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VALENCIA

El músculo del Valencia

La afición valencianista volvió a demostrar su grandeza en la final de Copa del Rey, con un comportamiento pasional y ejemplar. "Gracias", palabra del capitán Gayà

23/04/22 PARTIDO FINAL COPA DEL REY 2022
 BETIS - VALENCIA
 TRISTEZA GAYA
DAVID GONZALEZDIARIO AS

El domingo en Sevilla salió soleado. Era un día reluciente para los aficionados del Betis, que paseaban por su ciudad ataviados con sus bufandas, camisetas y banderas. Pero no eran los únicos que lucían con orgullo sus colores, aunque sí fueran los únicos que tuvieran un título que celebrar. Muchos de los miles de valencianistas que viajaron ala final aprovecharon la festividad del lunes en Valencia para prolongar su estancia en Sevilla, ciudad que nunca falla.

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Así, por Triana, la Maestranza, la Giralda o el Alcázar se continuaban viendo camisetas blancas, naranjas, con los colores la Senyera, las nuevas segundas granates, las azules de hace algunos o las negras que se llevaron. Los valencianistas se llaman blanquinegros pero son multicolor. Así es la afición che, un ser que tiene mil caras, tantas como opiniones y visiones, pero todas con un solo escudo.

El sentimiento de pertenencia de la afición del Valencia quedó una vez más demostrado en esta final de Sevilla. En las victorias y en las derrotas. El "Amunt" que se escuchaba por las calles pasó de grito de guerra el sábado a consoldación dominical. Cómo cambia el significado de una misma palabra dependiendo el estado anímico con el que se diga. Pero lo que transmite en las buenas y en las malas es sentimiento, pasión.

La gente del Valencia vive las finales como una experiencia de vida, como si fuera la primera y a saber cuándo será la próxima. Esta vez solo habían pasado tres años desde la anterior, también en Sevilla. La Copa del Centenario fue tan especial que ello invitó a muchos a viajar este fin de semana a la capital hispalense aún sin entrada. Y muchos lo hicieron en familia. Infinidad de menores presenciaron en La Cartuja su primera final, una cita que ya jamás la olvidarán. La recordarán con tristeza por la derrota, aunque con alegría y momentos inolvidables por lo que vivieron antes y durante el encuentro.

Seguramente habría muchos padres que 27 años antes, siendo jovenzuelos, estuvieron en el Santiago Bernabéu en la final de Copa del Rey de 1995, la de la lluvia. Esa final marcó por la derrota y también por la forma a una generación, una final que tuvo que ser suspendida por la lluvia cuando mejor estaba el Valencia sobre el campo y que se reanudó tres días después para jugar los últimos 12 minutos, resolviéndose a favor del Deportivo al poco de empezar.

Pero muchos de ellos repitieron experiencia cuatro años después en La Cartuja. Enfrente esta vez el Atlético de Madrid. Precisamente de esa final de La Cartuja se había hablado y pensado mucho durante las semanas previas a la final contra el Betis. El Valencia de hecho dedicó su espectacular tifo a esa final de la Cartuja de 1999 (ahí el diseño de Lawerta goleó sin prórroga ni penaltis). Sin embargo, cuando empezó a diluviar en Sevilla la tarde del sábado, el recuerdo de la final de la lluvia de 1995 osciló con su mal fario.

En 1995, el Valencia hacía 14 años que no pisaba una final, con el añadido de su único descenso y posterior ascenso entre medias. No se recuerda un desplazamiento tan numeroso en ninguna de las 18 finales coperas anteriores y posteriores que ha disputado el Valencia como para aquella de Madrid. Al menos por la cantidad de valencianos que había en las gradas del Santiago Bernabéu. Pero si en Sevilla se supiera cuánta gente de Valencia estuvo el fin de semana del 23 de abril en la ciudad, el dato seguramente duplicaría las 20.000 entradas de las que dispuso el club.

"Qué bonito ha sido esta final también por ustedes", le decía durante el desayuno en la terraza de un bar un aficionado bético a una familia de valencianistas. Ni un incidente de mención entre aficiones ni un mal gesto en ningún lugar entre locales y visitantes. Aunque el valencianismo se siente en Sevilla como en casa, en número estaban en inferioridad durante la jornada del sábado. No solo en las calles, aunque había lugares en los que no lo parecía, sino también o más en el campo. Solo había que ver el color que predominaba en la zona central del estadio para darse cuenta hacia qué bando fueron prácticamente todas las entradas del cupo de la Real Federación Española de Fútbol

La resaca por los penaltis se prolongará más en el tiempo de puertas hacia dentro del club que entre los aficionados. La decepción es común, pero la derrota tiene unas consecuencias económicas por quedarse por tercera vez fuera de Europa. A medio plazo los aficionados también sufrirán las consecuencias de ese varapalo, aunque lo que de verdad preocupa y ocupa a una mayoría de aficionados blanquinegros es saber si Lim se va. Y a tenor por lo dicho por su hijo, que acudió junto a Layhoon Chan para presenciar en directo la final, no se va.

El Valencia es un club que hoy en día es más por lo que fue, aunque está lejos de ser el que fue. Pero la grandeza de su afición se mantiene. El corazón del valencianismo late con fuerza, en los rostros de los centenares, incluso miles, de niños y niñas que estuvieron en La Cartuja. El músculo del Valencia está en su gente. De ahí que Gayà les diera a ellos las "gracias" en redes sociales por el apoyo incondicional recibido, porque sorprendía en La Cartuja que se les escuchara tanto siendo bastante menos que los aficionados verdiblancos. La fotografía que ilustra este artículo, del compañero David González, es historia de la final. Icónica. No hay resumen mejor a lo que pasó. Tristeza, respeto y pasión en una sola imagen.

El Valencia perdió una final, ni fue la primera ni seguramente será la última. Pero el valencianismo se ganó el respeto del fútbol español, porque aún en minoría estuvo a la altura de una afición que jugaba en casa y que hacía 17 años que no pisaba una final. Pero sobre todo el valencianismo se reconcilió con sí mismo. Era, es y será el músculo del Valencia.