Medié Jiménez y un Celta de seda desquician al Villarreal

Partido divertidísimo para el espectador, una tortura para entrenadores tan calculadores como Emery y todo un Vía Crucis para el colegiado. Pocas veces se ha visto a un trencilla tan desbordado últimamente como a Medié Jiménez en La Cerámica. Varias jugadas al límite, muchas decisiones erróneas y el actual fútbol, donde cobra más importancia el diferido que el directo, convirtió esta pelea por Europa en una atropellada crónica de sucesos.

En sólo los primeros cuarenta y cinco minutos el colegiado dio un involuntario recital: concedió el 0-1 de Santi Mina sin deber por una falta previa de Nolito a Trigueros; erró al señalar un penalti de Asenjo por un supuesto atropello a Hugo Mallo que pareció un choque fortuito; pitó una dudosa falta fuera del área que acabó gracias al VAR en el penalti del 1-3, obra de Brais; expulsó a Araújo sin deber impresionado por una sobreactuación del central al ir al corte, al que luego indultó ayudado del pinganillo; y antes de llegar a la caseta para aclararse, en vez de esperar a que se enfriasen los ánimos, se fue hacia el túnel de vestuarios con el revolver cargado y expulsó a Rulli y Mario por el camino por armar follón en el gallinero. El resultado de este caos, que deja en un segundo lugar el buen juego propuesto, se resume en que un gran Celta, compacto y motivado, se agarra a sus opciones europeas mientras el Villarreal, repleto de suplentes y despistado, se debate a estas horas entre hacer planes de Champions para la próxima temporada o conocer ciudades desconocidas mediante la Conference League.

La primera parte, más allá de tanto accidente, estuvo plagada de detalles. Emery introdujo ocho cambios respecto a Londres, sacando del armario por fin a Fer Niño, que ha jugado menos de lo que merecía por estadísticas (ocho goles). Junto a él participaron Rubén Peña, Yeremy y Moi, que compiten entre ellos por ser acreedores al puesto que ha dejado Chukwueze con vistas al United. En el Celta, Brais formó una delantera más que interesante junto a Santi Mina. Además, Beltrán se gustó aprovechando un mal día de Capoue y Aarón hizo un surco por la banda izquierda con una zurda bien afinada. Lo peor en ambos bandos fueron en muchos momentos las defensas. Menos mal que Asenjo e Iván Villar son dos gatos con manoplas. De hecho, Funes Mori no sólo se dejó intimidar en su área, sino que en la de enfrente perdonó el 2-2 con todo a favor bajo el larguero justo antes de encajar el 1-3.

La segunda mitad comenzó algo más serena. No era complicado. Emery sentó en el descanso a Estupiñán, que no es el que fue, y a partir de ahí fue tirando de sus pilares para intentar enmendar sin éxito el entuerto. El Celta, por su parte, supo protegerse con balón aprovechando su estado de ebullición y su frescura. Hasta que otro centro de Aarón desde la izquierda fue rematado con precisión por Solari. Ahí, en el 57', se acabó la historia, pese a que al final (87') el colegiado compensó con un penalti dudoso de Kevin por mano y a que la roja a Ferreyra metió algo de emoción en el balón parado. Un vibrante partido que igual se hubiera dirigido con más paz sin que nadie ordenara el tráfico y que, para entenderlo con precisión en su cómputo global, es determinante consultar el acta y el prospecto del VAR.