Las horas bajas de Ter Stegen
El portero alemán vive uno de sus momentos más bajos en el Barça. En Lisboa estuvo de nuevo lento en el primer gol e inseguro en las salidas.
Marc André Ter Stegen, 29 años, se quitó hace tiempo la capa de superhéroe en el Barça. El alemán ha sido siempre un portero muy protegido en la Ciudad Condal. Su primera temporada, memorable para el equipo, que ganó el triplete con él como portero titular de la Copa y la Champions; y Bravo en LaLiga, le granjeó una merecida fama, que además adornó con su rápida adaptación a las costumbres de la ciudad y la aparente sencillez de su forma de vida, cercana a la gente de la calle. A sus 22-23 años, Ter Stegen era un portero exuberante, muy bueno en el uno contra uno, con grandes reflejos bajo palos, y con un juego de pies que conquistó a la crítica y la afición pese a cantadas imperdonables como una en Vigo que le afeó Luis Enrique en una derrota contra el Celta; o aquel gol de San José en San Mamés en la Supercopa de 2015 desde poco más adelante del centro del campo.
Tan seguro estaba de sí mismo Ter Stegen que le planteó un pulso al club con un compañero de por medio. "O Bravo o yo", le dijo a Robert Fernández, entonces secretario técnico, en un despacho en 2016. Se iba a marchar al Manchester City. Bartomeu tuvo que vender de urgencia a Bravo a los citizens para quedarse con el alemán, que era más joven y quería acaparar la titularidad en las dos grandes competiciones, hasta en las tres si era posible como quedó demostrado el año pasado con la suplencia de Neto.
Pero Ter Stegen ha menguado como portero en los últimos tiempos. Nunca fue seguro a campo abierto ni en balones por alto, pero bajo palos y en el uno contra uno era uno de los mejores del mundo. Sin embargo, poco a poco dejó de ser salvador del equipo y, en Europa, está en las fotos de las grandes caídas sin que se le recuerden paradas que salvaran al Barça de desastres en las noches negras de Turín (3-0), Roma (3-0), Liverpool (4-0) o Lisboa ante el Bayern (2-8). Al contrario, en alguno de esos 18 goles encajados se le echó de menos. Tampoco ha demostrado ser el número uno en carácter y, ahora que el Barça necesita gente que se imponga y carisma, se echa en falta.
Los problemas en su rodilla derecha también se han multiplicado en los dos últimos años, con dos operaciones. La foto de Ter Stegen en Lisboa este miércoles ante el Benfica volvió a ser la de los últimos tiempos. Un portero empequeñecido, lento de reflejos en el primer gol de Darwin, que dejó pasar por el ángulo corto y muy cerca de dónde estaba. No era la primera vez. Piqué ya le acusó recientemente de tirarse demasiado pronto en la jugada del 0-1 de Müller en la primera jornada de la fase de grupos ante el Bayern, cuando el balón tocó en Eric Garcia. Contra el Granada, midió mal un centro tenso de Escudero que Duarte remató con facilidad. Y este miércoles, en Lisboa, demostró esas carencias a campo abierto equivocando una salida que no terminó en gol por la colaboración del poste.
Ter Stegen ha acabado con cualquier vestigio de competencia en el Barça. Si está físicamente disponible, juega siempre. Eso terminó por desmotivar a Cillessen y algo así ha pasado con Neto, que pidió marcharse este verano pero no llevó ninguna oferta a las oficinas del club. El brasileño tiró la toalla el curso pasado hasta el punto de que Koeman, cansado de su actitud, terminó poniendo s Ter Stegen otra vez en la Copa. Ahí tuvo su última actuación destacada Ter Stegen, con el penalti que paró a Ocampos en la segunda parte del partido de vuelta de la semifinal contra el Sevilla. Desde entonces, su rendimiento fue en descenso, con un final de Liga para olvidar, que desembocó en la operación. Este curso ha empezado por el mismo camino. El alemán, como vaca sagrada y portero que exigió en su día ser el mejor pagado del mundo, está obligado a mejorar su rendimiento, lejos del que un día le elevó al top-10 de mejores porteros del mundo.