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Sevilla SEV
1
Lucas Ocampos 87'
Finalizado

WOLVES 0 - SEVILLA 1

Banega y Ocampos son una mina

Otro centro del argentino y el gol 17º del argentino meten al Sevilla en semifinales al final del partido ante los Wolves. Jugará el domingo ante el Manchester United, en Colonia.

Actualizado a
Banega y Ocampos son una mina

Un gol de Lucas Ocampos, el 17º que marca esta temporada, mete al Sevilla en semifinales de su competición, la Europa League, después de un ejercicio de paciencia, fútbol de toque y resistencia que se acabó imponiendo al rudimentario pero muy bien ejecutado fútbol del Wolves. El equipo inglés tiene en su plantilla a nueve portugueses, incluido su entrenador, Nuno, pero practica la defensa baja y el kick and rush con la precisión que había en las islas hace 30 años, adobada ésta por no poca calidad. Casi le sale bien, o al menos comienza a salirle, porque falló un penalti que le hubiera puesto las cosas mucho más difíciles al equipo de Lopetegui. Lo paró Bono y luego el campo se inclinó siempre hacia abajo para los nervionenses, que se colocan en el penúltimo escalón hacia el título por sexta vez su historia. Espera el domingo el Manchester United, nada más y nada menos. En Colonia.

"Que no se mueva un varal", había arengado Monchi a través de las redes sociales horas después de eliminar a la Roma de manera brillante. Y Lopetegui le hizo caso. No tocó la alineación el entrenador vasco, que aunque en la previa avisaba de que los Wolves no se parecen en nada al equipo italiano, volvía a enfrentar una zaga de tres centrales. Pero ésta mucho más blindada, predispuesta a no tener el balón y acularse cerca de su portero cuando hiciera falta. Contra equipos así el Sevilla se ha sentido habitualmente incómodo esta temporada y le volvió a pasar.

El pivote holandés Dendoncker, una de las novedades del once inglés, perseguía a Banega hasta el baño. Navas, Ocampos y Reguilón apenas disponían de espacio para correr y al Sevilla le costaba una barbaridad hilvanar jugadas cerca de área rival. Tampoco es que el Wolverhampton, que no quería la pelota, creara demasiado peligro... para vaya el que creó: nada menos que un penalti. Adama tocó poco el balón pero cuando lo hizo resultó casi imparable. A los 10 minutos montó una galopada tremenda desde su propio campo y Diego Carlos no tuvo más remedio que derribarle cuando encaraba a Bono. El portero marroquí justificó su nueva titularidad, aunque Vaclik se encuentre ya recuperado desde hace semanas. Bono le aguantó la paradinha a Raúl Jiménez y, ojo, provocó el primer fallo del delantero mexicano desde los 11 metros en toda su carrera profesional de clubes. Sólo había errado uno antes, de 27 lanzamientos, y había sido con su selección.

La vida extra tampoco espoleó lo suficiente a un Sevilla que había salido alobado, que casi nunca se pareció al que maravilló en los octavos. No lo suficiente como para inquietar a menudo a Rui Patricio. Algún tiro aislado de Suso, un chut de Ocampos, incómodo en el campo, que se marchó cerca del poste y varios saques de esquina sin ni siquiera remate fueron lo que alumbró a los de Nervión, que se marcharon al vestuario con la felicidad del fallo rival desde el punto de penalti.

Le costaba al Sevilla encontrar una rendija también en la segunda mitad pero lo consiguió Ocampos. Pero a Jordán, que debía rematar a gol su pase de la muerte, le robó la cartera Dendoncker. El catalán se lamentaba de no haber protegido su disparo en una semiocasión muy clara de gol. En Nesiry, poco después, se bloqueó tras una gran jugada delante del portero. Tampoco Koundé acercó a rematar entre los tres palos un buen centro templado por Suso.

Banega ponía a prueba a Rui Patricio en una falta frontal que le salió demasiado centrada. Se había metido ya descaradamente en su redil hacía mucho tiempo el Wolverhampton, que seguía relativamente cómodo y aguardaba una ocasión de morder en una pelota larga, una contra, un balón al área... El que marcó de cabeza así, sin embargo, fue el Sevilla. Banega avistó el punto de penalti y allí encontró a Ocampos, su compañero de barbacoa, que peinó lo suficiente como para que entrara después de botar, como mandan los cánones del cabezazo. Ya no quedó tiempo para nada.