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COPA DEL REY JUVENIL (FINAL) | REAL MADRID - ESPANYOL

Nakai da la Decimocuarta

El japonés, con un sensacional golazo en la prórroga, da la Copa del Rey juvenil número 14 al Madrid. Miguel adelantó al Espanyol y Loren empató.

Nakai da la Decimocuarta
PEDRO AGRELODIARIO AS

El Madrid es campéon de Copa juvenil. La Decimocuarta ya está en la vitrina blanca. Número mágico con el que sueñan los mayores. En 2017 ganaba la generación de Achraf, comandada por Guti, la 12+1 y los chicos de Hernán Pérez toman el relevo. El héroe es Takuhiro Nakai. Pipi. El talento de Otsu saltó al campo en la segunda mitad, como revulsivo y en la prórroga, tras una soberana cabalgada de Bruno Iglesias, pegó con el alma un balón cerca de la frontal. Puro empeine. Al cielo de la portería, como al cielo levantaron la Copa los mirlos blancos tras aguantar el empuje final perico.

Desde 2019, parón sanitario mediante, no había una final de Copa juvenil y, como si las esencias estuvieran con ansias de salir del tarro, el partido arrancó como un Fórmula 1. Pura efervescencia en cuanto el semáforo se puso verde. El Madrid, que eliminó en octavos al Villarreal, vigente campeón, trataba de proponer a través de la posesión. El Espanyol, de la aceleración y el talento de Miguel Carvalho y Luca. Y no tardó en llegar el primero, por obra y gracia de la pareja a los siete minutos. El estadounidense tocó en corto una falta lejana, Miguel avanzó y, sin demasiada oposición, teledirigió un obús raso que atravesó la defensa blanca hasta convertirse en el 0-1. En la última concentración de la Sub-17 se destacó como estrella de la generación y no tardó en demostrar por qué.

Eso sí, ya decíamos que el arranque fue vertiginoso y, apenas tres minutos después, Loren colocaba las tablas. Gonzalo, muy activo en los primeros minutos, entregaba un balón al goleador madridista (undécimo tanto en 2022) en la esquina del área pequeña y este, certero, sellaba el empate de tiro cruzado. A partir de ahí, tuteo máximo, lleno de respeto. Bruno Iglesias trataba de llevar la manija, pero el centro del campo perico sabía que atar en corto al salmantino era una de las llaves hacia su quinto trofeo copero. Luca Warrick era el veneno espanyolista y su intentos de desborde eran perennes.

Cambio de guión

No obstante, las ocasiones claras se congelaron. El guión cambió. Adiós a la efervescencia. Así se llegó al descanso y se continuó a la vuelta del refrigerio. El Espanyol consiguió marcar, con un potente cabezazo a la salida de una falta de Miranda, pero tenía medio cuerpo adelantado y fue anulado. Hernán Pérez metió en el ecuador de la segunda parte, en medio del carrusel de sustituciones, a Sala por el goleador Loren y a Nakai. El pacense pasó de puntillas, pero no así el japonés, que pronto mostró que su obsesión es la portería rival. A medida que el reloj perdía arena, bajaban aún más las revoluciones. Un error era fatal y ambos equipos lo sabían.

Prórroga decía el cronómetro. Y ahí emerge, cuando las piernas fallan, el talento. Bruno, que apenas había logrado tener su incidencia habitual, agarró un balón cerca del centro del campo. Carrera eterna hasta la línea de fondo, su recorte trastabillado acabó en el pie de Nakai, que la enjauló. Algarabía y jolgorio, pero aún quedaba tiempo. Bruno se iba cojeando, nota negativa de la cabalgada. El Espanyol lo intentó, pero sin suerte. Asencio y Marvel hacían las veces de artificieros, desactivando las bombas que llegaban desde las bandas, mientras que Villar realizó un trabajo sucio que no dejó brillar a Miguel Carvalho más allá del tanto inicial. Ferran fue expulsado por doble amarilla, pero no le importó cuando sonó el silbato por última vez. Celebró, como todo el juvenil blanco, la Decimocuarta.