Miku relanza al Depor
El Deportivo vuelve a ganar cuatro partidos después gracias a un gol de cabeza de Miku tras un córner en el 36'. El Sanse, voluntarioso pero inofensivo.
Regresaba el Deportivo a Riazor con la losa de llevar tres partidos sin ganar, pero con las alas de que en esa travesía en el desierto el equipo había hecho muchas cosas bien para ganar. Y los coruñeses se reencontraron con la victoria en un trabajado partido. Más vistoso y con más llegadas en el primer tiempo, más igualado y controlado en el segundo. Tres puntos de oro con un cabezazo de Miku ante un Sanse que demostró personalidad y buenas intenciones, pero que prácticamente no fue capaz de crear ocasiones. Voluntad, pero una jornada más sin lograr puntuar fuera, el gran agujero negro de los madrileños esta temporada. Todo en un Riazor pletórico con casi 15.000 aficionados en las gradas. Impresionante entrada, sobre todo porque el feo día que hacía en A Coruña con una intensa lluvia que por momentos fue diluvio.
El primer arreón de la grada llegó con el once del Depor, en el que figuraba por primera vez el juvenil Noel, el niño de la afición, por unas molestias de Quiles. El siguiente rugido llegó a los siete minutos tras un posible penalti sobre Lapeña que se fue al limbo. Todo, ante un Sanse muy bien plantado que obligaba con su presión adelantada a sacar en largo o asumir riesgos al borde del precipicio. Poco a poco los de Borja Jiménez encontraron en las bandas, especialmente la izquierda con William y Héctor, la vía para acechar la portería madrileña. Los avisos comenzaron a llegar con remates de Miku, Juergen y Víctor García, pero sin comprometer a Bañuz. Y cuando todo se atasca el balón parado suele ser el plan B, y eso sucedió. Enésimo córner de los blanquiazules sacado por Juergen y cabezazo perfecto de Miku. Cuarta asistencia del brasileño. Cuarto gol del venezolano. Primer tiempo de un Depor dominador que fue de menos a más con los laterales como mejores atacantes y un Mackay hipertranquilo.
La duda en la grada en el segundo acto era si los coruñeses iban a ampliar la diferencia en busca de la paz definitiva o, como el día de la SD Logroñés, se mantenía abierto el marcador. Lo primero que pasó fue que el partido bajó de ritmo y revoluciones con un Sanse algo más acertado en la construcción, pero al que le costaba un mundo generar media ocasión. Con el paso de los minutos la necesidad de los madrileños hizo que el campo se fuese estirando, abriendo para que los de Borja Jiménez comenzasen a tener espacios para correr. Eso hacia el campo contrario, hacia el propio, mucho control y oficio, justo lo que faltó en el empate de hace dos semanas ante los riojanos. La tuvo Quiles en la recta final, pero no acertó el andaluz en un Riazor que celebró como un gol que el árbitro solo añadiese dos minutos para evitar sufrimientos.