El único Oviedo-Espanyol en Segunda fue una fiesta
Celebraron los pericos en el viejo Tartiere su recién conseguido ascenso y sacaron todo su pundonor los carbayones, en el cierre de LaLiga 1969-70.
En 35 ocasiones ha visitado el Espanyol al Oviedo en la historia de Primera, lo que lo convertía, hasta el inicio de este siglo XXI, en uno de los clásicos de la categoría. Sin embargo, este enfrentamiento solo se ha producido una vez en Segunda División, y no en el nuevo sino en el viejo Carlos Tartiere, aunque fue tan sonada que valió por muchas más en la memoria de los pericos.
Clasificación | PTS | PG | PE | PP |
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Se cumplía este año medio siglo de esa entrañable visita, el 6 de junio de 1970, en que sobre el papel ninguno de los dos equipos se jugaba nada. Era la útima jornada del campeonato, el Oviedo llevaba muchos partidos sin aspiraciones reales y el Espanyol acababa de materializar su ascenso, solo seis días antes, en su goleada contra el Ilicitano por 7-0. Así que el encuentro fue realmente una fiesta. Primero, para el equipo blanquiazul, entrenado por Rafa Iriondo (que había sucedido durante la temporada a Fernando Riera), que era recibido en el Tartiere entre aplausos. Después, para los carbayones, que se emplearon muy a fondo.
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En efecto, las crónicas de la época describen el choque como propio de la alta competición, como si en realidad sí hubiera mucho en juego. Con multitud de ocasiones a pesar de lo irregular del terreno de juego, con intensidad e incluso con altas dosis de agresividad en algunas acciones. Disfrutaron tanto los aficionados, quienes ocupaban algo más de media entrada, que acabaron aplaudiendo también a su Oviedo, a pesar de que traían de casa el calentón por despedir una temporada mediocre.
Con José Manuel López Prieto como manija, anularon los locales el juego de creación de José María García, curiosamente asturiano, y aprovecharon dos internadas del joven Francisco Javier Álvarez Uría, de 20 años, para sumar los dos puntos. El primer gol lo anotaría el gijonés y el segundo lo cedería a Enrique Galán.
Una victoria intrascendente pero simbólica para un Oviedo que dos cursos después volvería a Primera ante un Espanyol que en el Tartiere se despedía, hasta casi dos décadas más tarde, de la Segunda División.