Manolo Sanchís: "Un frasquito del gen Real Madrid no tiene precio"
Al año siguiente de nacer, su padre, Manolo Sanchís Martínez, ganó la Sexta. Él, 18 años en el primer equipo, 21 títulos, 710 partidos y 40 goles, conquistó la Séptima y la Octava. Después, ha vivido muy de cerca las otras. Una institución blanca, altamente capacitada para explicar los secretos de este fenómeno llamado Real Madrid.
La suma de la decimocuarta Copa de Europa y la trigésimo quinta Liga ha vuelto a poner de plena actualidad el viejo debate sobre el ADN ganador del Real Madrid. Su incombustibilidad a lo largo de las décadas y a caballo entre dos siglos. El club blanco primero gana y después pregunta. Mucho sobre ello sabe Manolo Sanchís Hontiyuelo, tercer jugador de la historia con más partidos jugados después de Raúl (741) y Casillas (725). El gran capitán acepta entrar en la controvertida materia dejando claro que su exposición es una pura experiencia personal, no un tratado filosófico sobre la idiosincrasia del club de su vida.
Se exagera diciendo que hay muchos niños que nacen con un balón debajo del brazo, usted nació con una Copa de Europa… Al año de estar en este mundo su padre, Manolo, ganó la de los yeyés.
Nací (23 de mayo de 1965) realmente con un Real Madrid-Atlético en el Bernabéu, que ganamos 1-0… Eran los octavos de Copa. Mi padre solo me contó una parte de la historia, nunca me dijo qué había pasado en el partido de vuelta. Resulta que el Atleti nos remontó (4-0) una semana después. Ese día mi padre currando y mi madre en el hospital. Cuando acabó se fue a vernos.
Se podría decir que de las 14 Copas de Europa, usted ha vivido todas menos las cinco primeras…
Si lo plantea así, es verdad. Estuve presente, por mi padre, en la Sexta; a título personal en la Séptima y en la Octava y como aficionado en todas las demás. La única que no vi en directo fue la Novena, la del gol de Zidane en Glasgow. Me acababa de retirar el año anterior y era un momento difícil. No es fácil ver que ocurren cosas cuando uno ya no está y aquel año me lo tomé como un acomodo a la vida civil y estuve unos meses alejado un poco del fútbol. Vi la final por la tele, seguía al equipo, pero lo que no hice fue hacer lo que he hecho en todas las siguientes finales, organizarme con toda la familia para estar presente en ellas.
La primera suya, la de Ámsterdam, la Séptima, se le resistía al club desde hacía 32 años y a usted, personalmente, 15 desde que llega al primer equipo en 1983…
Tenía exactamente esos 32. Cuando era un renacuajo al que le gustaba jugar al fútbol, mi padre me había contado muchas veces cómo había sido la del 66. Me hablaba de que eran once españoles y, sobre todo, de la llegada a Barajas y cómo había sido la celebración con la ciudad. Tenía idealizado todo aquello. Me imaginaba cómo debía molar llegar al aeropuerto con la Copa. Luego, a los 18, llegué al primer equipo y comencé a heredar las ganas acumuladas de los años anteriores, tanto de las plantillas, las directivas, los entrenadores, los aficionados. Cada año se sumaba uno más, y uno más. La Quinta estuvo relativamente cerca el año del PSV. Para el club el deseo de ganarla era tal que se llegó a convertir en una obsesión.
¿Qué le contaba su padre del club, del funcionamiento diario…?
El Real Madrid que él vive (1964-71) se encuentra en plena fase de cambio. Es el club de Don Santiago. Aquella era una sociedad acostumbrada a tener un capo y ello se trasladaba al club. Don Santiago era quien gobernaba con Saporta y Antonio Calderón como pilares. Todos le tenían un grandísimo respeto. Llega justo el año que sale del equipo Alfredo di Stéfano, pero está Paco Gento, como bisagra, llega Amancio. Crecen Pirri, Zoco, Grosso, Velázquez… El ambiente que se vivía era todavía de tradición y, en algunos sentidos, de antigüedad. La generación que hereda el vestuario que deja Alfredo es gente tan potente que comienza a crear una personalidad propia y eso que la presencia de Di Stéfano significa un antes y un después en la historia del club.
Se trata de que usted, que ha vivido el Real Madrid desde dentro desde el día que nació, 57 años, sea capaz de explicar el fenómeno deportivo y social que representa este club a nivel universal.
Voy a intentar explicar lo que me pide desde una experiencia personal. No tengo ningún oráculo, ni soy un gurú. Para mí es como el padre que coge a un niño recién nacido, lo guía los primeros pasos, forja su educación, su personalidad, su cultura, su forma de entender la vida… Aquellos primeros años, los 50, los 60, el Madrid, como ente vivo, va formando su carácter, un corazón, una personalidad. Hay una serie de personas que influyen de forma definitiva en lo que se va formando. Si hoy decimos vamos a crear un Real Madrid, lo primero que tendríamos que decir es que lo vamos a intentar formar durante los próximos 70/80 años. Vamos a ir dejando que ocurran cosas. Las vamos a intentar ir resolviendo desde el punto de vista de lo que queremos ser en el futuro. Eso es lo que ha ocurrido con el Real Madrid. Se ha forjado en los últimos 70 años.
Usted vive, como miembro de La Quinta del Buitre, una de las épocas más señaladas en ese camino.
Además de por nuestro juego, se nos reconoció por lo que representamos entonces para la sociedad española. En nuestro país hubo una pequeña revolución. Empezaron a cambiarse los conceptos y, dentro del deporte, la Quinta fue el exponente de ese cambio que estaba experimentándose a todos los niveles. En lo social, con la movida; en lo político, con la llegada del PSOE al Gobierno… Se empiezan a abrir espacios cerrados.
¿Tiene una fecha, un acontecimiento, un partido, que considere trascendental en este crecimiento constante?
Desde mi experiencia, pondría una fecha. La eliminatoria contra el Anderlecht (1984-85). Perdimos allí 3-0. Lo que ocurrió aquella noche en el vestuario nada más acabar el partido marcó a ese vestuario para el partido de vuelta (6-1) y para el futuro y ayudó a que, durante muchos años, se hayan ido sucediendo situaciones parecidas hasta llegar a esta última temporada en la que se han revivido aquellas remontadas. A base de repeticiones, de acumular información sobre la personalidad del club se llega al momento de que cuando se avecinan las situaciones críticas, como estas contra el PSG, el Chelsea, el City… el equipo reaccione como reacciona.
Quiere decir que estas remontadas son nietas o biznietas de aquellas remontadas.
Estas remontadas son hijas de esta plantilla. Lo que sí se podría preguntar es de dónde esta plantilla saca ese carácter para salvar momentos tan complicados. Esta plantilla seguro que ha tenido momentos en los que ha sentido la inspiración y la influencia de otras anteriores que también habían sentido que este club, esta camiseta, esta afición y este estadio implican algo especial. Ahí es donde sí creo que hay un gen que se ha ido adhiriendo a la personalidad del club a lo largo de las décadas y que se pasa de generación en generación. Siempre ha habido un hilo conductor que ha perdurado en el tiempo…
Es lo que se llama ‘ADN Real Madrid’.
Hay un gesto muy típico, muy utilizado, aunque no siempre de forma correcta, que es el de besarse el escudo, el yo por el escudo. Lo apruebo. Ese gesto tiene mucha más información de lo que parece. Lo que estás diciendo es que detrás de ese escudo hay un montón de historia que te obliga a actuar de cierta manera. Con todos mis respetos, no es lo mismo defender el escudo que llevó durante muchos años Alfredo di Stéfano, que si no hubiese estado Alfredo en el equipo. O los jugadores de las cinco Copas. O los yeyés. O la llamada generación de los Garcías. O la Quinta del Buitre. O los de la Séptima. O después los llamados Galácticos. O, ahora, esta nueva hornada que lleva cinco Champions. Toda esta información se ha ido acumulando en ese escudo y por eso el otro día, cuando Vinicius marca el gol, señala el escudo. Es mucho más que un acto para la gente, es el acto que antes habían hecho muchos jugadores del Real Madrid con un gran sentimiento.
Es como una herencia que se traspasa a lo largo de las generaciones.
Una herencia que se va modificando, que va pasando de vestuario en vestuario. Hay una gran cantidad de proyectos deportivos basados en el dinero, pero que no tienen alma y sin alma no funcionan. El alma no es algo que se pueda comprar. Tener alma no es patrimonio exclusivo del Real Madrid. No llego a eso. El Athletic Club tiene un alma y es un alma distinta a la nuestra, pero es un alma totalmente reconocible. Nosotros es como si hubiéramos creado un gen al que llega toda la información, se acumula y se transmite a lo largo de la historia. No es casualidad lo que está sucediendo. Este gen se transmite por ciencia infusa. Es un intangible. Es algo que si se pudiese meter en frasquitos se vendería carísimo. No tendría precio. Sobre todo, porque reúne tantas historias individuales y colectivas detrás como para haber podido llegar al año 2022 con esa fórmula. Ahora, quien lo quiera imitar tendrá que esperar a dentro de 70 u 80 años a ver si puede conseguir un gen igual, meterlo en otro frasquito y que tenga el mismo valor. El pasado del Real Madrid ha sido lo suficientemente certero como para ahora envasar esas pastillas. Es algo que, por ejemplo, el PSG desearía tener y no lo puede conseguir porque necesita el paso del tiempo. Es algo que por suerte no se puede comprar.
Ha llegado a decir que el Real Madrid le ha dado a usted y su familia más que nadie en la vida. Hablamos de un club de fútbol…
Es algo de cajón. Nazco con mi padre jugando con el Madrid; en mi casa, de alguna manera, nos educa con los criterios, principios y valores que él vive en el club. Así crecemos mis hermanas y yo. Luego yo también entro en el club y empiezo a recibir en primera persona todos esos valores que básicamente son los mismos que me enseñaba mi padre, aunque, claro, se van adaptando a los nuevos tiempos. La sociedad de los 50 no tiene nada que ver con la actual. Esa educación que recibí de mis padres y luego del club es la que yo he intentado transmitir a mis hijos junto a mi mujer.
¿Y por qué no quiso seguir transmitiendo ese mensaje desde dentro del club a las nuevas generaciones? Se retiró y no ha vuelto.
Se acabó como jugador y se acabó. Se abren puertas. Una de ellas era la de técnico, pero yo había tenido a mi padre como ejemplo de entrenador en casa y viviendo su experiencia te das cuenta de que es una profesión muy complicada que necesita una alta dosis de vocación que yo no tenía. Descarté esa. ¿La gestión? Prácticamente desde que me retiré comencé a gestionar fútbol, equipos, torneos. Ahora tengo y soy el presidente del Periso, un histórico club de la Comunidad de Madrid. Tenemos casi 500 jugadores… Mi experiencia no ha quedado en saco roto. No existe un ideal que diga que sales de jugador, te haces entrenador, luego director deportivo, vicepresidente y presidente. Eso solo existe en las películas.
¿Y no ha tenido nunca la tentación de volver?
La realidad es que sales y muchas veces necesitas buscar un camino distinto para poder sobrevivir. Soy socio, abonado, tengo una relación con el club por medio de un Máster desde hace 22 años. Nunca he creído en los matrimonios de conveniencia. Si algún día surgiera tendría que ser de forma natural. El club tendría que tener ganas de que yo hiciese algo y yo tendría que tener ganas de cambiar mi modo de vida para hacer algo. No tengo edad para ser un florero.
Lo más que puede ser es presidente. Después de Florentino Pérez, por alto que quede el listón, seguirá habiendo vida.
No sé cómo será ese momento. Ninguno somos eternos ni imprescindibles y llegará el momento que, por ley de vida, se acabe su gestión. No sé cómo será ese día. Lo que sí tengo claro es que cuando llegue se va a hacer una lectura muy positiva de la presidencia de Florentino. Si echamos un vistazo atrás y pudiésemos poner una foto estática de cómo era el club en 2000, cuando él llegó, y la trasladamos a 2022, hay una evolución muy positiva. Y con el nuevo estadio será todavía mayor. En el cómputo global, la lectura es que el Real Madrid de hoy es mejor que el de 2000. Cuando surgió mi nombre fue en una encuesta a pie de campo que se hizo en 2009 y la sorpresa fue que, después de Florentino Pérez, que era con mucho el candidato preferido de la afición, salió mi nombre con un porcentaje sorpresivo incluso para mí que ni me había postulado, un 15 por ciento. Fue uno de los momentos en los que sentí más sensación de agradecimiento y orgullo por la consideración de forma totalmente espontánea del aficionado hacia mí.
¿Qué no ha hecho desde que dejó de ser futbolista (2001)? A parte de esa vocación futbolística, su vida está llena de proyectos.
Mis amigos me llaman el liante… Comencé trabajando dos años en Garrigues con Ferrero y Senn. Querían abrir una nueva línea de asesoramiento. Pasé un año al IES. He organizado eventos deportivos, culturales, conciertos, recitales de ópera, festivales… Proyectos lúdicos de restauración, las bodegas… El Máster del que le hablaba; he dado charlas de formación a empresas… Soy un culo inquieto, sí.
Ahora que ha pasado el tiempo, ¿pudo salir del Real Madrid alguna vez?
Sí, dos veces. Tuve alguna oferta de España, pero siempre pensé que dentro no podía mejorar… ¿El Barça? Tuve alguna más que la del Barcelona… pero nunca lo consideré. Lo que sí hubo fueron negociaciones con la Juventus. Dos veces. En la primera, Mendoza estuvo con Agnelli en el palco del Bernabéu y le pusieron un cheque en blanco para firmar. Dijo que era intransferible. Me lo contó después. Le dije que me lo podría haber dicho por lo menos y me contestó: "Niño, tú eres gilipollas y te callas". La segunda, cuatro años después, que estaba otra vez en fase de renovación sí que estuve reunido con la Juventus. Les prometí que, si no llegaba a un acuerdo con el Madrid, firmaría allí. Guardo un gran recuerdo por ese club… que curiosamente, como agradecimiento, nos dio la Séptima.