Se cumplen 25 años del hat-trick del madrileño al Ferencvaros, sus primeros goles en la máxima competición continental
El verano de 1994 significó un salto cualitativo en el Real Madrid. Tras cuatro años de conquista liguera por parte del Barcelona, sumado a la conquista de la Copa de Europa en 1992, Ramón Mendoza decidió revertir el futuro del conjunto blanco. Contrato a Jorge Valdano como entrenador, fichó a Laudrup, estrella del Barcelona al que Johan Cruyff le había señalado como uno de los culpables de la debacle de la final de la Champions de Atenas (el Milán goleó a los azulgrana 4-0). Otra de las grandes novedades fue la contratación de Fernando Redondo. Pero nadie contaba con la aparición estelar de un joven delantero madrileño, de nombre Raúl y que había llegado a la disciplina blanca procedente de su rival capitalino, el Atlético de Madrid. Sus nueve goles en 28 partidos no fueron su carta de presentación en aquella Liga: lo fue su carácter, irreductible, su garra, su temple, su olfato goleador… Tiró la puerta abajo el día de su presentación (Zaragoza) y la volvió a derribar en su presentación en el Bernabéu (en un derbi en el que no se dejó amilanar por Simeone): forzó un penalti, marcó un gol… El coliseo madridista tenía un nuevo ídolo al que admirar.
Así que tras su aparición estelar en el fútbol español, quedaba su presentación oficial en el viejo continente. Y ello lo haría en Ámsterdam, en donde debutó en septiembre de 1995. Era e primer partido del Real Madrid en la readaptada y moderna Champions League. Encuadrado en un grupo junto con el Ajax, vigente campeón europeo tras derrotar al Milán por la mínima en un disputado encuentro en Viena (1-0, gol de Patrick Kluivert), el Grashopper suizo y el Ferencvaros húngaro, sería ante el conjunto magiar cuando la figura de Raúl irrumpió en el panorama futbolístico europeo.
La fecha fue el 18 de octubre de 1995, en la tercera jornada de la primera fase. El rival, el Ferencvaros, llegaba estando los blancos en un ambiente crispado: un mal comienzo en la temporada (sólo un triunfo en cuatro encuentros en el Bernabéu) había llevado cierta inquietud a la afición blanca. La victoria ante el Grashopper con dos tantos de Zamorano dejaba el choque ante los húngaros como clave para lograr pasar a cuartos. Y así lo asumió Raúl, que dejaba patente en los días previos su personalidad: “Nosotros somos superiores y debemos ganar. Van a venir a cerrarse atrás. Lo que tenemos que hacer es no desesperarnos”. Y Raúl siguió sus principios. Con una actuación sobresaliente, el delantero madridista destrozaría la línea defensiva magiar. Raúl abrió el marcador rematando en plancha un saque de esquina botado por Míchel en el minuto 25. En la siguiente jugada elevó el marcador con una acción personal culminada con un zurdazo. El tercer tanto fue obra de Zamorano al aprovechar un disparo de Raúl que se estrelló en el larguero. El cuarto, fue obra de nuevo del delantero chileno tras jugada y centro del propio Raúl… que cerraría el marcador tras culminar con otro remate tras jugada de Míchel y Esnáider.
¿Qué fue de Attila Hajdu?
El otro gran protagonista del encuentro fue el meta del conjunto húngaro Attila Hajdu. El portero había llegado a las filas del equipo magiar en ese verano de 1995 procedente del Csepel. Su envergadura, casi 1,90 metros de altura, le convertían en uno de los porteros con mejor porvenir en el futbol magiar. Por aquel entonces compartía plantilla con Albert (marcaría en el encuentro jugado en Budapest), hijo de Florian Albert, Balón de Oro en 1967. Hajdu, que llegaría a tener un breve paso por la segunda división alemana en las filas del Fortuna de Colonia, fue diez veces internacional desde 1995 hasta 1998. Tras su retirada, abrió una cafetería en Obuda, tiene una hotel es comentarista de partidos de fútbol, aunque su gran pasión son los vinos. Es un reputado enólogo, aunque como él explica, ese hobbie no quiso compatibilizarlo durante su carrera deportiva porque “no había que mezclar la vida deportiva con la vida civil”.
Al día siguiente, el nombre de Raúl era replicado en todas las televisiones, radios, prensa escrita… El jugador, que iba a celebrar el primer aniversario de su debut con el Madrid, se mostraba tranquilo y con los pies en la tierra: “Me comparan con Laudrup y con Butragueño, pero ellos dos, junto con Maradona, son mis ídolos. Aún me queda mucho por demostrar para poder compararme con ellos”. Se había convertido en el trigoleador más joven en la historia del Madrid: lo hacía con 18 años y 113 días, superando a jugadores como Di Stéfano y Puskas, que habían logrado su primer hat-trick a la edad de 32 años, Gento (30 años) y Rial (29). Comenzaba su aventura europea con el gol.
Esa temporada, la de su debut en la máxima competición continental, la terminaría anotando otros tres tantos más: en la vuelta en Budapest ante el Ferencvaros (con Ferenc Puskas en las gradas y del que recibió el siguiente consejo: “Me gusta como juegas, pero corres demasiado”), otro al Grasshopper (añadiendo una asistencia a Míchel) y un tercero, en cuartos, a la Juventus. Precisamente ante el conjunto italiano dejó patente su personalidad: en un lance con el veterano defensor Pietro Vierchowood, que intentó amilanar al joven madrileño, ambos quedaron encarados. La veteranía frente a la indolencia. Una estampa de lo que significa la Champions League. Sin embargo, esa campaña acabaría en Turín para los jugadores blancos dando una mala imagen: entre lesiones y bajas por amonestaciones (Buyo, Hierro, Sanchís, Redondo y Zamorano), los blancos estuvieron a punto de lograr el pase con una acción de Milla. El balón se marchó fuera. En Liga, las cosas tampoco fueron bien, así que la campaña 1996-97, los madridistas no disputarían ninguna competición europea
La llegada de Jupp Heynckes al banquillo madridista en el verano de 1997 iba a suponer la conquista de la Séptima. La primera Champions. Un título que tanto el club, jugadores y afición llevaban 32 años de espera, y que empezó con un sorteo que dirimió que Rosenborg, Oporto y Olympiacos encuadrados en el mismo grupo que los blancos. Los madridistas no dieron opción alguna a sus rivales: cinco victorias y un empate (ante el equipo ateniense en terreno griego, 0-0) les dieron el pase como primeros a cuartos. Raúl sólo aparecería en los dos primeros encuentros en donde dejó su sello en forma de goles. La ruta blanca los llevó a Alemania por partida doble: primero el Bayer Leverkusen en cuartos. En semifinales, el Borussia Dortmund. Los blancos superaron los cuatro encuentros con sendos empates en tierras germanas y otras dos victorias en el Bernabéu.
En Dortmund, felices del hecho logrado, pero conscientes de que faltaba más de un mes, la plantilla decidió no festejar nada: ni siquiera abrieron las botellas de champán que la UEFA había enviado al Westfalenstadion para que el equipo que alcanzara la final pudiera brindar por lo logrado. Y en Ámsterdam, casi tres años después de haber debutado en la máxima competición continental, los blancos reeditarían los logros del Madrid de mediados de la década de los 50 y en 1966. Era dejar atrás el fantasma de 1981, de la final perdida en París ante el Liverpool, de 32 años de ausencia sin volver a reeditar los éxitos pasados, de hacer justicia, tal vez poética, a La Quinta del Buitre (Manolo Sanchís era el único y último miembro de esa generación que aún jugaba al fútbol). Y se logró. Se ganó a la Juventus, a la Vecchia Signora, que llegaba con el claro cartel de favoritos: había jugado (y ganado) la final de 1996, había jugado la final de 1997 (le derrotó el Borussia Dortmund 3-1) y se plantaba en otra final en 1998. Sin embargo, un gol de Mijatovic reventó todas las frustraciones anteriores.
Esa victoria en Ámsterdam, la ciudad donde curiosamente el Madrid arrancó su etapa en la Champions League, la versión moderna de la antigua Copa de Europa, daría paso a la segunda etapa dorada del conjunto blanco: lograría tres Champions en un período de cinco años, cerrando un final de siglo XX y un comienzo de siglo XXI brillante. Fue además, un periodo de transición entre la salida de un presidente y la llegada de otro, Lorenzo Sanz y Florentino Pérez. Ambos soñaron con liderar a un Madrid ganador y ambos lo consiguieron. Los triunfos en 1998, 2000 y 2002 fueron dar un golpe en la mesa del fútbol europeo. Fallaron la conquista de títulos domésticos, como la Liga (tres en el período 1996-97 a 2002-03) o la Copa (se ganó en 1993 y no se volverá a ganar hasta 2011). Se falló ante el Dinamo de Kiev de Shevchenko (1999) y que fue el principio del fin de la llamada 'Quinta de los Ferraris', en la que estaban Seedorf (traspasado al Inter en diciembre de 1999 para poder tener liquidez y pagar las nóminas del resto de jugadores). Al año siguiente sería un joven Dinamo de Kiev liderado por Shevchenko (marcó tres de los cuatro goles de su equipo en la eliminatoria en cuartos) quien fulminaría a los blancos. Mientras, en 2001 fue el Bayern Múnich quien apeó a los blancos en las semifinales del torneo.
Sin embargo, en ese tramo europeo, hay que destacar sobremanera el triunfo que los blancos lograron ante el Manchester United en Old Trafford (2-3), en una sensacional actuación coral, con un Redondo superlativo y un Raúl que se mostró letal cara a la meta de Van der Gouw anotando dos goles. Ese día, el estadio mancuniano vivió el choque de los dos últimos campeones europeos (los blancos en 1998 y los ingleses, un año después, en 1999). Y fue como el duelo de los años 50: frenético, un toma y daca constante, pero en el que reinó Fernando Redondo. El argentino se inventó una jugada, con un fenomenal taconazo, un recurso con el que se deshizo de Berg, antes de ver cómo Raúl se acercaba como un zorro por detrás de la zaga y portero ingleses y sorprender con un remate franco. Elevaba el marcador a un 0-3 que nadie se esperaba y que devolvía a los blancos al panorama europeo (el encuentro finalizaría 2-3). En semifinales esperaba el Bayern Múnich. Y los blancos volvían a dar la campanada: en esta ocasión fue Anelka el que decidió la eliminatoria al marcar en Madrid y en la capital muniquesa. La final, ante el Valencia en París, vio cómo Raúl lograba el primero de sus dos goles en finales. Fue al final del encuentro, con el Valencia completamente volcado sobre la meta de Casillas, cuando recibió un balón de Savio, recorrió unos 45-50 metros antes de regatear a Cañizares y cerrar el marcador con un contundente 3-0: era su décimo tanto en 15 encuentros. Los blancos ganaban la Octava en la primera final de dos equipos del mismo país…
Los días de felicidad llegarían también en 2002: de la mano del propio Raúl, que marcaría en el encuentro de vuelta de semifinales un auténtico obús al Barcelona y abrió el marcador en la final. El día de San Isidro de 2002, en Glasgow, en un escenario impactante y que ya había visto la proeza de la conquista de la Quinta Copa de Europa conseguida de manera consecutiva, Raúl aprovechando un saque de banda de Roberto Carlos, sorprendía a Butt. Zidane, al filo del descanso mataba el encuentro con la volea de las voleas. Era la Novena. Tres Champions en cinco años. El oscuro objeto de deseo que se había resistido durante 32 años ahora se ganaba, no con facilidad, sino con trabajo, sudor y lágrimas, pero pronto iban a llegar las vacas flacas…
Sería en la campaña 2002-03, cuando se produjeron las primeras señales de que una larga sequía se avecinaba: Raúl caía víctima de una apendicitis que le postergaría de medirse a la Juventus en la ida de las semifinales de la Champions, aunque sí jugaría la vuelta. Los blancos caerían en una aciaga noche turinesa, en la que Vicente del Bosque, entonces entrenador, y Fernando Hierro sellaron su no continuidad vestidos de blanco. Ahí comenzarían los madridistas un descenso a los infiernos cayendo eliminados ante equipos como el Mónaco (donde brillaba su amigo Morientes, cedido al conjunto monegasco esa campaña 2003-04), la Juventus (2004-05), el Arsenal (2005-06), el Bayern (2006-07), el Roma (2007-08), el Liverpool (2008-09), y el Olimpique de Lyon (2009-10). Más que caer ante estos equipos (en los que figuran dos campeones europeos y otros tantos finalistas), lo que le penaba a la afición era el modo en qué se perdían.
Su último gol fue también en octubre. 15 años después de su hat-trick de presentación ante el Ferencvaros. Y cómo no, fue un gol de pillería: aprovechó que el balón se le escapó al meta Dida, del Milán, y abrió una vez más el marcador. Era su tanto número 66 con el Madrid en Champions. Al término de esa campaña, en 2010, se iría al Schalke 04 alemán, donde aún jugaría y seguiría marcando goles...