SUPERCOPA DE EUROPA | REAL MADRID - EINTRACHT
El Eintracht deja vía libre al Madrid
El desastre del Eintracht contra el Bayern muestra el camino a Ancelotti. Los defectos tácticos de los de Glasner fueron evidentes. A la espalda de los medios había una pradera.
El favoritismo extremo del Real Madrid en la Supercopa de Europa se agrandó más si cabe tras el desastre del Eintracht en el estreno de la Bundesliga. Ni el consabido potencial del Bayern, que ha iniciado la temporada como un tiro, hace admisible la actuación que perpetró el equipo de Oliver Glasner. La derrota por aplastamiento transmitió una sensación de fragilidad categórica. Se vio a un equipo sin jerarquía, desequilibrado y con lagunas tácticas de peso, lejos de la versión convincente que le hizo ser campeón de la Europa League con total merecimiento la pasada temporada. De proceder igual en Helsinki, el Madrid tiene el camino abierto hacia el título.
El Eintracht se había distinguido por ser uno de los mejores equipos de presión alta del panorama europeo. Un bloque que estresaba al rival y cerraba todos los espacios. Ninguna de esas señas de identidad salió a relucir contra el Bayern. De ahí que los de Glasner cayeran en la trampa de Nagelsmann. El juego a pocos toques y los movimientos para atraer rivales del campeón bávaro despedazaron al 5-4-1 de un Eintracht que empezó valiente, después moderó su posicionamiento adelantado y nunca puso remedio a sus continuas concesiones defensivas. La primera intención de Glasner radicaba en que Kimmich y Sabitzer no recibieran, enjaulados por Rode, Sow y con Lindström y Götze cerrados. Pero Davies y Pavard quedaban liberados en los laterales y hacían dudar a Knauff y Kostic si saltaban. Al final, el propósito del Bayern era provocar que los jugadores del Eintracht abandonaran sus zonas de influencia y atacar después los espacios liberados.
La agresividad del Eintracht en la presión resultó fallida porque no realizó las vigilancias convenientes a la espalda de sus centrocampistas. Musiala y Müller aparecieron entre líneas sin apenas encontrar oposición, mientras que Mané y Gnabry se abrían para fijar a los tres centrales (Touré, Tuta y N’Dicka), que echaron en falta el liderazgo del retirado Hinteregger. El agujero era considerable en cada acción de inicio del Bayern. Kimmich actuaba como señuelo y los atacantes se proyectaban en el interior. La movilidad de Musiala, que se intercambió fenomenalmente con Mané, Müller y Gnabry, propició un lío en las marcas que Glasner no pudo solucionar. Todo jugador del Eintracht llegaba tarde y estaba en desventaja ante la velocidad de circulación y dinamismo del Bayern.
La altitud de Knauff y Kostic como carrileros tampoco ayudó en ese escenario. Estaban en tierra de nadie de inicio y cuando el Eintracht retrocedió mostraron sus fisuras tácticas. Upamecano y Lucas no solo podían encontrar vía libre para dar con Musiala y el resto entre líneas, sino que también podían asumir con comodidad los desplazamientos largos hacia los delanteros caídos en las bandas. Gnabry y Mané explotaron el intervalo entre central y carrilero, siempre despejado para hacer de las suyas. Esa amplitud condicionó a toda la estructura defensiva de un Eintracht al que tampoco le auxilió su excesiva pasividad individual.
El problema fue colectivo y táctico, un hecho imputable a Glasner. Pero sus jugadores no se salvan de la debacle. La apatía defensiva que exhibieron para fijar a su par, seguir en las continuaciones y asegurar las anticipaciones resultó muy significativa. Unos defectos que se extendieron al balón parado. Siempre se puede perder contra el Bayern, pero no se debe hacerlo de esta forma. La sacudida recibida antes de la Supercopa hace salir tocado al Eintracht y muestra a Ancelotti cómo imponer la hoja de ruta que necesita el Madrid para seguir donde lo dejó. Ganando un nuevo título.