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CHAMPIONS (1/4, VUELTA) | M. CITY - REAL MADRID

“Estábamos desesperados”: cuando el City penaba en tercera división

Hace justo 25 años, el Manchester City era muy diferente al que ahora arrasa. Necesitó un triple milagro ante el Gillingham para escapar del infierno...

El 2-2 de Dickov para el City en la final de Wembley contra el Gillingham para dejar atrás la tercera división inglesa.

En abril de 1999 el Manchester City se parecía muy poco al que ahora, 25 años después, reina en Europa. Los hinchas skyblue tenían el orgullo molido a palos. El eterno rival, el United, les pisoteaba en el derbi local (sólo un triunfo citizen en los dieciocho años previos) mientras iba a por su segunda Copa de Europa y para colmo el City estaba por primera y única vez en su historia en la tercera división del fútbol inglés. Todo mal. Ser de la parte azul cielo de la ciudad era vivir entre nubarrones.

Finamente fue solo una temporada en el pozo, pero qué año. La postal del City moderno puede ser levantando la Orejona en la final de Estambul de 2023, pero en 1999, hubo otra final también muy relevante para el club. No era contra el Inter de Milán, era frente al Gillingham, un equipo al que costaba poner en el mapa, para ascender a Segunda. Por entonces no había ni rastro de los millones árabes. Como relata David Bernstein, el presidente citizen en aquel momento en su reciente libro We Were Really There: the rebirth of the Manchester City, la situación económica de la entidad “era desesperada”.

De no ascender al primer intento “el City no desaparecería”, según Bernstein, pero “los recortes iban a ser muy profundos” y todo el mundo temía que el flujo de hinchas “se desangrase”. No era el apocalipsis, pero casi. En los pies de dos ídolos desde entonces, Andy Morrison (hijo de un pescador) y Shaun Goater, llegado desde las exóticas Bermudas, el City se plantó en las semifinales solo para comenzar perdiendo contra el Wigan a los 20 segundos de partido. Remontado ese partido, el City coqueteó de manera más abierta con el desastre en la final. Encajó el 1-0 del Gillingham en el 81′ y el 2-0 en el 87′. Bernstein recuerda quedarse “petrificado” en palco, preguntándose “qué demonios iba a hacer con otra temporada en tercera división”.

Los agradecidos futbolistas del Manchester City celebraron así el agónico ascenso junto a sus hinchas en Wembley.
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Los agradecidos futbolistas del Manchester City celebraron así el agónico ascenso junto a sus hinchas en Wembley.

El City que con Guardiola arrasa, necesitó tres milagros contra el Gillingham. Primero un gol de rebote en los últimos segundos antes del minuto 90. ¿Luego? Otro de Paul Dickov minuto y medio en el descuento. “Habíamos caído al abismo, pero nos agarramos con los dientes y logramos salir”, escribiría luego el presidente citizen. Se sabe de hinchas del City que habían abandonado llorando Wembley con el 2-0 y no se enteraron de nada hasta llegar a Mánchester. El tercer milagro fue en la tanda de penaltis. Dickov falló su penalti pero Nicky Wearer, el portero skyblue, hizo su trabajo. La pila de futbolistas sobre el portero fue mayor que la que se montó sobre Rodrigo en el Atatürk hace diez meses. Bernstein lo describe así: “La euforia, la liberación de tanta presión, fue increíble”. La camiseta de esa tarde, una extraña combinación de franjas negras y amarillas fosforitas, se convirtió en una de las favoritas de la hinchada, aunque nunca se hayan vuelto a usar esos colores.

Ese City sobrevivió, recuperó la compostura y después su puesto en la Premier, y cayó en manos de la familia real de Emiratos Árabes. Pero ese es otro capítulo de la historia citizen. Uno que quizá no habría existido sin aquel agónico partido contra el Gillingham hace justo un cuarto de siglo.

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