Aquel maldito 11 de marzo en Sant Adrià
Hace justo un año que el Espanyol cerró su Ciudad Deportiva por la COVID-19 e inició una frustrada estadía en Navata antes de la suspensión de LaLiga y de precipitarse a Segunda.
Era un 11 de marzo habitual, de manga de camisa, con el rumor de la COVID-19 más intenso procedente de Italia y con una amenaza creciente de alterar la cotidianidad de un Espanyol que braceaba en el fondo de la tabla. El equipo de Abelardo Fernández había perdido ante Osasuna (1-0) el domingo y preparaba a conciencia el duelo ante el Alavés, una oportunidad para reengancharse a una salvación cada vez más cuesta arriba.
El Espanyol se entrenó a las 10:30 sin Marc Roca y Oier Olazábal, lesionados, con unos primeros 15 minutos a puerta abierta en los que se tomaron las habituales imágenes por parte de cámaras de televisión y fotógrafos. Pero mientras eso ocurría, en el interior del RCDE Stadium tenía lugar una trascendental reunión encabezada por el médico Narciso Amigó, que debía transmitir las recomendaciones del Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya para intentar contener la pandemia.
Todas las áreas de la entidad participaron en ella, de la que se extrajeron dos conclusiones alarmantes: se avecinaba un problema serio y había que actuar ya para aislar a los profesionales. Una de las primeras medidas llegó de golpe mientras los periodistas esperaban la comparecencia de prensa de Leandro Cabrera. Alrededor de las 12:30, el departamento de comunicación del club la suspendía al entrar un nuevo protocolo sanitario.
En él, y mediante un comunicado, el club decidió abrir la Ciudad Deportiva solo a los jugadores del Juvenil A, filial y los primeros equipos femeninos y masculinos; cerró la tienda y suspendió el Tour RCDE. Pero quedaba un cabo suelto que no se alteró: el primer equipo mantuvo en pie su estadía en Navata (Girona) de dos días a la espera de resolución de LaLiga sobre la jornada, que, a ese miércoles, no peligraba (se había decidido jugar sin público).
Los jugadores ya empezaban a decir la suya en redes sociales, como Raúl de Tomás, que durante el viaje en autocar al Hotel Golf Torremirona escribió lo siguiente en su Instagram: “¿Por qué nunca podemos opinar los propios jugadores? ¿Por qué no se consulta al menos nuestra opinión? Unos sí, otros no. O todos o ninguno. Con la salud no se juega”.
El equipo llegó al hotel con un ambiente enrarecido y pendiente de unas noticias que cada vez eran más alarmantes. Los jugadores, que tenían todo el hotel para ellos, se estaban entrenando el jueves por la mañana cuando trascendió el resultado de la reunión entre LaLiga, el Consejo Superior de Deportes (CSD) y la Federación Española de Fútbol: todo se detenía dos semanas. Después decidieron regresar a Barcelona, tras la comida, y el viernes planificaron regresar a los entrenamientos el lunes, plan que se truncó con el estado de alarma aplicado el sábado día 14. Hasta mayo no se remprendió la actividad.
A la siguiente semana, el Espanyol ya anunció sus primeros positivos. Uno de ellos era Cabrera, que debía salir ante los medios ese maldito miércoles, cuando cambió una rutina que sigue alterada un año después.