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LEGANÉS

En el silencio de Butarque Aguirre sigue siendo el rey

Las órdenes y gestos del entrenador mexicano del Leganés dominaron en la nueva normalidad pepinera. Sólo las sirenas del parque de bomberos cercano silenciaron sus gritos.

En el silencio de Butarque Aguirre sigue siendo el rey
PABLO MORENOLALIGA

La lógica decía que la reapertura de Butarque 105 días después de su último partido sería campo abonado para la monarquía del silencio. Sí. Pero no. Porque sí, mandó el silencio entendido como la ausencia de 12.545 gargantas que suelen hacer del estadio del Leganés un espacio áspero para el rival. Sin embargo, hubo ruido. Y mucho, el que provocaron los protagonistas que (en el césped, en la grada) motearon de alaridos un día amargo para los locales. Volvió a perder el Lega. La nueva realidad es un déjà vu.

Pero eso sucedió en lo deportivo. En lo extradeportivo quien reinó fue Javier Aguirre, con permiso de las alarmas del parque de bomberos local, que, en una ocasión, inundaron el ambiente ahogándolo todo. Sólo ahí el entrenador del Leganés fue silenciado. En el resto de la tarde su voz se entonó más alta que ninguna. A nadie se oyó como al Vasco, que fue calentándose en su excitación futbolera hasta dominar los decibelios de la banda y, por ende, de todo el estadio.

Al inicio ese duelo lo ganó Sergio. “Basculamos bien. Eso es chicos, con calma. Bien, bien, bien”, se le escuchaba al expupilo del propio Aguirre exhortar a sus jugadores con voz rotunda, grave. Uno de ellos arengó al grupo con un “¡Como si hubiera público!” que llamó la atención del poco respetable presente. Respetable en tareas profesionales, se entiende.

La prensa, cuatro directivos y Abanda con su pelazo

En cada esquina de los fondos, los cámaras. De televisión. De prensa gráfica. Tras los banquillos, los suplentes. En sus pupitres, la prensa escrita y en las cabinas, las radios. En el palco sólo hubo cuatro directivos del Leganés: Victoria Pavón (presidenta), Felipe Moreno (máximo accionista), Juan Antonio Ortiz (vicepresidente) y Txema Indias (director deportivo).

También los empleados del club, entre ellos, Dani Abanda, director de comunicación retornado de Australia tras año y medio de exilio. Él y su nuevo peinado (pelazo) volvieron para ver perder a los suyos. Fiasco.

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JAVIER GANDULDIARIO AS

El palmetazo a Nacho

Pero volvamos a Aguirre, que no necesitó mucho tiempo para hacer tronar sus frases en un marcado acento mexicano. Le grita a todo. Literal. A los suyos para que jueguen. “¡Sácala Chido!” “¡Muévete Óscar!” “¡Apriétale Guido!”. Al rival también le gritó. Como a Nacho para que sacara rápido. “¡Dale ya hijo!”. Después, cuando pasó por su lado, el zaguero se lo recordó. De premio se llevó una sonora palmada en la espalda con sus manos enfundadas en guantes. Luego le dedicó algún chascarrillo, eso sí, inaudible y entre sonrisas. También le gritó a Alcaraz para que no hiciera cuento tras un choque con Omeruo o a Plano cuando simuló una caída. Aguirre también juega.

Aunque el que más sufrió sus gestos (siempre sin saltarse el reglamento) fue el cuerpo arbitral. Lo vivió el cuarto árbitro, al que calmó rotundo tras una leve advertencia. “¡Pero ya déjame tranquilo!”. Y cumplió. No hubo más molestias. Al menos de ese tipo. Sí de otro. Del habitual. Faltas que no gustan, otras que no se pitan y algunas que sorprende que se señalen, aunque el asistente que la marque esté en la otra punta del campo. “¡Es increíble cómo lo ve!”, protestó vehemente el Vasco ya en la segunda parte, cuando el Leganés se desangraba rumbo a la nada.

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Angel MartinezGetty Images

Las excursiones de Aguirre

En sus protestas, siempre el mismo patrón. Juraba en arameo (algunas veces con palabrotas no reproducibles), pero lejos de la zona técnica, al lado del banquillo de los fisios y, en ocasiones, tras algún golpetazo a la chapa para desahogarse. Detrás, en la grada, algunos de los miembros del staff acompañaban con más intensidad si cabe las protestas del técnico. Ahí también reinó Aguirre. Pidiendo calma para evitar tarjetas. Consiguiendo que los nervios se saltasen la frontera de la tensión debida.

“¡Aitor y Bryan!”, se le oyó alto y claro cuando pidió que ambos fueran el segundo y tercer cambio del Leganés. En el quinto apretó a Javier Avilés para que se pusiera la camiseta casi desde la grada. “¡Vamos Javier!”, le exhortó. Quedaban cuatro minutos y Rubén Pérez y Recio, que llevaban 20 minutos calentando, volvieron a sus asientos de espectador normal.

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JAVIER GANDULDIARIO AS

“Chido no te entiende”

Jara Cuenca, la utillera repartía sudaderas a los jugadores que eran sustituidos. Como a Roque Mesa, que reventó de un puñetazo el asiento de al lado tras una ocasión perdida. Un sector de tribuna más arriba, los no convocados arengaban y daban órdenes. Como Szymanowski, el más activo. “¡Chido! ¡Chido! ¡Arriba! ¡Arribaaaaaaa!”, se desesperaba el capitán al final del choque pidiendo a Awaziem que ejerciera de delantero centro. “No lo entiende”, se escuchaba decir a los suplentes viendo que el nigeriano no atendía a las órdenes.

En el lado opuesto, la cla del Valladolid ejerció de improvisada esquina de hinchas visitantes. “Estoy orgulloso de cómo han ayudado con sus órdenes a sus compañeros”, se justificaba un Sergio que atendió telemáticamente a los periodistas tras el partido. Algunos de los que asistieron tuvieron que intervenir desde sus coches.

LaLiga sólo deja 10 minutos de permanencia en el estadio tras cada encuentro. El personal de seguridad se ocupó de recordarlo. También de advertir si alguna mascarilla furtiva caía de la boca de los periodistas, a los que se les dio un kit de higiene (guantes, toallitas desinfectantes y mascarilla) tras tomarles la temperatura, no con una pistola en la frente, sino con un lector para las manos. Ésas que escribieron la crónica de una anomalía. Butarque en silencio, el espacio donde Aguirre sigue siendo el rey.