Muere el capitán del 'Haiqueroelo': Cholo, el Pravda y la paz de Pasarón
Eduardo Dapena Lis, Cholo, falleció este domingo en su ciudad, donde era Dios. Él fue el buque insignia de aquel Pontevedra de los 60 imposible de batir en su campo.
El 28 de octubre de 1965 Pontevedra amaneció bajo un intenso aguacero que levantó el ánimo de los seguidores locales. Visitaba Pasarón el líder, Atlético de Madrid. El segundo clasificado era el Pontevedra, recién ascendido, y que hacía unas semanas se había ganado a pulso el lema del ‘Haiqueroelo’. Era imposible de batir en su campo, y más si como aquel día iba a estar embarrado.
Hasta Pontevedra llegó una marea de seguidores rojiblancos dispuestos a dar un hachazo a la Liga ante el insolente equipo revelación. Un grupo se paseó por la ciudad, en las horas previas al partido del siglo, con una pancarta en la que se leía ‘Llegó el can’, es decir, el perro dispuesto a comerse el hueso, el emblema del club. Cuando se corrió la voz, una peña local improvisó otra pancarta en la que se veía un perro famélico vestido de rojiblanco ante un enorme hueso granate con la leyenda ‘Pouco can para tanto óso’ (poco perro para tanto hueso). Al final efectivamente se le atragantó y el Pontevedra se puso líder con un gol de Odriozola tras quedar el balón parado entre el barro después de un disparo al poste de Neme.
Esa semana empezó a correr por la ciudad el rumor insistente de que el Pravda, el órgano oficial del PCUS, había llevado a su portada una foto del Pontevedra e informaba de que en la Liga de los capitalistas españoles el líder era un equipo proletario cuyo capitán era el conductor del trolebús. Nadie ha podido comprobar si esa fue noticia cierta o es leyenda, pero les aconsejo que si un día visitan Pontevedra no lo pongan en duda.
Aquel capitán era Eduardo Dapena Lis, Cholo, que ayer fallecía en su ciudad, en la que era Dios. Nació en unas cocheras y ese fue su oficio, chófer. Aparcaba el trolebús junto al estadio, cogía las botas y se iba a entrenar en sus horas libres.
Cholo estuvo en todas las epopeyas granates y por supuesto en los dos ascensos a Primera, en aquella década loca de los sesenta, cuando el fútbol era fútbol. En la primera visita del Pontevedra al Bernabéu, Cholo recibió el encargo de ser la sombra de la estrella merengue, Alfredo Di Stéfano. Si el argentino sacaba una falta ahí se ponía delante Cholo, si pedía agua al banquillo le solicitaba un trago. En un libre directo al borde del área Cholo se interpuso para obstaculizar el saque. El ariete madridista, harto del marcaje, observó que el árbitro se había dado media vuelta a la espera del saque y aprovechó para arrearle con disimulo un cabezazo y distanciarlo al mismo tiempo que colocaba el balón. Sin pensarlo dos veces el lateral izquierdo granate le arreó un derechazo que tumbó al argentino. Nadie se había atrevido a tanto en el Bernabéu, que atronó con 80.000 voces guerreras. Cuando el árbitro se giró alertado por el griterío prefirió no expulsar a ninguno.
En la vuelta en Pasarón, Gento cedió el brazalete a Don Alfredo para que pudiese intercambiar el banderín con Cholo y sellar con un apretón de manos La Paz de Pasarón. Aquel día ganó el Pontevedra con un gol de Ceresuela.
Cholo fue cumpliendo años y cuando sobrepasó la treintena cada temporada se le buscaba un relevo para el lateral izquierdo, pero tras los primeros partidos el entrenador acababa siempre recurriendo al Gran Capitán para poner orden en el equipo y en la defensa. Un 24 de diciembre del 69, tras dos lesiones seguidas en Altabix y el Sánchez Pizjuán, sus tobillos dijeron basta y colgó las botas. No es casualidad que aquella temporada empezase la larguísima decadencia del Pontevedra.
Los que no tuvimos la suerte de verlo jugar crecimos oyendo sus famosos hechos deportivos, su genio y temple, su honradez y espíritu indomable. A finales de los 70, el equipo de fútbol sala de José María García, el Interviú Lloyds, vino a jugar un partido benéfico a Pontevedra contra algunos de los exjugadores de la época dorada del Haiqueroelo. Y allí los chavales de mi generación pudimos verlo por fin con el brazalete de capitán y la camiseta granate. El Pabellón, lleno hasta los topes, rugió como en los viejos tiempos cuando Cholo le hizo un caño al popular amo de la radio nocturna española.
En estos últimos años he tenido la fortuna de tratarle a él, a su mujer y a sus hijos, e incluso de hacerle para el AS la última entrevista que concedió con motivo de la visita de la Selección española a Pasarón. Le comenté que el presidente de la Federación, Ángel Villar, había preguntado por él en el palco, y tirando como siempre de ironía galaica, me contestó: "Seguro que tienen para esta noche problemas en el lateral izquierdo".