Otro triste adiós a otra triste temporada
El Racing despide la campaña con tres derrotas, todo lo que jugó desde que se clasificó para 1ªRFEF. El Ebro estuvo más sólido que en el partido en su campo
Es ya una costumbre de la casa, acabar de mala manera una liga sí o otra también. Incluso en la que se celebró el ascenso en Mallorca, el Racing se tiró tres meses sin ganar un partido. No importó, como esta tarde ante el Ebro, pero fastidia al racinguismo salir cabreado de El Sardinero por costumbre. A lo mejor por eso cada vez hay menos gente en las gradas y ni una sola vez se han agotado las ya famosas 4.444 localidades que el Gobierno de Cantabria ha permitido poner en taquilla en la mayoría de los partidos. Un dato (más) preocupante en una temporada preocupante de principio a fin. Lo único bonito de la tarde pasó tras el partido, cuando Cejudo e Iván Crespo recibieron el merecido reconocimiento de la afición y de sus compañeros.
Quiero suponer que sea muy difícil jugar un partido en el que no te juegas nada, el rival menos, la grada está vacía, tu entrenador hace la alineación pensando en cualquier cosa menos en ganar el partido y solo se habla de las despedidas. Analizarlo, desde luego lo es. Más allá de que ambos se plantaron en El Sardinero con sendos 4-2-3-1 y que, por vergüenza torera, se forzaban a intentar presionar la salida del balón del área rival, poco más se puede destacar. Falta de precisión, falta de intensidad (salvo Royo, que pretendió batir el récord mundial de faltas en un partido que no le importaba a nadie), pocos movimientos por delante del balón..., lo prevista, vamos.
Lo raro es que en la primera parte hubo tantos tiros a la madera como lanzamientos a puerta se intentaron. Llegaron sin que nadie los esperara, sin juego. Uno de Ceballos en el 10', al que le debió parecer tan ridículo que se hubieran apartado todos los defensores a su paso, que cuando llegó delante del portero chutó mal. Un minuto más darte fue Higón el que encontró el otro larguero y en el 14' una colaboración entre Carri e Iván Crespo acabó con el cuero besando moribundo el poste derecho racinguista. Hasta ahí había habido poco y raro. Luego, hasta el descanso, nada. Salvo las faltas de Royo.
La segunda mitad, ya con Álvaro Cejudo en el campo, empezó en el mismo tono, con el Racing teniendo más balón, pero más o menos igualado, hasta que Jon Ander cazó un buen pase al segundo palo de Ceballos y anotó, con el brazalete en el brazo, su último gol como racinguista. Parecía un buen colofón a su paso por El Sardinero y, de hecho, Solabarrieta le sustituyó de inmediato para que recibiera la ovación del racinguismo. Y la tuvo. Pero, sorprendentemente, en los siguientes diez minutos el Ebro jugó a placer y le metió tres goles del tirón a Iván Crespo, que había hecho minutos antes una buena intervención, despejando a córner un tiro que se había envenenado al tropezar en un defensa.
Con el 1-3 el Racing se quedó noqueado, casi tanto como la grada, que no sabía si silbar o llorar y, con una única ocasión de Cejudo, que cabeceó muy cerca del palo una falta mal defendida por el equipo zaragozano, acabó el partido y la temporada. Tras el choque y ya solo con medio millar de muy cafeteros todavía en sus asientos, se sucedieron los homenajes. A Cejudo, a Iván Crespo, se manteó también a Jon Ander y a Gil, hubo placa para Cedric, para los canteranos. Humanamente entendible, pero tal vez excesivo tras un fracaso colectivo como el que indudablemente ha resultado la temporada 20/21. Otro más.