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Simeone siempre confió en los suyos

Qué manía tienen algunos de aconsejar no exagerar en las celebraciones tras pasar a unos cuartos de final de Champions. Nunca entendí las razones por las que debes ponerle freno a la felicidad. Y claro que sabemos de números, y que tras unos octavos van unos cuartos, pero no son unos cuartos cualquiera, era eludir caer durante tres meses por un precipicio sin ninguna motivación que la de luchar por un cuarto puesto liguero. Y ese pase fue por la puerta grande, tras un nuevo suspenso fuera de casa. Pero el Cholo ya mandó un mensaje después de lo de Cádiz: hasta tres veces repitió en rueda de prensa que confiaba en sus jugadores y en este equipo, y tras la tormenta del sábado, el domingo salió el sol.

Para ello, de nuevo fue imprescindible el aliento del Metropolitano, ese que te impulsa a creer que se puede, como demostraron los tres centrales (lo de Witsel, sobre todo cuando juega en el centro, me tiene flipando) o el compromiso de nuestro Cid luchador, Antoine Griezmann. Luego habría que sumarle el corazón de Koke, el compromiso de un Depay que lleva tres partidos con minutos de calidad, y la personalidad de un Roro Riquelme que tras el fallo, cogió el balón metiendo el penalti de la cantera. Todo esto bajo la pizarra de un Simeone, que a pesar de poner al todoterreno Llorente como interior, le mandaba presionar a Bastoni para limitar la salida más limpia de balón de los interistas. Cuando decidían dar el paso hacia adelante en la presión, se convertía en unos marcajes al hombre con la premisa de que en caso de inferioridad, hacer falta táctica, y empezar de nuevo.

Fue también espectacular la lucha en el tablero de estos grandes dos entrenadores, en la que salió victorioso un tal Simeone, que lleva junto con sus jugadores y cuerpo técnico, once participaciones de Champions consecutivas, de las cuales siete se pasó a cuartos, nada que ver con las ocho que llevaba el equipo en su historia antes de llegar el argentino. Por todo ello, esta noche seguiremos celebrando el pase a cuartos, al grito de Obli, Oblak cada día te quiero más. Y mañana, mañana será otro día.

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