forma un equipo coherente con los jugadores en sus puestos, se nota enseguida la diferencia. El entrenador español gestionó bien el partido de vuelta. Dijo que su club lo haría. Cumplió su palabra e hizo todo lo que pudo”, resalta el periódico francés.

El PSG está a cuatro partidos de lograr un Triplete histórico, una proeza que ya sabe lo que es saborear Luis Enrique como entrenador del Barcelona. Si vence en la final de la Copa de Francia ante el Lyon, el 25 de mayo, y logra clasificarse a la final de la Champions, el 1 de junio y ganarla, se convertirá en el primer entrenador de la historia de los parisinos que, además de un Triplete, le brinda al club la primera Champions de su historia. Palabras mayores, pero cualquier aficionado habría firmado, en agosto, cuando empezó la temporada, encontrarse en abril en esta situación.

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