Busquets y Jordi Alba se quedan el brazalete de Sergio Ramos
Han pasado 30 años desde que España tuvo como primer capitán a un jugador del Barcelona. Hay que remontarse a Zubizarreta (y antes que al vasco, a los remotos tiempos del gallego Luis Suárez) para encontrar el brazalete de la Selección en un culé. De los diez últimos capitanes que ha tenido La Roja, siete han sido jugadores del Real Madrid: Gento, Camacho, Butragueño, Hierro, Raúl, Casillas y Sergio Ramos. Los nuevos líderes de España son, por este orden, Sergio Busquets y Jordi Alba, que serán los que llevarán, dentro y fuera del campo, el brazalete de primeros capitanes de la Selección.
Luis Enrique pasará a la historia por ser el primer seleccionador en ir a una fase final de la Eurocopa sin ningún jugador del Real Madrid. Pero en esto no tiene nada que ver su condición de soci del Barça, porque no hay duda de que, de no haber estado lesionados, hubieran sido convocados tanto Carvajal como Sergio Ramos. Pero es cierto que se ha dado esta gamberra casualidad. También se dio la circunstancia, igualmente pícara, de que fuera con un madridista confeso, como Vicente Del Bosque, cuando España gozó de mayor representación del Barça, una etapa en la que ejercieron ocasionalmente como capitanes tanto Puyol como Xavi o Iniesta, pero sólo en las raras ocasiones en las que Casillas no compareció.
La capitanía de Busquets (con Jordi Alba como primer relevo) revierte el orden establecido en la Selección. LLevar el brazalete de España da más poder del que se presupone al líder del vestuario en cualquier club. Porque si bien en los equipos existe la figura del nexo con la caseta, que en el Real Madrid, por ejemplo, ejerce García-Coll, en la Selección el único puente con los internacionales es el capitán. Digamos que el director deportivo de la Federación (RFEF), en este caso José Francisco Molina, es empresa. Busquets tendrá que cerrar las primas con él. Y antes deberá hablar con Sergio Ramos, al que Luis Enrique ha barrido justo en plena negociación de este asunto.
Precisamente ha sido Sergio Ramos el más duro negociador que recuerdan los más viejos de la RFEF. Valga como referencia lo que el sevillano consiguió por la clasificación para el Mundial de Rusia, de infausto recuerdo para toda España: 150.000 euros por cabeza más un reloj valorado en otros 25.000. Lo del reloj-joya es una tradición que impuso Ramos, y que veremos si Busquets puede mantener. La RFEF pagó 598.250 euros por los 31 relojes Audemars Piguet por la clasificación para la Eurocopa 2012. Por la de Brasil 2014, pagó 508.200 euros por los 35 cronógrafos IWC Schaffhausen. De los de Sudáfrica 2010 se encargó Iberdrola, entonces patrocinador de La Roja. Ramos convenció al presidente de la eléctrica, Sánchez Galán, para que les regalara un Franck Muller, valorado en 25.000 euros. En todos los casos personalizados con el nombre y el número de cada futbolista.
Pero más allá del relojito de cabecera, la salida de Sergio Ramos tendrá otras consecuencias en la Selección. Más poder para Luis Enrique, que podrá organizar al grupo en sintonía con Busquets, con quien ha trabajado desde sus inicios en el Barça. Nuevos horarios para los compromisos publicitarios, nuevos gustos para los uniformes de paseo, otras primas y otros relojes en la muñeca... Y muchas más cosas que no se ven, pero que haberlas haylas.