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ATHLETIC 1-ELCHE 0

Muniain canta bajo la lluvia

Excelente partido del mediapunta navarro bajo un diluvio ante un Elche muy honrado pero inocente. Rigoni estuvo a punto de empatar en el último suspiro, pero sacó la pelota De Marcos cuando iba dentro.

Actualizado a

El 1-0 de San Mamés es más que justo. En términos generales el equipo de Garitano se despojó de los miedos, tuvo un puñado de contraataques que le pudieron recostar en el tramo final y sufrió, pero los tres puntos son de oro. El nivel que habían dado los leones ante el Huesca y la Real en las anteriores comparecencias en casa fue tan bajo, que había que poner el listón a un palmo del suelo para mejorar esas actuaciones. Hubo más efectividad que confeti, aunque es cierto que Unai Simón, ese guardián de la puerta de la Selección que un buen año se preparaba para jugar en el Elche y todo cambio por la salida de Arrizabalaga, fue un mero espectador durante largo tiempo.

De inicio, los bilbaínos presionaron muy arriba, partieron con cierta sangre, aunque el Elche optó por salir con la pelota jugada y tuvo gran destreza. En un córner Íñigo Martinez se torció el tobillo pero a este, como a Ramos, solo le sacan de un campo en camilla. Garitano dispuso a los tres de arriba, los extremos y el nueve, por dentro y alternándose a la hora de ocupar los espacios, para fijar a los laterales por dentro y esperan la aparición de De Marcos rompiendo al espacio libre. Sánchez Miño pasó un mediodía que no se lo recomendaría ni a su mayor enemigo. La idea entre los locales era hacer eso mismo también por el otro costado, el zurdo, pero Yuri estaba muy bajo, bastante parado, lejos del frente ofensivo.

Los rojiblancos empezaron bien pero con el paso de los minutos, fueron maniobrando más lejos de la meta franjiverde. El Elche no tiene colmillo, en tres cuartos de campo se atufa, por eso llevaba dos meses sin ganar, aunque su empate ante el Madrid le envolvía en una nube. Echaba en falta la sociedad Milla-Boyé. Cuando el Athletic se estaba desinflando, llegó el gol. En el Minuto 25, Williams cedió a De Marcos, que apuró de nuevo línea de fondo y se la puso perfecta a Muniain, para ganar muy bien el espacio por el centro y engancharla ante la pasividad visitante. Sonaba a viejos rockeros tocando la guitarra, Muniain-De Marcos, oda a antiguos conciertos. El lateral de Laguardia estaba omnipresente, hasta en un saque de banda de pícaro que pilló a Sánchez Miño y por poco la prepara.

Muñoz, o lo que es lo mismo Almirón desde su confinamiento ilicitano, optó por tres cambios en el descanso con alto carácter ofensivo. Entraron Boyé, Víctor Rodríguez y Josan. Cualquier cambio de guion descentra a este Athletic que tiene una alarmante falta de confianza. No tenía ya la energía del primer tiempo. El propio Boyé, que se relaciona mejor con el cuero que Carrillo, se encontró extrañamente solo ante Unai Simón tras un fallo defensivo local y se debido de ver tan extraño que tardó un par de capítulos en decidir. Al menos, los leones, cardíacos tras dos fallos tontos, se soltaron un poco con varias contras. En una de ellas Berenguer sirvió a Raúl García, que marcó un gol, pero fue anulado por fuera de juego inicial del extremo. Barragán se quedó astutamente clavado para provocarlo. Luego filtró otro gran pase Muniain, soberbio este día a la hora de comer, a un Williams que no acertó a definir.

Morente se lesionó en los isquios y tuvo que dejar su sitio a Rigoni. Garitano metió cemento con Dani García, para formar un muro con Vesga. Williams metió una rosca que se fue a la cruceta. Una jugada de crack. El pobre sigue negado. Habría sido histórico ver a Iñaki meter un gol en parado. En esa fase del juego, el Athletic había dado un paso al frente, no estaba tan tembloroso, y era ya claro dominador. Pero no tenía el 2-0 en el bolsillo y el Elche parecía agazapado en busca de la presa, como en un pase precioso de Fidel al alma del área. El Athletic perdonaba y perdonaba, como una ocasión de Yuri en el 85’, en la que se emborrachó de balón cuando tenía solo a Villalibre. Y llegó el susto mayúsculo: De Marcos la sacó cerca de la línea a Rigoni tras burlar al portero cuando la pelota se colaba. Muñoz puso en liza a Nino, historia viva del fútbol español en este San Mamés que llora la jubilación de Aduriz. Ni con once Ninos aquello habría cambiado.