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Bellingham, toca reflexionar

Sin sanción. Está divertido lo de la Euro. A Bellingham no le sancionan por llevarse las manos a sus testículos en la cara del banquillo de Eslovaquia, un gesto mundialmente conocido que no necesita interpretación nacionalista o geopolítico-territorial. En realidad, le ponen 30.000 euros –que debe ser una factura suya en Ibiza– y también una sanción en diferido si reincide, algo así como ‘elija cuando se quiere perder un partido porque ahora no nos conviene ni a usted ni a nosotros’. Ya llegará un viaje a Liechtenstein del que borrarse.

Con sanción. Sí, en cambio, fulminan a Demiral con dos encuentros como en su día al albanés Daku. ¿El motivo? Una celebración con segundas, un gesto que conlleva proclamas políticas, algo fuera de lo permitido en torneos blancos y neutros como este. Absolutamente de acuerdo con UEFA, salvo por un matiz: de política, más que de fútbol, llevan hablando los franceses en la Euro sin parar, y aquí no pasa nada. Habló Thuram. Habló Koundé. Habló Mbappé.

Depende. La mayor estrella del momento hizo que los titulares y las portadas de los diarios deportivos reflejaran su postura política, la que cree mejor para su país. Seguramente esté en lo cierto, y es muy respetable y loable que se posicione, pero ni ha habido investigación ni la habrá ni sus declaraciones o reivindicaciones pasan por el mismo filtro que las de otros, sean más o menos contundentes. La política tiene cabida, entonces, pero depende de para quién.

Diferencia. Como ocurre siempre, hay dos varas de medir para los organismos cuando una gran estrella se cruza en su camino. Pasa en todos los lugares del mundo. Amonestar a Messi no es lo mismo que al lateral derecho de Ecuador. Prescindir de Bellingham en unos cuartos de la Euro no es igual que hacerlo con Demiral. La gente, en cualquier caso, no necesita sanciones para percibir las cosas: lo de Bellingham, desde hace un tiempo, está muy al límite. Criticado por sus actitudes en Inglaterra, en Alemania y hasta en España, no se ve en él precisamente a un caballero inglés de Stourbridge. Casi encaja más con un Peaky Blinder. Es tan uruguayo como los uruguayos.

Hoy descubrimos a... Edgardo Fariña (2001). Juega Panamá cuartos de la Copa América con sus dos centrales jóvenes muy interesantes: Córdoba, fichado ya por el Norwich, y Fariña, que es la gran revelación. A sus 22 años, tiene un físico espigado, buena colocación y va bien al corte. Juega en Guatemala. Muy poco va a durar allí.

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