RB Leipzig: del éxito al rechazo
El RB Leipzig se ha instalado en el primer nivel europeo en menos de 15 años y no para de sacar talento, pero su propiedad sigue generando protestas.
Para algunos, el RasenBallsport Leipzig es un ejemplo de buena gestión en el fútbol moderno y de integración entre clubes para crear una red de captación de talento a nivel mundial; para otros, muchos de ellos en Alemania, es un ataque a la forma clásica de entender el fútbol, la mercantilización del deporte rey de Europa. Y entre ambas sensaciones navega el próximo rival del Madrid, al que su propiedad austríaca, la empresa de bebidas energéticas Red Bull, le sigue generando protestas jornada a jornada en Alemania.
El Leipzig es la incursión más ambiciosa del proyecto de Red Bull en el fútbol, que consta también de clubes en Austria (Salzburgo), Brasil (Bragantino) y Estados Unidos (Nueva York). Por consejo de Franz Beckenbauer, amigo del copropietario de Red Bull ya fallecido Dietrizh Mateschitz, la empresa eligió Leipzig como sede al entender que en las ciudades de la antigua República Federal Alemana no iba a tener sitio ni apoyo. Arrancó en la 2009-10 en quinta división para así escapar al control de la Federación Alemana, con la meta de llegar a la Bundesliga en ocho años. Y desde el inicio se encontró con numerosas protestas, empezando por sus vecinos de la ciudad, el Lokomotive y el Sachsen. Algunos amistosos tuvieron que ser cancelados por cuestiones de seguridad.
El ascenso no se hizo esperar, impulsado por la dirección deportiva de Ralf Rangnick, inventor del Gegenpressing y actual seleccionador de Austria, y por el buen ojo para detectar talento: entre otros, llegaron Kimmich, Forsberg, Sabitzer, Poulsen... Con la llegada a segunda se vio obligado a modificar la composición de la junta y a abrirse a la entrada de nuevos socios, si bien en la práctica Red Bull mantiene el control del club; también tuvo que modificar su logo para alejarlo del de la marca de bebidas, si bien en su ciudad deportiva del barrio de Cottaweg luce bien grande el toro rojo en la entrada y en cada rincón. En 2016 llegó a la Bundesliga, en un plazo inferior al de ocho años inicialmente marcado, y ya es un habitual de la Champions, a cuyas semifinales llegó en la 2019-20.
Pero todo ello no le ha granjeado simpatías en Alemania. A día de hoy, su existencia sigue siendo boicoteada en muchos estadios, en 2014 diez equipos de segunda se unieron bajo el lema “No al RB” y la afición del Union Berlin se vistió de luto para recibirle en su primer encuentro. Y la peor parte se la han llevado los clubes clásicos de Leipzig, que transitan hoy divisiones inferiores y que han visto cómo muchos aficionados han cambiado de bando.
Pero nada de esto habría funcionado sin el buen hacer en la captación deportiva, pues son muchas las figuras que han salido de algunos de los clubes del universo Red Bull: Haaland, Mané, Keita, Upamecano, Adeyemi, Szoboszlai... El talento en mayúsculas fluye hacia Leipzig y una vez ahí, se vende por cantidades importantes: el pasado verano el club ingresó 244 millones; desde 2018 van 628 millones, el séptimo que más en ese periodo.
De la F1 a la estratosfera
El paso de Red Bull por el fútbol no estaba del todo claro, al menos por el fútbol de primer nivel. Desde su inicio en 1987, después de que Dietrich Mateschitz se aliase con el tailandés Chaleo Yoovidhya para comercializar en Europa esa bebida llamada bisonte rojo que ganaba fama entre los transportistas del país asiático, la apuesta fue ganar adeptos a través de los deportes extremos: skate, snowboard, escalada... Pero Mateschitz, austríaco, no pudo resistirse y adquirió en 2005 el Salzburgo, dentro de una estrategia de patrocinios cada vez más extendida, cada vez más global.
La política de comunicación de Red Bull es extraña; no se habla de la estrategia, prefiere que sean los propios proyectos los que lo hagan. Y la realidad es que lo hacen a gritos: en la Fórmula 1, ha ganado 7 títulos de pilotos y 6 de constructores de las últimas 14 ediciones; acaba de entrar en el ciclismo de primer nivel con la adquisición del Bora, equipo de Primoz Roglic; y a ello se unen incursiones en los esports (Cloud9), el hockey sobre hielo (Red Bull München, ganador de cinco de las últimas ocho ligas) y el patrocinio personal de figuras como Marc Márquez, Alexander-Arnold o Carlos Sainz padre. La inversión anual en patrocinios se estima en torno a 2.000M€.
Aunque ninguno como el salto desde la estratosfera de Felix Baumgartner en 2012, rompiendo la barrera del sonido a más de 1.350 kilómetros por hora tras caer desde 39.000 metros. Un proyecto que en su día tuvo un coste de 50 millones, pero que hasta hoy, según un informe de Athletic Interest, ha generado un valor equivalente a 6.000 millones de dólares... Un negocio redondo.