Hace 25 años las noches europeas del Bernabéu añadieron un nuevo ingrediente a su mágica atmósfera. Ha pasado un cuarto de siglo desde que, un 27 de septiembre de 1995, contra el Grasshopper suizo, el himno de la Champions sonara por primera vez en el coliseo madridista de Chamartín. Tras cuatro temporadas de ausencia, el Madrid se reencontraba con su competición favorita. Pero ya no era la misma. La vieja Copa de Europa había cambiado su nombre tres años antes: ahora se llamaba Champions League.

La nueva denominación, estrenada en la temporada 1992-1993, iba más allá del cambio de nombre. Era sólo el principio de un relanzamiento de la competición en lo deportivo y en lo económico, con un nuevo sistema centralizado de comercialización de los derechos audiovisuales que ha alcanzado una bolsa de casi 2.000 millones de euros anuales a repartir entre los clubes participantes. Suponía el inicio de una nueva era para la máxima competición continental, con un nuevo formato aún por consolidar y que, pese al nombre, pocos años después afrontaría la expansión del torneo con la apertura a los subcampeones de Liga y, más tarde, hasta los cuartos clasificados de los campeonatos nacionales más fuertes del continente.

Y como en la vieja Copa de Europa, el paso de los años ha convertido al Real Madrid en el gran dominador del torneo con siete títulos 'modernos' para sumar un total de 13 trofeos. Un caminar glorioso en el que ha sido intratable cuando ha llegado a la final: todas las que ha jugado las ha ganado.

La hegemonía del Barça de Cruyff en la Liga dejó al Madrid cuatro años alejado de su competición fetiche. Cuando volvió estaba en plena reconversión y rebautizada como Liga de Campeones. La Champions, como pronto caló en el acervo popular. La Liga conquistada por Valdano en la 94-95 le dio la clasificación para una fase de grupos en la que le esperaron el Ajax, el Ferencváros y el Grasshoper. El Madrid comenzó su andadura con derrota en el feudo holandés y los helvéticos fueron los invitados a la primera ceremonia con el Zadok the Priest versionado por Tony Britton sonando en el Bernabéu.

Contra los húngaros emergió una de esas estrellas impresas en el logo de la Champions. Un chaval de 18 años que aún no llevaba ni un año jugando en Primera marcaba su primer hat-trick en la élite. El 18 de octubre de 1995 Raúl González Blanco escribía los primeros párrafos de su leyenda y se convertía en el jugador más joven en anotar tres goles en un mismo partido de Champions. Lo hizo con 18 años y 113 días. Un récord que hoy, un cuarto de siglo después, todavía perdura. Otro madridista, el brasileño Rodrygo, es el segundo más precoz: la temporada pasada le endosó un triplete al Galatasaray con 18 años y 301 días.

La Juventus les apeó en cuartos de final, en un cruce en cuya ida el 7 marcó el único gol madridista en la eliminatoria. Pero el fútbol pronto ofreció revancha...

Se hizo esperar más de tres décadas. Concretamente, fueron 32 años de sinsabores los que el Madrid tardó en hacerse con una Orejona que le fue esquiva todo ese tiempo desde su nacimiento (el trofeo con el actual diseño se adoptó en 1967 después de conceder a los blancos en propiedad el antiguo tras conquistar la Sexta). La tuvo al alcance en 1981, cuando el Liverpool le ganó en el Parque de los Príncipes. Y luego le fue esquiva a La Quinta del Butire, que llegó tres años seguidos a semifinales y se topó dos veces (una en segunda ronda) con el Milan de Sacchi.

Pero sólo le hizo falta dos participaciones en la nueva Champions para hacerse con la tan ansiada Séptima. Tras una temporada (la 96-97) de ausencia completa en competiciones europeas, en 1997-1998 regresó a una Copa de Europa que se abría por primera vez a los subcampeones de las ocho ligas más fuertes del continente.

Rosenborg, Olympiacos, Oporto (los portugueses se cruzaron también en el camino a la Octava y la Novena), Leverkusen y Dortmund (en aquella eliminatoria recordada por el incidente con la portería y que la temporada siguiente hizo que el Madrid recibiera al Inter en el exilio del Sánchez Pizjuán por la sanción de la UEFA) fueron los escollos antes de tumbar a la Juventus y reconquistar Europa. Con el gol de Mijatovic en Ámsterdam, el Madrid recuperó su cetro continental e inició un nuevo reinado, con tres Champions en cinco años (una con Heynckes y las otras dos con Del Bosque en el banquillo) y varios momentos históricos: la primera final entre dos equipos de un mismo país (contra el Valencia en París 2000), el Clásico en las semifinales de 2002 o la volea de Zidane en Glasgow. El francés, que fue rival en la Séptima, ha estado presente, como jugador, técnico principal o segundo entrenador, en las últimas cinco Champions del Madrid.

Al lustro en el que el Madrid reverdeció viejos laureles europeos, le sucedió una década de decepciones continuadas. Para ser más precisos, un tortuoso camino de 11 años sin llegar a la final y con algunos episodios para olvidar.

La Juventus se tomó cumplida venganza de la final de Ámsterdam y en 2003 apartó al Madrid de la final de Mánchester. El año siguiente, el verdugo de los blancos fue un Mónaco que, con Morientes cedido por el Madrid y autor de dos goles en la eliminatoria, abrió un agujero en una nave, la de Queiroz, camino del naufragio. Los del Principado echaron a los blancos en cuartos de final por el valor doble de los goles en campo contrario (4-2 en el Bernabéu y 3-1 en el Luis II).

Dos eliminaciones que pueden entrar dentro de lo asumible en la incertidumbre inherente al deporte pero que fueron el preludio de una etapa ominosa del Madrid. Durante 6 temporadas seguidas los blancos no pasaron de octavos de final. Juventus, Arsenal, Bayern, Roma, Liverpool y Lyon dieron cuenta a las primeras de cambio de los sucesivos proyectos (iniciales o eventuales) de Luxemburgo, López Caro, Capello, Schuster, Juande Ramos y Pellegrini. En esos años, el Madrid sólo fue capaz de ganar 2 partidos de 12 en los cruces. Con Mourinho, el equipo dio un paso adelante (tres semifinales en tres temporadas, ensalzadas públicamente por el portugués), pero insuficiente para añadir nuevas atracciones al Tour del Bernabéu.

Con otra final para la historia, el Madrid dio comienzo a un nuevo lustro de dominio hegemónico. Nunca dos equipos de una misma ciudad se habían enfrentado en una final europea. Los blancos, entrenados por Ancelotti, lo hicieron contra el Atlético en Lisboa 2014. Los rojiblancos tocaban un asa de la Orejona gracias a un gol de Godín en la primera parte cuando Ramos se elevó en el famoso minuto 93 para abrir la puerta a la prórroga que conducía a la Décima.

El lustro glorioso, sólo igualado en toda la historia de la competición por el propio Madrid de las primeras cinco Copas de Europa, apenas se vio interrumpido en las semifinales de 2015 la Juventus de un Morata que aplicó la ley del ex (dos goles en la eliminatoria). La llegada de Zidane al banquillo inició un trienio inédito en esta era Champions. Ningún equipo había repetido título en este formato (el último en revalidar su condición de campeón fue el Milán en 1990) y tampoco lograr encadenar una racha de tres entorchados consecutivos (los últimos en conseguirlos fueron el Ajax y el Bayern en los 70).

Llegaron la Undécima en Milán (2016), de nuevo ante un Atlético que llevó el partido hasta la tanda de penaltis, la Duodécima en Cardiff (2017) contra la Juventus y la Decimotercera en Kiev (2018) frente al Liverpool con la guinda de la chilena de Bale, que emuló la que en cuartos hizo Cristiano en el Juventus Stadium.

En los 90 la televisión regó al fútbol europeo de millones y millones y los llamados ingresos atípicos (merchandising y derechos audiovisuales) empezaron a engordar las cuentas de los clubes más importantes del continente. La vieja fórmula de la Copa de Europa exclusiva para los campeones de las ligas nacionales se quedaba pequeña ante el auge de los principales equipos de cada competición doméstica. Los premios por participar crecieron a medida que aumentaban los participantes de los campeonatos más potentes. Ahora tienen plaza fija los cuatro primeros clasificados de España, Inglaterra, Italia y Alemania.

En 1998 la Séptima le reportó al Madrid un total de 12,9 millones de euros en premios; 20 años más tarde, se embolsó 88,7 millones con la Decimotercera: siete veces más. Hasta la temporada 2018-2019 (la última con datos oficiales publicados por la UEFA), el Madrid ha ingresado 863,2 millones de premios de la Champions. Con los ingresos del año pasado (estimados en más de 70 M€) y los de la presente edición, las arcas blancas ya rondan los 1.000 millones de euros de beneficios procedentes de la máxima competición continental.

El actual sistema de reparto de ganancias (vigente desde la 2018-2019 y pendiente de revisar a la baja por el impacto de la pandemia) garantiza al Madrid más 50 millones de euros anuales sólo por participar en la fase de grupos: 35,45 M€ por sus resultados históricos en Europa (es el que más ingresa por este concepto) y 15,25 M€ del fijo que se lleva cada equipo participante en la fase de grupos.