Ridículo sin paliativos del Racing en Valladolid
Romo condicionó el partido con la suplencia de Pablo Torre y el equipo fue un desastre en defensa, atascado en el medio e inoperante arriba.
Había que meter a Borja Domínguez. Y le metió. Da la sensación de que Romo ha entrado en bucle: cada día una propuesta extravagante a la hora de definir el once. Y cada día da la sensación que los perjudicados por sus decisiones son los que se encontró en Santander para meter a los que él fichó. Sobre todo si está muy claro lo que funciona. Si frente al Unionistas decidió olvidarse de un extremo izquierdo (y le salió mal), en Zorrilla tuvo otro chispazo y decidió prescindir de Pablo Torre. Esta vez sin disculpa por el cansancio acumulado por el canterano, por simple deducción. Y lo que no tuvo el equipo fue la suerte de lo que aconteció en Irún, en donde Pablo volteó el partido con un cuarto de hora espectacular. Esta vez el entrenador volvió a apostar contra la lógica y el que perdió fue el Racing.
Tras el estupor inicial por la genial iniciativa de no alinear al mejor jugador del equipo, quedaba dejarse empapar por la propuesta racinguista y no tardó en quedar claro: igualar el partido. Lo de siempre. Da igual el rival, sea bueno o, como el Promesas, uno que ha estado toda la temporada en puestos de descenso. Por eso el entrenador prefirió la envergadura de Domínguez al talento de Pablo Torre, para ayudar a mantener el cero en el marcador hasta sacar al de Soto de la Marina. Pero le salió el tiro por la culata: se cumplió por lo que a los suyos respecta, que no tiraron ni una vez entre los tres palos en la primera mitad, pero se fue al descanso 2-0 abajo.
El primer cuarto de hora fue pucelano, que cambió su 4-3-3 habitual por un 4-2-3-1 (justo al revés de lo que hizo el Racing) y que monopolizó el balón en el arranque del partido. A partir de ese momento, fue el equipo cántabro el que tuvo el balón, pero que solo generaba peligro, relativo, cuando percutían por las bandas sus extremos, Soko y sobre todo Camus. Y llegó el penalti. A los árbitros no hay quien los entienda, pita un choque de Parera y Arroyo tras parar el cancerbero un tiro del atacante y provocado por la inercia de ambos, que lees llevó al inevitable choque y, sin embargo, no pita un puñetazo, a dos manos, de Parera en la cabeza de Carro cuando el de Manacor falló un despeje. No dio al balón y dejó grogui al pucelano. Cosas de árbitros.
En el descanso, como no podía ser de otra manera, el míster decidió meter en el campo a Torre. Y nada más. Hombre por hombre. Con todo, en los primeros minutos pareció que el Racing era otro, con el balón en campo contrario, pisando el área pucelana y con un gran trallazo de Cedric que sacó Samu Casado. En ese instante faltó un punto de fortuna, en vez de recortar, Arroyo cogió una gran contra, se aprovechó del nefasto día que penó Pol Moreno, su peor partido como racinguista, y sentenció con el 3-0.
Desde el tercer tanto ya sobró todo. Ni el Racing creía, ni el Valladolid Promesas quería más. Julio Baptista se limitó a juntar a sus futbolistas y apostar por cazar otra contra. Que no llegó. Por poco. Guillermo Fernández Romo solo hizo cambios de hombre por hombre, sin tocar el sistema. ¡Y quitó al mejor, Camus, a falta de media hora! Las ideas se le agotaron con la alineación inicial. La falta de autoestima, otra vez contra un equipo en puestos de descenso, le ha costado perder cinco de los seis en puntos en juego en las dos últimas jornadas y desperdiciar la oportunidad que había concedido el Depor para recortar diferencias con el liderato.