João se aburre en la fiesta
El portugués se marchó enfadado en una victoria convincente que acerca más la Champions al Atleti. Morata hizo un doblete y Koke sentenció.
En el primer día sin el Calderón en Madrid, saltó el Atlético para jugar en la que ahora es su casa, por mucho que por siempre se añore aquella. Tranquilo, instalado en su asiento de bronce en LaLiga y subido a una moto: la que lleva partido a partido Llorente en las piernas. Seis cambios hacía el Cholo con respecto al Camp Nou, pero él seguía, a él no le hace falta ni descanso. La primera jugada de mención en el partido fue suya, imposible que no. Una carrera casi de área a área que le daba la bienvenida al Mallorca. Un Mallorca con la vida en juego. Llenó el técnico de hombres su banda izquierda para tratar de frenar a Llorente. Ese era su sitio ayer. Por delante estaba João. Estar para nada. El talento que sobresalía era el de Kubo. El suyo sigue apagado o fuera de cobertura. Escondido con su confianza. De su esfuerzo, ni hablamos.
El japonés, mientras, era pura filigrana. La coge, la esconde, llena de purpurina todas las jugadas. No se amilanaba el Mallorca, por mucho que el descenso apriete, el Metropolitano rodeara, Llorente corriera, Carrasco desequilibrara. Robaban, salían con velocidad y llenaban de piernas los espacios interiores. Le tocaba al Cholo ir desmontándolo línea a línea, piedra a piedra, viga a viga, como se ha ido yendo el Calderón. Pasaban quince minutos en el reloj cuando lograba plantarse el Atleti ante Reina en dos ocasiones. La primera, Saúl vio el desmarque de Manu Sánchez, titular por Lodi, pero si el canterano controló bien, centró mal y Morata no pudo rematar en escorzo; Llorente tampoco. La segunda, Carrasco golpeó desviado tras taconazo de Llorente. A João seguían esperándole. Perdido e indolente, al trote, con tres tiros en el área pequeña hacia ningún lugar como únicas, e inquietantes, noticias. Morata necesitaría lanzar dos penaltis para cambiar su historia en este partido.
Entró el propio Morata en el área con Sedlar agarrado a su camiseta como si quisiera llevárselo a casa. Penalti. Lo lanzó a la izquierda, su lugar de seguridad, como si así pateara a sus fantasmas, ese bajón físico que le acompaña postparón. Reina paró, Sedlar, calamidad, pisó antes de tiempo el área, Alberola sacó su silbato. Tocaba repetir. No lo tiraría Saúl, como en Barcelona cuando erró Costa: Morata cogía el balón y ahora sí, lo estampaba en la red con furia y el puño apretado. En el último segundo de la primera parte lo alzaría. Acababa de estrellar otra pelota en la red para el 2-0, tras pase de Llorente, cómo no, tras robo de Koke, a quien, ay, cómo se añoró en el Camp Nou.
Dos jugadas antes, Giménez estampaba una pelota en la hierba con la mano, de pura impotencia, otra vez Kubo se le había escapado a Manu y él corregía, cubría, arreglaba. Una después, el árbitro pitaba el descanso mientras João lo seguía mirando todo de lejos. Si el Mallorca acusó el golpe del último gol, se lo curó en la caseta. Salió firme, estirando el campo con los pies de Kubo y la introducción casi inmediata de Salva Sevilla y Lago Junior. Si en el 62’ el Atleti era casi otro, con tres hombres de ataque nuevos, Correa, Vitolo y Costa, y Lodi para sujetar mejor a Kubo, João se había ido en el 53’. Nada más llegar al banquillo le pusieron hielo en el tobillo. Su mirada perdida gritaba enfado. Lo que no se sabe es si era con el Cholo, por el cambio, o consigo mismo, por su rendimiento, cada vez más diluido, como lágrima en la lluvia.
Se reajustó el Atlético mientras el ácido láctico iba llenando las piernas, tanto partido, estas temperaturas. La segunda parte eran los buenos minutos de Lago, alboroto de Correa y un larguerazo de Lodi antes de que Koke le bajara el telón al marcador y a la fiesta. João seguía taciturno y cabizbajo. Del Calderón sólo piedras. Y su recuerdo imborrable.