El Madrid, en buenas manos
Lunin vuelve a escena tras la lesión de Kepa y lo hace parando un penalti y con otra mano salvadora. Mantiene el optimismo pese a que sabe que sus días de blanco se acaban.
No está siendo una temporada benévola para el Madrid en el tema lesiones: al borde de arrancar el curso se quedó sin Courtois, con el cruzado roto; luego perdió también a Militao para prácticamente la campaña completa; antes de todos se había roto el menisco Güler, que luego cayó muscularmente, como también lo hicieron Vinicius y Ceballos; Tchouameni se rompió un hueso del pie durante el Clásico... y el último en llegar a la enfermería ha sido Kepa, anunciado como titular ante el Braga y posteriormente retirado tras notar en el calentamiento una fuerte molestia muscular en la pierna derecha.
El vasco se sometió hoy a pruebas y estará tres semanas de baja por una pequeña rotura en el abductor derecho. Kepa ya llegó al Madrid para resolver otro problema médico como el de Courtois y ahora, como entonces hasta que cristalizó la cesión del vasco desde el Chelsea, Ancelotti y el equipo blanco se quedan en manos de Lunin, un descarte empeñado en agotar las últimas gotas de su paso por la Casa Blanca.
El pasado verano se le comunicó al ucraniano que no contaba y se le instó a buscar una salida, mientras el club peinaba el mercado de potenciales suplentes para Courtois (David Soria fue la opción más seria, con Pacheco y Dimitrievski en la recámara). Pero Lunin se agarró a su contrato, que acaba el próximo mes de junio, y desde su entorno insistieron en transmitir un optimismo poco acorde con la realidad: “Trabaja muy duro porque quiere ser el número uno del mejor club del mundo, el Real Madrid”.
“Esto es el Madrid, trabajo con los mejores”
Disfrutó de las dos primeras jornadas de Liga, que cerró con dos triunfos y sólo un gol encajado. Pero su sitio es el banquillo y allí regresó hasta ayer: jugó sus primeros minutos desde el 19 de agosto. Sabe que su estancia en el once depende sólo de la recuperación de Kepa, pero por él no quedará: a los cinco minutos, detuvo un penalti a Djaló que pudo poner el duelo cuesta arriba para los blancos; y en la última jugada, le cerró la puerta a Abel Ruiz con un manotazo a contrapié de gran mérito.
Tras el duelo, el ucranio se mostró parco en palabras, aunque reincidió en lo que los suyos repiten cada día: el Madrid es el mejor equipo del planeta y cada día bajo su techo, un regalo. “Siempre me siento bien, estoy en el mejor club del mundo. Todos me ayudan día a día, trabajo con los mejores. No es fácil entrar a última hora, pero hay que estar preparados”, explicó a Real Madrid TV, al mismo tiempo que agradeció los consejos a Luis Llopis, preparador de porteros del equipo, con el que tuvo un feo encontronazo en la pretemporada en Estados Unidos. La aventura en el Madrid se va consumiendo, pero Lunin quiere hacer que cada día cuente.
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